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Análisis

La tormenta perfecta

La Delegación del Gobierno no activó la emergencia en la A-3 hasta cinco horas después de que los primeros vehículos quedaran atrapados por la nevada - La caída de varios cables de alta y media tensión impidió limpiar la calzada a las quitanieves

La tormenta perfecta

Es mediodía del viernes. Vicente interrumpe su jornada laboral en Requena para comer, pero el cielo está muy plomizo y teme verse atrapado por una nevada cuya probabilidad de ocurrencia es casi del 100%, según repiten machaconamente los medios de comunicación y diversas instancias oficiales. Decide adelantar trabajo y cerrar su jornada laboral antes. Son las 17 horas. Apenas caen unos copos cuando con su coche, nuevo y cargado de gasolina, inicia el camino de Valencia.

Justo en Siete Aguas, las luces de emergencia del coche que le precede le obligan a parar cuando la liberación estaba ya muy cerca: apenas 3 kilómetros para comenzar a bajar el Portillo y librarse de la nevada. Un camión «ha hecho la tijera» cortando los dos carriles en sentido Valencia, aunque eso no lo supo hasta mucho después. Parado, rodeado de coches a ambos lados, la nieve continúa cayendo y el cielo se desploma hasta que, coincidiendo con el anochecer, el espesor alcanza los 20 centímetros.

Poco antes de las 22 horas ya parece evidente que nadie va a ir en su auxilio. Con el motor en marcha carga la batería del móvil y se calienta mientras por detrás en doble y hasta en tripe fila los vehículos se van amontonando hasta Requena y más allá en algunos puntos críticos como las pendientes del barranco Rubio o el entorno de Utiel. Más de 500, un millar de vehículos; 1.000 personas, 3.000, según otras fuentes, han quedado atrapadas en la carretera, entre ellos familias enteras con niños de poca edad y decenas de cargos públicos y técnicos municipales valencianos que volvían de Fitur, la Feria del Turismo.

Por delante, la contrata de vialidad invernal de Fomento intenta despejar la carretera pero la nieve acumulada y las bajas temperaturas sobrecargan de peso los cables de las línea de alta tensión de Iberdrola, que se desploman en cadena y obligan a interrumpir los trabajos de limpieza de vía. Para entonces, la línea férrea Valencia-Buñol-Camporrobles, cuya estación de Siete Aguas es visible desde la A-3, ya ha sido cortada por acumulación de nieve y el corte del suministro eléctrico ha sumido en la oscuridad los oasis de Siete Aguas y Requena.

Una noche infernal

Solo los vehículos situados junto a las estaciones de servicio de Venta del Moro, Rebollar, Apeadero y Las Moratillas, suministrados por grupos electrógenos, sirven de faro en una noche infernal. Todo el personal de Repsol siguió trabajando, doblando turno, hasta que el género de las tiendas y el de las cafeterías se agotó, no así el fuel.

A las 22 horas, los teléfonos de los afectados echan humo. No han visto a nadie, «ni una mala luz de emergencia» en 5 horas y cunde el nerviosismo. Muchos no pueden conectar con sus familias. Solo entonces se constituye en Valencia un Centro de Coordinación que moviliza a la UME, la Cruz Roja y la Guardia Civil. A la 1 de la madrugada del viernes llegan los primeros agentes de la Guardia Civil, mantas y bocadillos.

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