Son las nueve de la noche. Paloma regresa a casa cargada con bolsas de regalos tras celebrar el quinto cumpleaños de su hijo pequeño -el menor de tres hermanos-. Cuando se dispone a abrir la puerta de su domicilio descubre que su llave no entra y que en lo alto de la puerta hay un papel, escrito a mano, en el que se le notifica que el Juzgado de Primera Instancia número cuatro de Mislata ha procedido al cambio de cerradura en virtud de un procedimiento de ejecución hipotecaria. «No me lo podía creer. No llevaba ningún cuño y no sabía si era verdad, si me estaban gastando una broma, o si unos 'okupas' se habían colado en mi casa», reconocía esta vecina de Mislata.

La incredulidad inicial dio paso a la indignación cuando confirmó que una comisión judicial había entrado en su casa sin estar ella presente y que pese, a ver que el inmueble estaba habitado, con comida fresca en la nevera y productos de higiene personal en el baño, cambiaron la cerradura dejándola en la calle junto a sus tres hijos, de cinco, siete y 17 años. Además, la mujer trató sin éxito de localizar a su casero, para pedirle explicaciones por no informarle del proceso de ejecución hipotecaria que estaba en marcha, pero éste todavía no ha dado señales de vida.

«Me puse a llorar en el coche, no sabía qué hacer», revivía con pesar Paloma, quien desde la noche del jueves está durmiendo en casa de una amiga, mientras que sus hijos se han quedado en casa de su abuela paterna. «Estoy separada y tenemos custodia compartida, estos días estarán con su padre pero el lunes no sé dónde iremos», se lamentaba.

El próximo mes de mayo llevaría dos años viviendo de alquiler en este piso de la calle Aldaia de Mislata. Regularmente la mujer, que se encuentra actualmente en el paro, ha pagado las mensualidades de 250 euros a su casero, residente en Barcelona. No obstante, era éste quien, al parecer, llevaba tiempo sin hacer frente a la deuda hipotecaria hasta que el banco ha ordenado su ejecución. Paloma asegura que desconocía por completo esta situación y que las cartas que llegaban del juzgado, al ir a nombre del propietario, se las entregaba en mano sin abrirlas y sin posibilidad alguna de conocer que su vida en esas cuatro paredes tenía los días contados.

Un día para vaciar la casa

«Imagínate llegar de noche a tu casa y verte en la calle porque alguien ha cambiado la cerradura y que no puedes entrar ni a dormir en tu propio domicilio», relataba indignada Paloma mientras empaquetaba sus pertenencias después de que el juzgado le abriera la vivienda por unas horas durante el día de ayer para que vaciara el inmueble. «Nos han abierto la puerta a las nueve y media de la mañana diciendo que nos hacen supuestamente un favor porque se han saltado el protocolo», explicaba sin dejar de sacar bolsas de ropa al rellano con la ayuda de unos amigos. En un primer momento solo le iban a dar diez minutos para sacar lo imprescindible, pero finalmente le dieron de margen hasta la noche. «No tenía ni bragas para cambiarme, llevo tres días con la misma ropa».

Para colmo de males, ayer por la tarde el ascensor de la finca sufrió una avería, y todos los viajes a la furgoneta los tuvieron que hacer bajando los cuatro pisos por la escaleras. «Se junta todo. Lo que nos podamos llevar, nos lo llevaremos, y lo que no se quedará ya aquí, porque no podemos volver a entrar», explicó resignada.

Eso sí, su letrado, Óscar Fernández, ya ha anunciado que tomarán medidas legales porque esta situación no puede quedar así y va en contra del derecho a la inviolabilidad del domicilio recogido en el artículo 18.2 de la Constitución. «Preguntaron a la vecina de al lado y, como no habla español, cogieron y abrieron la puerta sin preocuparse sobre quién vivía dentro», critica la afectada.

«Encima dejaron un papel escrito a mano, sin ni siquiera un cuño que justifique que esto es del juzgado», añadió mostrando el escrito. «Esto lo puede hacer cualquiera». Así, cuando al día siguiente fue a pedir explicaciones al juzgado, Paloma asegura que una funcionaria le respondió: «A ver si te crees que voy a llevar todos lo cuños detrás para ponerte un cuñito como que es del juzgado».

Asimismo, desde el juzgado de Mislata que llevó a cargo la ejecución hipotecaria le argumentaron que la vivienda no figura a su nombre, y que tras varias notificaciones a su propietario, debían proceder de esta forma para hacer entrega de las llaves al banco. Asimismo, el contrato de alquiler está a nombre de su anterior pareja, por lo que incluso pusieron en duda que no estuviera allí de okupa. «Yo no tengo ningún problema en pagarle al banco lo que le estaba pagando al casero», ofreció como alternativa.