La ya famosa amnistía fiscal de 2012 impulsada por el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro reacudó casi 2.000 millones de los 40.000 que pretendía ingrasar. Los defraudadores que se acogieron a ella se salvaron de la responsabilidad penal de evadir impuestos si repatriaban su dinero a cambio de entre un 8 % y un 10 % del total.

Poco después de anunciar esta amnistía fiscal que el ministro Montoro eufemísticamente presentó como unas «medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas», el Gobierno rebajó aún más esta ridícula penalización. En vez de un 10% de todo el dinero sin declarar, Montoro lo dejó en el 10% de los intereses que hubiese generado ese dinero negro durante los últimos tres años.

El Gobierno también permitió que el dinero en efectivo se pudiese acoger a la amnistía fiscal. Bastaba con declarar que tenías esos fajos de billetes desde antes de 2010. Esta medida fue muy criticada por los expertos ya que se podía haber convertido en una puerta de entrada de dinero de dudosa procedencia.

En comparación lo que la mayoría de rentas o capitales pagan por tributar de manera ordinaria, la amnistía fiscal se convirtió en un premio para quienes no habían cumplido con el fisco.