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Entrevista

Andreu Claret: "Toda jerarquía instrumentaliza la religión al servicio de otros intereses"

«Como pasó con los primeros cristianos, muchos musulmanes radicalizados son la punta de lanza de intereses geopolíticos», asegura el escritor y autor de la novela "Venjança"

Andreu Claret: "Toda jerarquía instrumentaliza la religión al servicio de otros intereses"

­Alejandría es un faro inmejorable para ver cómo el mundo árabe ha pasado de la euforia por la libertad, a la frustración.

Vivir allí este tránsito ha sido muy interesante. La convulsión acabó en desilusión de los jóvenes, que pedían un cambio más profundo en libertades individuales. Los Hermanos Musulmanes quisieron pasar de una dictadura militar a un régimen conservador autocrático y muy marcado por la religión.

Eso desató la movilización.

Sí. En un año hubo un golpe militar para sacar del poder a Mursi. Los jóvenes quedaron desconcertados. Y los militares no han sido diferentes con su política represiva. De ahí viene la enorme frustración. Egipto se encamina a próximas explosiones sociales y revueltas. Y los jóvenes se ven atrapados en el dilema entre la dictadura militar y el retorno a la autocracia islamista.

Usted ha dirigido el Institut Europeu de la Mediterrània. ¿Cree que las diferencias entre una orilla y otra del Mediterráneo son tan grandes como se presentan?

Las diferencias económicas y sociales son enormes. Hablamos de unas diferencias de renta de 1 a 7. No hay ninguna frontera del mundo en la que haya este salto de renta entre una parte y otra como los 18 kilómetros que separan la costa española y la marroquí. La diferencia está en la solución que se da a los problemas. Para nosotros, la solución está en el marco de sociedades democráticas, donde ya hay un mínimo de bienestar garantizado por el Estado. En las sociedades árabes es más fácil la explosión social que el cambio ordenado y en positivo. Túnez es la excepción. Allí se ha abierto una transición democrática con un consenso social amplio. Si la culminan, pueden por fin demostrar que la democracia y la libertad es posible en un país árabe.

Por eso está tan preocupados los terroristas.

¡Claro! Por eso quieren hacer daño en Túnez: si allí sale bien, daría esperanza a los jóvenes árabes desesperados que a veces basculan hacia el extremismo. Si Túnez logra demostrar que la democracia puede ser una herramienta de construcción social, eso se expandirá a los países del Magreb y puede ayudar mucho a cambiar la situación.

Sorprende el título de la novela: «Venjança». ¿Por qué?

Porque hay personajes muy vengativos. Pero lo importante es el subtítulo: «La dona que buscava la veritat a Alexandria»: una mujer de hoy que ha dejado atrás Estados Unidos y se instala en Alejandría para buscar la paz y escribir una novela. Sin embargo, se ve inmersa en el asesinato de un amigo. Y esa mirada de mujer, de comprensión de la complejidad, guía el desarrollo del thriller. Creo que las mujeres tienen una capacidad de comprensión que les permite encontrar soluciones donde los hombres encallan.

La novela es un homenaje a los primeros cristianos de Oriente. ¿Quiénes fueron?

Hicieron algo extraordinario: fueron capaces, en un contexto dominado por las religiones paganas y la religión judía, de hacer fructificar el cristianismo. Cuando esa espiritualidad comenzó a codificarse, en el siglo IV, en una religión y en una Iglesia, esta Iglesia actuó de una forma violenta contra las religiones que la precedían. El patriarca de Alejandría tuvo una enorme responsabilidad en la destrucción de los templos paganos, en los primeros pogromos contra los judíos de Alejandría, y en el asesinato de Hipatia. Aunque no se pueda demostrar que lo ordenó él, sí que creó las condiciones para que los más radicalizados asesinaran a Hipatia por considerarla un símbolo de este paganismo y una mujer que buscaba la síntesis entre el paganismo y el cristianismo emergente.

Hipatia: ¿qué nos enseña hoy?

Fue una mujer excepcional. Sigue siendo un mito como matemática, astrónoma, filósofa. Nos enseña que si una mujer pudo llegar a ser todo eso en el siglo IV, imagínate hoy. También nos enseña a buscar la síntesis. Un espejo para los que buscan el diálogo entre razón y fe, entre libertad y religión. Lo que me ha interesado es trazar paralelismos entre aquello que pasó hace 1.600 años y lo que hoy ocurre.

¿Y qué comparación establece entre aquellos primeros cristianos y los musulmanes de hoy?

Es evidente: los pueblos profesan una espiritualidad individual y colectiva que les da fuerza para resistir ante las adversidades. Pero las Iglesias estructuradas y jerarquizadas lo utilizan siempre en beneficio de intereses políticos. Pasaba entonces con el Imperio romano de Oriente, que había declarado ya el cristianismo como religión oficial del imperio, y pasa hoy: muchos musulmanes radicalizados, árabes o no, no hacen más que ser la punta de lanza de intereses geopolíticos o que muy poco tienen que ver con las necesidades de la población.

Cualquier jerarquía desvirtúa el origen.

Desvirtúa e instrumentaliza la religión al servicio de otros intereses.

¿Qué opina de los refugiados?

Era una crisis anunciada. Vimos cómo la guerra de Siria se transformaba en un cáncer regional sin que nadie hiciera nada durante cinco años. Ahora han pagado las consecuencias. La actitud europea no es comprensible. Da vergüenza ver los campos de refugiados en tiendas de campaña bajo la nieve. Me recuerda a cuando mis padres huyeron tras la Guerra Civil y llegaron al campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, en Francia. Muy lamentable.

¿Qué nos enseña Alejandría?

Que una ciudad puede morir y renacer varias veces. Su fuerza es extraordinaria. Y volverá a renacer.

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