Retroceder hasta el Medievo y conocer incluso la forma de vida de la población morisca antes de su expulsión en 1610 es relativamente sencillo en Petrés. Esto es lo que nos depara la nueva ruta turística, de casi tres kilómetros, que ha diseñado el consistorio, en la que se hace un recorrido histórico y patrimonial de este municipio a través de los inmuebles de relevancia que todavía siguen en pie después de cinco siglos, en algunos casos.

Buena parte de estas edificaciones, unos vestigios de la arquitectura rural y otros de la arquitectura civil, son el legado de las propiedades que adquirió el Barón de Aguiló a quien Pedro IV El Ceremonioso donó todo este territorio en 1340, como ratificó en 1410 Martín I el Humano.

La recién inaugurada ruta recorre todas ellas y entre ellas destaca «L´Hort tancat», una extensa zona de cultivo de más de 15 hanegadas, que está cerrada a modo de fortaleza con el objetivo de proteger el «bien preciado» que se cultivaba en su interior en aquella época. Se traba de la caña de azúcar, importada tras el descubrimiento de América. En pocos territorios valencianos gozaban de este exótico alimento que protegieron con una muralla perimetral para evitar el expolio.

Otro de los inmuebles interesantes de este recorrido es el Horno del barón en pleno casco urbano, uno de los edificios más antiguos de Petrés, incluso datado antes que el Castillo, del que se dice que albergaba un horno moruno que permitía cocer el pan a los vecinos, previo pago al barón por el servicio.

La edificación se conserva prácticamente como la original y esto junto a su importancia histórica le ha llevado a ser declarado Bien de Interés Cultural (BIC), como el castillo, la construcción más importante de Petrés datada en el siglo XV.

El castillo, que supone el pistoletazo de salida de la ruta, se encuentra en un estado precario, declarado en ruina por la conselleria. Sin embargo, todavía conserva algunos de sus muros, que permiten imaginar cómo era este edificio, que sirvió de residencia a nobles durante muchos años, además de su «aljub», que posibilitaba el abastecimiento de agua.

La arquitectura rural e hidráulica es destacada en Petrés, ante la ausencia de manantiales y fuentes que pudieran acercar el agua a los vecinos. De ahí que este pueblo de 190 hectáreas, el más pequeño de la subcomarca de la Baronia, albergue tres «aljubs» que facilitaron este recurso a la población desde el siglo XV hasta el XX: El de la huerta, el del castillo y el de ayuntamiento, este último visitable y adaptado como museo etnológico en la actualidad.

Dentro del casco urbano, la visita a la iglesia de Sant Jaume, construida en el siglo XVIII es obligatoria. De ella se pueden destacar dos aspectos curiosos: Su reloj solar de 1750 y el fresco del pintor castellonense Joaquín Oliet, uno de los artistas valencianos más importantes del momento, del que destacan sus similitudes con el mismo Goya.

Otro punto de interés es la ermita de Santo Domingo, ubicada en uno de los parajes más emblemáticos de la localidad, a los pies de la montaña de Ponera, en un punto elevado dentro del camino al calvario. Sus escalinatas y los cipreses que la rodean convierten la zona en un hermoso rincón de obligado paso.

De nuevo al seguir las huellas del barón sorprende al visitante la Almazara, otro vestigio del pasado medieval donde se prensaban las olivas para la elaboración de aceite, por lo que disponía de una gran muela. En documentos de 1614 ya se habla del pago que tenía que hacer la población al barón por coger olivas y su obligación de llevarlas allí a molerlas.

La ruta de Petrés finaliza en la huerta, después de un distraído recorrido entre los siglos XIV y XIX. Bajo el influjo del olor a azahar de los naranjos y alejadas del mundanal ruido, encontramos «los partidores», infraestructuras que sigue permitiendo hoy el reparto de las aguas para riego y que hacen viable que este recurso fundamental procedente de la Sèquia Major llegue hasta Sagunt para así abastecer a todo su término.