Plan de Cercanías, tren de la costa, túnel pasante, ampliación del túnel de Serrería...El capítulo de promesas incumplidas por los Gobiernos de España y la Comunitat Valenciana no se agota con el corredor mediterráneo, por más que se trate de «algo más» que una obra de infraestructura y se aproxime a lo que sería un diseño capaz de marcar el futuro de la Comunitat Valenciana.

Los empresarios hablaban ayer de la importancia de salir con las mercancías a Europa, pero también de la movilidad interna y del turismo, cuyo pe-so en la economía valenciana es extraordinariamente relevante.

El pasado miércoles, el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, entregaba en mano al ministro de Fomento, Íñigo Gómez de la Serna, la Agenda Valenciana de Infraestructuras, un documento que recoge de forma no exhaustiva algunas de las principales obras pendientes, algunas desde hace décadas.

Además del corredor mediterráneo, el documento incluye en el ámbito ferroviario el demandando tren de la costa, que ayer en La Encina volvía a reivindicar el empresario Adolfo Utor, de Balearia.

Sin embargo, el gran paquete de obras y actuaciones, que no en presupuesto, es el dedicado a las cercanías, cuya gestión la Generalitat no elude e incluso reivindica siempre que previamente haya inversiones suficientes y no se quede en un «regalo envenenado» que lastre todavía más la escasa capacidad de acción de la Generalitat.

En carreteras quedan también muchas obras pendientes y, sobre todo, está por decidir qué pasará a partir del 31 de diciembre de 2019, cuando finalice la concesión de la AP-7.

El presidente de la Generalitat trasladó ayer al ministro de Fomento, Íñigo Gómez de la Serna, la necesidad de que la autopista sea gratuita, especialmente en los lugares donde no hay alternativa gratuita o donde se mueven grandes flujos de turistas.

El gobierno valenciano cree que debería constituirse ya una comisión mixta para preparar la transición al ámbito de lo público de la concesión.

Existen otras vías de alta capacidad con problemas, como la V-30, la V-21 y la V31, además del «by pass», y también hacia el sur, donde hace falta un tercer carril en la saturada autovía entre Elx y Murcia o la vetusta y a tramos peligrosa autopista Alicante-Madrid (A-31).

Lejos quedan proyectos faraónicos y poco meditados como la autopista de peaje Valencia-Caudete, aunque el Consell no renuncia a terminar la duplicación parcial de la A-7 con el tramo entre Vilanova d´Alcolea y la Jana.

En carreteras convencionales faltan por culminar las actuaciones en el puerto de Querol, en la N-340 a su paso por Peñíscola, Benicarló y Vinaròs.

Escuece y mucho una práctica habitual en los últimos años en los gobiernos de España que consiste en incluir en los presupuestos generales del Estado actuaciones muy demandadas y que después no se ejecutan, pasando de un presupuesto a otro.

Hasta 15 obras nuevas se programaron en 2016 para diversas carreteras valencianas. Tan solo se han licitado dos: el Barranco de la Bota-Masía Torreta y la Variante de Benissa.

De las otras 13 nada se sabe. Siguen sin licitar y así pasarán al próximo presupuesto.

Existe, por último, otros apartados que, si bien no requieren obras, si necesitan del presupuesto del Estado. Es el caso del convenio o la ayuda para el transporte metropolitano de Valencia.

El presidente de la Generalitat Ximo Puig recordó al ministro el miércoles, y así se refleja en el documento entregado Gómez de la Serna, que la media de inversión en los presupuestos generales del Estado en los últimos cinco años (2012-2016) ha sido de 651 millones de euros, apenas un 7,65% del total y «muy por debajo del 11% que por población le correspondería». Eso es lo que pide la Generalitat para este año, un mínimo que convierta en «deuda histórica» todas las actuaciones pendientes.