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Análisis

Podemos, un partido en ebullición con un futuro lleno de enigmas

La formación morada ha de decidir líder estatal y valenciano, salir indemne de la disputa y aclarar su relación con el Consell y con Compromís

Podemos, un partido en ebullición con un futuro lleno de enigmas

La vida morada hierve. El fin de semana de San Valentín, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón decidirán qué hacen con su hasta ahora productiva relación política. A un mes de la cita en Vistalegre, sus equipos se afanan por sumar apoyos.

Las tres grandes familias (la de los Pablos -Iglesias y Echenique-, la de Errejón y la minoritaria de los anticapitalistas, aunque con una elevada representación institucional) enseñan propuestas y proyectos al podemismo valenciano: Recuperar la il·lusió, la marca de Íñigo, lo hace hoy en Valencia, en Ca Revolta, en un acto con Antonio Montiel y Àngela Ballester, y los «antis» tuvieron actividad esta misma semana.

Mientras tanto, el Consejo Ciudadano Valenciano de Podemos también ha celebrado durante los últimos días asambleas en distintas comarcas para recolectar un banco de ideas que llevar a Vistalegre sobre un nuevo Podemos más «plurinacional» y «federalizado». Pero no todos consideran neutrales estas acciones de la dirección: quienes no comulgan con el errejonismo las identifican con la campaña del número dos.

Algunos han puesto en marcha el movimiento Arrelem-nos, que convocó hace una semana diferentes encuentros municipales también para, desde la base (esa es la diferencia, remarcan), elevar propuestas a Vistalegre.

Así de activa „o confusa„ está la vida interior de Podemos. Tanto que incluso cargos del partido admiten que es difícil conocer todos los movimientos que se están produciendo.

Por ahora, la cita del 14 de febrero es el reto más inmediato del joven partido, surgido de las ilusiones del 15M pero que empieza a sufrir ya las tensiones de la vieja política. Las contrataciones de la dirección, con Antonio Montiel al frente, para formar una mínima estructura no han gustado a un sector del partido ni a la propia Comisión de Garantías de la formación valenciana. Por otra parte, el debate sobre la federalización del partido no deja de esconder en su sustrato más bajo la clásica discusión de quién controla los fondos (escasos, hasta ahora) de los círculos municipales y del autonómico, si Madrid o las propias organizaciones locales.

Esto último es lo que defienden errejonistas y anticapitalistas con más fuerza que pablistas, porque el centralismo de Podemos es una realidad que nadie discute.

Atravesado el puente del Vistalegre II, vendrá la batalla valenciana. No tiene fecha, pero el equipo de Montiel habla de mayo y junio como los meses más propicios.

No hay urgencias electorales y no debe haber, por tanto, prisa en acotar el debate, argumentan, especialmente cuando están por ver las heridas internas que deja la macroasamblea madrileña. Eso si los dos grandes líderes no llegan antes a un acuerdo, un escenario tampoco descartable.

La vía de escape a la disputa entre Iglesias y el actual número dos es la primera incógnita de las varias que tiene Podemos-CV de cara a su posterior cónclave, que será la primera prueba de fuego de la organización desde que está en las instituciones valencianas.

No solo estarán en juego el proyecto y las estrategias, también quién tomará los mandos de la formación en los próximos años. Dependerá mucho del resultado del encuentro de Madrid. De momento, se conoce solo la voluntad de Montiel de continuar en la secretaría general. Es previsible que encuentre contrincantes. Por ideas, pero sobre todo generacionalmente y por las formas de hacer política (siempre dentro del orden establecido) está cuestionado por un sector del partido. Es de prever además, pero no hay obligación de que sea así, que la asamblea valenciana marcará un criterio sobre los dos grandes dilemas estratégicos que penden sobre la organización: entrar en el Consell y la relación electoral con Compromís, hasta ahora limitada a los comicios generales.

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