Se había guardado un cupón, informa con una sonrisa pícara. «Tengo la casa llena de champán», abunda Ana María Sánchez, que pasa el día absorbiendo el jolgorio de quienes fueron tocados por su varita, y no ha reparado del todo qué hará con su parte: «Pues pagar mi hipoteca y las deudas que tengo. Y darme un viaje. ¡Es que aún no lo sé!», responde extasiada. Se confiesa, sobre todo, «muy nerviosa».

La papeleta que se reservó, además, quedó a un peldaño de subir desde los 25.000 a los 9 millones: ella tenía el 75 en la serie. No parece lamentar esa mueca de la fortuna y enfatiza que en días como el de ayer se va «más contenta a trabajar», sobre todo porque conoce a la mayoría de quienes han sido beneficiados: «Desde las 9 de la mañana me están buscando, me dan la enhorabuena y están muy contentos, la verdad es que no saben muy bien qué decir».

En siete años como vendedora de la ONCE, Ana María Sánchez había repartido premios de, a lo sumo, 500 euros. Ayer hacía el mismo recorrido que cualquier otra mañana, pero en cada puesto le paraban para felicitarla. Su novio Aurelio, de 45 años (a su lado en la fotografía) y en el paro, le asistía durante ese paseo. Quienes la vieron y no le compraron un cupón posiblemente esperan que la suerte acompañe ya para siempre a la vendedora.