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Tesis

Los primeros elixires de la publicidad

Una tesis recoge los anuncios publicados en El Mercantil Valenciano y otras publicaciones en 1886, una época en la que las farmacias coexistían en las páginas con drogueros o curanderos y a la ciudad llegaban emulsiones de nombre exóticos

Los primeros elixires de la publicidad

En un recorte se anuncia que el Dr. Manuel Candela se muda de su consulta, abandonando el local en la calle Caballeros. Anuncios como este, en la primitiva prensa escrita valenciana y en los primeros ensayos de publicidad, cohabitaban las páginas junto a remedios hoy estrambóticos como la Emulsión Scott o las Píldoras Holloway. El primero, «tan agradable al paladar como la leche», presumía de poder curar la tisis y la escrófula, nada menos.

Los lectores de El Mercantil Valenciano de 1886 se encontraban auténticos milagros en las páginas cada día. El farmacéutico José Merita ha recogido todos los que se publicaron ese año en su tesis «La publicidad sanitaria y farmacéutica en la prensa diaria valenciana: El Mercantil Valenciano y Las Provincias, 1886», dirigida por la profesora Pilar Carla Aguirre y el profesor Antonio Laguna, y cuya lectura pública fue ayer.

El minucioso análisis de microfilms llevado a cabo por Merita en parte arroja pistas sobre las medidas sanitarias a las que tenía acceso la ciudadanía de entonces y muestra una incipiente tensión entre los farmacéuticos, quienes se blindaban progresivamente en la química y acabarían constituyendo una sociedad propia, y toda una suerte de considerados intrusos: drogueros, curanderos y «todo tipo de charlatanes», apunta el autor de la tesis. La muestra estudiada también ofrece las primeras fórmulas de los anuncios en prensa escrita «entre los que destacaba los anuncio noticia, en los que se apoyaban los grandes anunciantes», explica Merita: Se trata de textos en los que un paciente o un médico notariaban las bondades de determinado producto.

Los anuncios vienen de París

En esa época empezó a observarse también cierta rebelión de los farmacéuticos locales por combatir el producto extranjero, señalaba Merita. Así, en una página de El Mercantil Valenciano, un anunciante local trata de soterrar la fama de la entonces popular Emulsión Scott: «Es horchata que lleva consigo aceite de hígado de bacalao [...] No es conveniente usarla en España», denuncia.

«Destaca la gran cantidad de anuncios de productos extranjeros», apunta Merita como causa de la reacción «nacionalista», «sobre todos llegados desde Francia; había algunos anuncios que mantenían su precio en francos», ahonda. Siguiendo la pista que le iban dejando los recortes, el investigador llegó a varias conclusiones, como que entre la agencia de noticias Havas, francesa, y su sucursal española, circulaban no solo las noticias, sino también los anuncios. O como las «campañas orquestadas» de productos foráneos, como una que protagonizó un tal C. A. Saavedra: «Resulta que era un carlista que se fue a París y allí montó un negocio de anuncios y venta de productos».

Ungüentos, elixires, emulsiones y píldoras de todo tipo sufragaban en parte aquellas primeras cuatro páginas de información.

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