Un viernes sin un céntimo en la caja. Esa fue la mayor consecuencia, por lo general, de la ola de frío en Requena para los restaurantes y otros locales de ocio del municipio, que como efecto colateral provocó un apagón en la zona. «Es un día fuerte; para nosotros, que somos un local de tapeo, supone unos 1.400 euros que te quedas sin ingresar un día así de invierno; imagínate lo que significará para los grandes restaurantes», comenta José Luis Ortiz, uno de los propietarios de La Miguelita, que confiesa que el sábado estaban de nuevo listos para abrir.

Esa es la versión que ofrecen desde los espacios consultados del municipio. La mayoría solo tuvo que cerrar el viernes y tampoco se atreven a calcular la caja de un día con esas condiciones meteorológicas; si hubieran podido abrir, si no hubiera habido apagón, quién vaticina una buena clientela con un temporal encogiendo el ánimo de los vecinos. En Silverio, otro espacio de la localidad, añaden otra pérdida: los postres helados. «Los frigoríficos no aguantaron, se deshelaron y volvieron a congelar: ese es género perdido», apuntan desde el local.

Sin embargo, como advierten en el mismo restaurante, las cámaras donde se guarda la carne y otros alimentos sí que resistieron el apagón. «Los congeladores aguantaron bastante bien por ser solo un día. Ahora este tipo de cámaras están preparadas», abunda Ortiz, de La Miguelita, «seguramente incluso en las casas tuvieron más pérdidas que nosotros».

En lugares como este, o en el Mesón del Vino, La Posada de Águeda, o el restaurante Ramos -en San Antonio- repiten la misma versión. En este último añaden que les aconsejaron «mantener las cámaras bien cerradas durante ese día». «Ni siquiera podíamos entrar porque la persiana va con la luz, pero salvo alguna pequeña cosa, el género aguantó bien», asegura Jesús Nogués, de Arcys, también en Requena, «no pudimos abrir las neveras durante unas horas, pero solo con el frío que hacía fuera el género podría haber aguantado».

Lo que lamenta este hostelero, como el resto de los preguntados, es haber tenido que cerrar el viernes. «Las pérdidas nos vinieron a todos por ahí», asegura el propietario de Arcys, que si bien no se atreve a hacer un cálculo de la caja, sí apunta que los viernes, cuando se suele llenar el local, hay cerca de un centenar de personas consumiendo.

En algunos locales la luz volvió sobre las nueve de esa misma noche, pero ninguno acudió a abrir. Restaurantes como Ramos, en San Antonio, aseguran que, pese a que ellos tuvieron suerte, en otros municipios cercanos a Requena los restaurantes no pudieron abrir hasta el domingo.