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Consecuencias del temporal en Requena-Utiel

Cocido con agua de nieve

Los vecinos de la aldea de Las Cuevas derriten los copos para poder asearse o cocinar ante la falta de suministro

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Efectos de la nevada en Requena

Maru mete todo lo que tiene que tener un buen cocido por estas tierras. Su longaniza, su morcilla, la oreja, el morro, el tocino, huesos de espinazo y pernil, sus garbanzos, su cardo, su patata y, ayer, también su agua de nieve. Nieve recién recogida en un cuévano en su vivienda de la aldea de Las Cuevas, en Utiel. Lo de la nieve para cocinar no es un truco culinario ancestral ni de un sibaritismo como el de esos que enfrían su gintonic con hielo de iceberg. Es pura y dura necesidad. Tanto Maru como el resto de residentes en esta aldea (la más grande de Utiel, con 607 residentes censados) llevaban ayer al mediodía más de 40 horas sin suministro de electricidad ni de agua potable a consecuencia del temporal. Maru ha tenido suerte y ayer podía cocinar puchero, o cualquier otra cosa, ya que su cocina es gas. Pero es un caso poco frecuente en el pueblo.

Aunque a las 21 horas del viernes Iberdrola había reestablecido el suministro a unos 18.000 usuarios, ayer por la mañana, unas 8.500 viviendas de la comarca seguían sin luz por la caída de postes de electricidad, sobre todo en los núcleos de población más pequeños. El corte de la electricidad también dejó sin energía las bombas hidráulicas de los pozos que suministran agua a miles de hogares. «En Requena y Utiel ha habido menos nieve que aquí pero ya tienen luz porque han puesto generadores. Y nos han dicho que en Las Casas y Corrales también tienen desde esta mañana. Pero aquí seguimos igual que desde el jueves por la noche. Estamos de Utiel a 9 kilómetros y a cinco siglos», señalaba ayer Claudio.

Después de que una máquina despejara la nieve que cortaba la carretera, Claudio y Rosa, su mujer, pudieron ayer sábado coger el coche y desplazarse hasta Utiel para comprar unas garrafas de agua. «Hemos estado bebiendo en botellas, y cogiendo nieve del patio y el agua que se deshiela del tejado para poder lavarnos», explicaba Claudio. En su caso, derriten la nieve en un pequeño hornillo de gas que compraron hace unos años.

Rubén y Chari, en cambio, no tienen ni hornillo de gas ni nada que pueda sustituir a la electricidad. Ni siquiera tienen chimenea para poder calentarse. Por suerte, Maru, que es su vecina, les ha dado dos garrafas de ocho litros cada una con agua de nieve derretida. «Aquí estamos, sobreviviendo», dice Rubén a modo de saludo. «Llevamos dos días en el siglo XV, y estamos saliendo adelante gracias a la solidaridad de la gente. Cada uno va ayudando con lo que puede». Rubén y Chari se instalaron en Las Cuevas hace 6 años, y aquí viven con sus hijos de 8 y uno y medio. «Además de estar casi dos días sin calefacción, solo con una estufa de butano, los pobres se han aburrido una barbaridad. No tienen tele, ni luz para hacer nada y aquí a las seis ya es de noche. Y no pueden salir a la calle porque se mojarían y la secadora no funciona», explica la madre.

Maru, a su lado, se lo toma con cierto humor. «Para mí ha sido con volver a la infancia. Bueno, un poco peor porque entonces (la mujer tiene 62 años) aún teníamos una luz colgando de un hilo y podíamos ir a la fuente a por agua. Pero como en tiempos, me ha tocado calentar la nieve para poder fregar y no congelarme las manos». Humor sí, pero nostalgia, poca. «Lo estamos pasando mal, y hay gente mayor que lo pasa peor. Mi tía Leonila vive sola y lleva dos noches sin poder dormir porque el aparato del oxigeno no funciona, y por aquí no ha pasado ningún médico a ver cómo está».

A las 17.00 horas, por fin, la electricidad volvió a Las Cuevas. «Ya ha vuelto la civilización», anunciaba Claudio con cierta sorna. «La sensación de indignación y desamparo no me la va a quitar nadie. Como siempre, los de las aldeas somos los últimos, se han olvidado de nosotros».

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