Es probable que los más de cuatro millones de visitantes al año que pasan por las estructuras diseñadas por Santiago Calatrava observen la figura de l'Àgora ajenos al hecho de que está inacabada, de que la cubierta debería tener unas lamas como remate y de que éstas yacen como esqueletos de barcos vikingos en un descampado repleto de maleza que mira a la Ciudad de las Artes y las Ciencias y al Centro de Investigación Príncipe Felipe, mutilado durante la crisis con un ERE brutal que dejó en el aire decenas de líneas de investigación.
El remate de l'Àgora costaba cerca de 15 millones de euros. La falta de solvencia de la Generalitat Valenciana allá por 2009 impidió terminarla. Pero el proyecto ha estado coleando durante años. De hecho, en el último informe del Síndic de Comptes, la sindicatura cifra en 13 millones la depreciación del edificio por culpa de no estar concluida. Hacerlo costaría esos 15 millones mencionados, algo a lo que el actual gobierno liderado por Ximo Puig ha renunciado.
Ante la ausencia de las lamas en forma de pinchos y vidrieras, que se echan a perder entre malezas varias y las inclemencias del tiempo en un solar cercano cuando deberían coronar la emblemática construcción de manera móvil (con un sistema hidráulico), el agua manaba a sus anchas por los 40 orificios del techado por donde se tendría que haber procedido a su anclaje. Más tarde se reparó.
A pesar de la demora del proyecto (se esperaba para 2007), el arquitecto se olvidó de diseñar los baños suficientes, por lo que tuvieron que ser incorporados en las vísperas del Open de tenis. El proyecto fue modificado en marzo de 2009, cuando se incluyeron además puertas de entrada para camiones, algo necesario para el montaje y desmontaje de los eventos que acoge el edificio que terminó costando más del doble de lo presupuestado (unos 95 millones de euros).
