No solo a los votantes les puede interesar qué niveles de testosterona tienen sus representantes públicos, sino también a los políticos, quienes «padecen» esta sobredosis adictiva para alcanzar o mantener el poder. «Se podrían adaptar los estudios de ciencias políticas para integrar materias relacionadas con la inteligencia emocional, no solo con leyes. Fomentar la resolución de conflictos de forma colaborativa es vital». m. b. valencia