Tras 72 horas intensas en Madrid, la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, apenas tendrá tiempo de descansar cuando deshaga sus maletas. Hoy lunes está convocada la junta directiva regional para dar oficialmente el pistoletazo de salida al congreso regional, una cita marcada ya en el calendario (1 y 2 de abril) en la que la lideresa intentará legitimar su liderazgo con el reto de celebrar unas primarias que no tienen precedentes. La reunión tendrá lugar en plena resaca de congreso nacional que deja un sabor agridulce en el PPCV ya que el objetivo marcado de entrar en el círculo de poder de Génova no se ha logrado.

Desde el entorno de la lideresa, sin embargo, se mantiene que, tal como arrancó el congreso (la sentencia de Gürtel y la aceptación de 9 empresarios de que hubo financiación irregular), no han salido tan mal parados. Siete puestos (frente a los ocho que había) y una renovación que ha permitido abrir la puerta de Génova a la mano derecha de Bonig (Eva Ortiz) y sacar a personas que no formaban parte de su círculo de confianza.

Ahora bien, con la vista puesta ya en el congreso regional el análisis del reparto de sillas deja otras conclusiones que van más allá del dilema de si el ninguneo se debe a que Génova sigue aplicando el cordón sanitario al PPCV por el lastre de la corrupción del pasado o, sencillamente, la organización no ha sabido todavía hacer valer ante Madrid su peso y sus votos.

Una de las lecturas en la que coincidían muchos compromisarios es que la dirección de Alicante capitaneada por José Ciscar sale reforzada y Bonig, más dependiente del apoyo de esta provincia. Una deuda que Alicante se cobrará cuando llegue el momento de renovar equipos.

Además, según algunos dirigentes, el congreso nacional podría haber abierto una grieta con la provincia de Castelló, de donde es Bonig. Javier Moliner es el único de los tres dirigentes provinciales que no está en el comité, un hecho que algunos atribuyen a que la propia Bonig no peleó por que estuviera. Las fuentes consultadas aseguran que el malestar fue muy visible en la cena que el sábado por la noche tuvo toda la delegación valenciana.

También hay acuerdo en que el congreso ha reforzado al barón provincial de Valencia, Vicente Betoret, cuya relación con Bonig está muy estropeada. A la sorpresa de su nombramiento como vocal en el comité (vía Génova y sin contar con el aval Bonig), se suma el mensaje en clave interna que Rajoy lanzó en la Caja Mágica de Madrid: no quiere congresos regionales ni provinciales de confrontación (es decir, con más de un candidato). La directriz de Génova es clara: hay que integrar y evitar la imagen de división bajo el convencimiento de que la unidad da resultados en las urnas.

El mensaje de Rajoy empuja a la regional y a la provincial a reconstruir unos puentes que llevan rotos muchos meses. Es uno de los principales retos que tiene delante Isabel Bonig y que va más allá de un acercamiento personal entre ambos dirigentes. El partido en la provincia está todavía por coser y es un foco de tensiones ya que todavía no se ha recuperado de la caída del rusismo y la pérdida del poder local. En el cap i casal, con una gestora y con la situación sin resolver de los concejales imputados en Taula, el problema es mayor.

El otro desafío tiene que ver con el desarrollo del congreso. Por primera vez en la historia, el PPCV abordará la elección de la presidencia de forma asamblearia. Bonig se ha comprometido (de hecho, lo ha peleado con éxito en Génova) por permitir que todos los militantes puedan votar. Ahora bien, organizar unas primarias en un partido con más de 100.000 afiliados es una empresa monumental. Hoy la junta directiva eligirá el comité organizador y aprobará el calendario, pero la hoja de ruta no es sencilla. Habrá que depurar censos, organizar votaciones, aprobar un reglamento, etc. Y, sobre todo, lograr una participación relevante que legitime el proceso.