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Nuevo ejercicio

La odisea del Consell para el nuevo año

El bipartito afronta un año clave para visualizar un proyecto político alternativo - Será la prueba de fuego de la agenda social y económica

La odisea del Consell para el nuevo año

«No nos daban ni dos semanas y llevamos ya año y medio juntos». Las palabras las pronunció el pasado miércoles el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, en la copa navideña que tradicionalmente se ofrece en el Palau para felicitar a los periodistas.

Una reflexión que acompañó con un gesto cariñoso hacia la vicepresidenta, Mónica Oltra, que se encontraba en ese momento a su lado. Toda una metáfora de cómo el bipartito ha logrado mantenerse unido tras año y medio en el poder pese a las diferencias que separan ambos proyectos. Una situación que, además, en buena medida se cimenta en la complicidad personal existente entre Puig y Oltra.

El presidente comentó también que 2017 sería el año del «renacimiento», cuando se visualizaría de forma clara el cambio de Gobierno. «Ya los ciudadanos notan el cambio», remató, una frase que suele utilizar la lideresa de Compromís para defender la gestión de izquierdas como contrapunto a dos décadas de gobierno popular.

Despojada la escena descrita del espíritu navideño del momento, lo cierto es que 2017 se presenta como uno de los ejercicios más complicados para el Ejecutivo autonómico. Y ello, debido a varias razones. Será el tercer año desde que hubo cambio en la Generalitat„el segundo completo del Botànic„ , un ejercicio en el que no habrá contiendas electorales ni tampoco excusas para seguir mirando al pasado. Aunque la mochila sigue llena de piedras (la situación financiera es el factor condicionante por excelencia) el Consell tiene en 2017 su gran oportunidad para visualizar un proyecto político alternativo para la Comunitat Valenciana.

Todo aquel o aquella que ha tenido experiencia en la gestión coincide en que los años centrales de la legislatura son determinantes para marcar impronta.

El primero para sentar las bases y el segundo para culminar las iniciativas. 2019 será de nuevo año electoral y la cita con las urnas (como ha ocurrido en 2016 con dos procesos consecutivos) enturbiará irremediablemente cualquier iniciativa. Y de ahí la importancia del año que se avecina.

Y en este camino para consolidar el Gobierno del cambio, muchas son los retos pendientes de cumplir. La mayoría de ellos están señalados y forman parte de la hoja de ruta de las distintas conselleries, así como del Pacto del Botànic, pendiente de renovar. Algunas cuestiones son simbólicas, como las que tienen que ver con la construcción de un nuevo relato que desligue la corrupción de la Comunitat Valenciana, pero también hay temas más prosaicos, aquellos que afectan a los derechos y condiciones de vida de los valencianos.

La idea fuerza que la izquierda convirtió en bandera: rescatar personas, tiene en 2017 la oportunidad de lograr autonomía fuera del eslogan político. Para ello, el bipartito tendrá que cumplir una ambiciosa agenda social que va desde dar solución a la dependencia hasta hacer real y tangible una renta de ciudadanía.

Pero tanto la agenda social como las iniciativas tendentes a implantar un nuevo modelo productivo tienen un escollo importante: los recursos públicos. Compromís y socialistas acaban de aprobar unos presupuestos que en teoría deberían ser el soporte de estos desafíos. El bipartito admite que estas cuentas (las segundas elaboradas por el nuevo Consell) son capitales. Son, admiten en privado, las que reflejan de forma más fiel el espíritu del Botànic, ya que las de 2016 todavía arrastraban lastre.

Por otro lado, alegan, el segundo escalón tiene mayor experiencia en la gestión. Pero estos presupuestos, al igual que los de 2016 están sujetos a la intervención de Madrid. Este año, en plena contienda por llegar a la Moncloa, el Consell recibió presiones para ajustarse en el gasto y cumplir así con los objetivos de déficit. Montoro al final aflojó y se conformó con un recorte casi testimonial. El Consell es consciente de que en 2017 su partida 'reivindicativa' de ingresos de 1.300 millones con la que ha cuadrado el presupuesto le aboca de nuevo a superar los objetivos de déficit y a estar en manos de Montoro, quien tiene la llave de la liquidez de la Generalitat a través de los Fondos de Liquidez Autonómica (FLA).

De ahí que el reto con mayúsculas en 2017 sea el cambio del modelo de financiación, un melón que se ha abierto ya y que debería cerrarse el año próximo. Y esta es la única batalla que el Consell no puede permitirse perder. No romper el status quo en el reparto nacional de los recursos y seguir relegado al furgón de cola sería un fracaso inasumible tanto política como económicamente. La Generalitat lleva años ya sobreviviendo desde el punto de vista presupuestario, inmerso en una montaña rusa de impagos e inyecciones de liquidez, y con un margen de maniobra mínimo. Pagar la sanidad y la educación aglutina todos los esfuerzos. Y no deja espacio para otras iniciativas.

Y en este panorama de incertidumbre financiera, el bipartito cambia de año con otra patata caliente, la puesta en marcha de la nueva RTVV. No faltan voces que ven en la apertura de Canal 9 una baza fundamental para visualizar el proyecto de izquierdas, una ventana de oportunidad para conectar con la ciudadanía y reconstruir un proyecto identitario con peso específico en España. Pero también hay riesgos, confiesan dirigentes del bipartito, de que los focos cieguen a los actores políticos. Por parte de Compromís ya hay recelos sobre cómo Presidencia está pilotando el proceso, mientras que en las filas socialistas temen que su socio de Gobierno acreciente su protagonismo a través de la nueva tele.

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