Arqueólogos de la Universitat de València han hallado un conjunto de 30 restos humanos con marcas de manipulación humana de entre 10.200 y 9.000 años antes de nuestro tiempo relacionadas con prácticas caníbales. Los restos pertenecen a les Coves de Santa Maira, en Castell de Castells (Marina Alta). El estudio se ha publicado en la revista «Journal of Anthropological Archaeology» bajo el título «Prácticas funerarias o comida delicatessen? Restos humanos con marcas antrópicas del Mediterráneo Occidental durante el Mesolítico.

El comportamiento antropófago, caníbal, entre los grupos de cazadores-recolectores de esta zona es la hipótesis que mejor explica los resultados obtenidos tras el análisis de las piezas del periodo mesolítico encontradas en la Boca Oeste de les Coves de Santa Maira. El estudio de restos craneales y poscraneales ha permitido determinar al equipo de arqueólogos la presencia de al menos tres individuos: dos adultos y un niño de unos dos años de edad devorados por sus congéneres.

Los investigadores del Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Universitat de València Juan V. Morales-Pérez, Manuel Pérez Ripoll, Carles Miret i Estruch, C. Carlos Verdasco Cebrián y J. Emili Aura Tortosa han llevado a cabo el trabajo de campo, estudio y análisis junto a Mª Paz de Miguel Ibáñez (Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua, Filología Griega y Filología Latina de la Universidad de Alicante), Domingo C. Salazar-García (Dept. of Archaeology de la University of Cape Town, South Africa, y del Dept. of Archaeogenetics, Max Planck Institute for the Science of Human History) y Jesús F. Jordá Pardo (Laboratorio de Estudios Paleolíticos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid).

Se ha podido determinar que las marcas halladas en estos restos «siguen el orden lógico de un proceso de carnicería y consumo», explica Juan V. Morales Pérez, quien indica que a través de las diferentes marcas (realizadas con útiles líticos, dentales, de percusión y de fuego) y a su propia disposición, es posible afirmar que son resultado de un comportamiento caníbal. La dificultad que plantea la identificación y atribución de las marcas encontradas, especialmente las dentales por la similitud de las marcas humanas con las de otros carnívoros, ha necesitado de estudios comparativos con las identificadas sobre restos de animales hallados en las mismas capas del yacimiento.

«Sabemos que los cazadores-recolectores del Mesolítico (10.500 - 7.000 años) explotaron de forma combinada diferentes recursos y ecosistemas, desde la costa a la media montaña. Por tanto, eran grupos que conocían y consumían una amplia variedad de recursos, sin que tengamos evidencia de una carencia nutricional que permita contextualizar este comportamiento», añade.

El director del proyecto de excavaciones, J. Emili Aura, catedrático de Prehistoria de la Universitat de València, señala que la posibilidad de que estas prácticas puedan ser puntuales, con una finalidad estrictamente alimentaria, tampoco permite descartar «la hipótesis de prácticas socialmente instauradas, resultado de episodios de violencia individual o grupal o, incluso, de rituales», pues este hallazgo coincide con un proceso de cambio cultural y demográfico. A partir del Mesolítico, las prácticas funerarias se hacen más variadas, incluyendo la generalización de auténticos cementerios.

Este descubrimiento abre un buen número de cuestiones y preguntas tanto en el campo de la paleontología humana, como en lo referente a las prácticas sociales de los últimos cazadores prehistóricos del sur de Europa: desde la alimentación a las prácticas rituales, incluyendo el uso de la violencia entre grupos.