Hace ochenta años que el poeta Antonio Machado abandonó para siempre los campos de Castilla, asediados por una de las dos Españas que había de helarle el corazón. Era plena Guerra Civil y llegó a Valencia para refugiarse, durante casi un año y medio, en Rocafort. En la casa de Villa Amparo. Al cabo de tanto tiempo y de tantas cosas, para llegar a la Casa de Cultura de Rocafort y asistir al homenaje machadiano que ayer programó el ayuntamiento hay que pasar por una curiosa esquina: a la izquierda, una bandera republicana asoma del tercer piso del número uno del carrer Major. Justo enfrente, en el número uno de la calle Convento, una enseña rojigualda, constitucional, ondea al viento a la misma altura. Una España que murió y otra que bosteza, frente a frente, como metáfora del poeta que se crió en un patio de Sevilla y acabó muriendo en el destierro francés de Colliure.

Todos esos machados caben en el busto de bajo relieve en bronce que ayer descubrió Rocafort en el jardín de la Casa de Cultura. Es un recuerdo a la estancia del escritor en este pueblo de l'Horta entre noviembre de 1936 y marzo de 1938. La escultura es un símbolo, asimismo, de la pertenencia de Rocafort a la Red de Ciudades Machadianas: Sevilla, donde nació y pasó su infancia; Baeza, done vivió siete años como profesor de Francés; Segovia, donde estuvo de 1919 al 32 en una cátedra de Francés y volcado en la literatura; Soria, lugar donde ejerció su magisterio durante cinco años y que identificó siempre con la felicidad; y Colliure, el lugar en el que murió un mes después de huir de Barcelona y donde su tumba se ha convertido en espacio de memoria y peregrinación. Todas ellas tienen este mismo busto de Machado que ayer se inauguró en Rocafort.

La «negra España» que sigue

Fue un acto sencillo para el poeta ligero de equipaje. Ante el medio centenar de personas que acudieron al jardín de la Casa de Cultura, el poeta Rafael A. Arnanz leyó su poema «Machadiana». En él aludió a la «negra España» que acabó con Machado y Miguel Hernández y cuyos oscuros ecos lejanos todavía se escuchan. «La negrura de la España que nos viene de siglos atrás, de la cultivada incultura del pueblo, la de la trentina Iglesia, casa de Alba y tutti quanti, la de las cien familias, de la España dueña, la del fernandino pueblo de "vivan las caenas", o de fútbol, sálvames y otros adobos narcotizados». La negra España, «débil con los fuertes y fuerte con los débiles», «que ha sido y propietaria sigue de España», declamó Arnanz.

La acogida del pueblo al escritor

Tras el estreno de la composición musical Frente a la palma de fuego, de Gabriel Benavides Escrivá, Antonio Herrera recitó el poema de Machado «Meditación del día», fechado en Valencia en febrero de 1937, cuando la ciudad albergaba la capital de la Segunda República y era sede del Gobierno. En el texto, entre la glosa a la «Valencia de finas torres, en el lírico cielo de Ausias March, trocando su río en rosas antes que llegue a la mar», al poeta le duele «la guerra» que atraviesa España «de río a río, de monte a monte, de mar a mar».

En el cierre del acto, el alcalde de Rocafort, Víctor Jiménez Bueso (PSPV), reivindicó la «acogida» que los vecinos del pueblo dieron a Machado cuando estaba «perseguido por sus ideales» y recalcó ese espíritu de convivencia. Más aún, dijo, en estos tiempos en los que avanza «la ideología de corte xenófobo, exclusivista y excluyente en Europa y al otro lado del Atlántico».