Tumbado en la cama, aunque sin conseguir conciliar el sueño. Dolorido por las quemaduras que sufrió en la parte derecha de la oreja y la pierna izquierda, pero con mayor pesar por todas las personas que se han quedado sin trabajo tras el devastador incendio originado cuando realizaba un trabajo de envasado de un compuesto químico orgánico que maneja a diario, el MEK. «Me pasó a mí, pero le podía haber pasado a cualquier otro compañero. Tuve en cuenta todas las medidas de seguridad, la verdad es que no me puedo explicar qué falló», se pregunta una y otra vez sin encontrar respuesta Raúl, el operario de 27 años de Indukern, único herido y milagroso superviviente del mayor fuego que se recuerda en el polígono Fuente del Jarro de Paterna.

«Es un milagro, he vuelto a nacer. Estaba a menos de un metro y no se me clavó nada. Gracias a mis compañeros, que me tiraron al suelo y me hicieron rodar para apagar el fuego, estoy ahora aquí», confesaba agradeciendo la rápida actuación de aquellos que estaban cerca y corrieron a ayudarle, así como del apoyo mostrado tanto por sus compañeros como por su jefe tras lo ocurrido, sin reproches ni recriminaciones de ningún tipo.

Sobre las circunstancias en las que se produjo esta primera deflagración que daría pie a una serie de rápidas explosiones que arrasaron cuatro empresas y afectaron a otras tres, Raúl recuerda que estaba comenzando a envasar uno de los contenedores con un derivado de la acetona conocido como MEK, metiletilcetona, compuesto químico altamente inflamable que reacciona ante agentes oxidantes fuertes, calor, chispas o acumulación de vapores. «Abrí el depósito, metí el inyector y al acercar el líquido explotó».

«Una burbuja de fuego se vino a mí y salí corriendo, aturdido y sin rumbo, envuelto en llamas», relata el trabajador. Su instinto lo llevó inmediatamente a la zona de las duchas de emergencia situadas justo al lado para este tipo de situaciones contaminantes o de vertido en el envasado.

«No me lo explico, cumplimos todas las medidas de seguridad, coloqué la toma de tierra para evitar una posible derivación en contacto con el depósito. Es algo que hago cada día de lunes a viernes desde que entro a las diez hasta las seis», remarcaba sin intender por qué reaccionó así el compuesto químico. Asimismo, indica que portaba gafas y guantes de seguridad para la manipulación de este componente con el que la empresa fabrica disolventes.

Ahora lo único que quiere este operario, padre de tres hijos y que llevaba en la empresa desde el mes de septiembre, es volver a la normalidad y superar este desastre en el que por suerte no hubo víctimas mortales. Psicólogos del Ayuntamiento de Paterna le ayudarán en esta tarea. «Lo importante es que ninguno de mis compañeros resultó herido».