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Inmigración

Relato del éxodo a la tierra prometida

El marinero argelino Nouri Mansouri, afincado en el Grau de Castelló, escribe un libro con sus vivencias como inmigrante que cruzó un mar repleto de muerte

Relato del éxodo a la tierra prometida

Nouri es pescador. Sale a faenar con su barca a las seis de la mañana y regresa a puerto a las cuatro de la tarde con salmonete, merluza y otra pesca de arrastre. Toda singladura marítima remite a la Odisea de Homero. Pero en esta navegación diaria que hace Nouri cerca del Grau de Castelló hay otro referente que se impone: el de los inmigrantes que mueren en el mar intentando hacer lo mismo que él consiguió en 1991: abandonar un país pobre, Argelia en su caso, para llegar a una tierra más firme: España. Fruto de este cuarto de siglo de viaje ininterrumpido, Nouri Mansouri ha hecho lo que muy pocos extranjeros hacen: volcar su experiencia en un libro. Se titula Cruzar el mar Mediterráneo para conseguir un sueño perdido, una obra que se ha autoeditado con su esfuerzo y con la ayuda de algunos amigos para poner a la venta en librerías como París-Valencia.

«Siempre anduve buscando el sueño de que el paso por mi vida no fuera en vano y aportar mi granito de arena dejando una huella de mi existencia por la misma», cuenta Nouri. Todo empieza en su pueblo de origen: El Kala, cerca de la frontera con Túnez. Un sitio con mar, bosques, lagos y una costa repleta de coral y bañada por el sol que vio nacer a este espíritu inquieto, tercero de siete hermanos en una familia humilde.

Eran los tiempos del fútbol en el pueblo y el kárate con Bruce Lee como ídolo, una afición que nadie, como tantas veces le ha ocurrido a Nouri, entendía en su entorno. Eran los tiempos que le llevaron a la mili y a la decisión que ha guiado su vida: progresar, progresar, progresar. Cuando conversa, sorprende las veces que Nouri habla de «triunfar», de «sueños», de «objetivos».

Eso lo movió a pedir prestado dinero para emprender un viaje a España que tanto dolió a su familia. Una nueva vida que empezó con el vuelo Argel-Madrid (no vino en patera), el metro al centro de la gran ciudad y luego el autobús a Castelló, sin hablar español y con una primera cena en la que, sin darse cuenta y por error, comió carne de cerdo por primera vez en su vida. Esa noche durmió en un banco, al raso. «Me hacía una idea de lo duro que debe de ser la vida de las personas sin techo».

Ilusión sin fronteras

La historia de Nouri está toda retratada en su libro. La búsqueda dura de trabajo, preguntando cada día en la lonja por los marineros. Tuvo que dormir a la intemperie como los indigentes porque se veía obligado a ahorrar. Hasta que consiguió un trabajo de marinero en una barca.

La historia es muy larga y Nouri la va relatando. Su primer negocio. El regreso a su pueblo después de tres años y medio de separación familiar. La vida en alta mar. Su boda. Un mala racha con los accidentes. Las agitadas noches de verano. La triste muerte de su padre. El desgarro por la guerra en su país. La pasión por el deporte y su trabajo como masajista en el equipo de fútbol juvenil de San Pedro del Grau de Castelló. El nacimiento de sus hijos Hadil, Hana y Haytam, las tres joyas que le regaló el cielo. La enfermedad de su esposa y cómo hace dos años tuvieron que marchar ella y sus tres hijos a Argelia para vivir en la distancia. Una vida, al fin y al cabo, de quien salió de su tierra buscando un sueño por cumplir y huyendo de la mediocridad. ¿Lo ha conseguido?

Charlando con él, no se sabe. Esboza la teoría de que en su país es imposible triunfar y que en España, aunque sea muy difícil, sí que es posible. Las últimas páginas reafirman la ilusión incombustible de Nouri. «Sigo con las mismas ganas de conseguir mi sueño, con este libro tal vez lo consiga, tal vez no? Si lo consigo podré decir ¡lo logré! Si no es así, no dejaré de buscarlo, lucharé por conseguirlo poniendo todo mi empeño y fuerza ya que soy un luchador nato y jamás me rindo, sino que me crezco ante la adversidad. Mi sueño no tiene fronteras».

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