El cambio climático está generando modificaciones en el ciclo vital de la procesionaria del pino, cuya presencia en el territorio valenciano ha alcanzado su pico máximo en 2015 y 2016, coincidiendo con los años más cálidos desde que se tienen registros.
El calentamiento del clima ha hecho que la procesionaria haya aparecido en lugares como la Puebla del Salvador, en el Rincón de Ademuz, donde era prácticamente desconocida, o que esté completando su desarrollo larvario en apenas cuatro meses cuando lo habitual es que en un año con las estaciones bien marcadas, en especial el invierno, la procesionaria emplee 6,8 y hasta 10 meses.
En el ámbito climatológico, 2014 fue el año mas cálido desde 1950, superado de nuevo en 2015 y con un año 2016 también extremadamente cálido, solo superado por los dos anteriores.
En ese contexto climático es en el que la procesionaria se reproduce con más rapidez y en lugares donde los fríos de diciembre, ahora muy menguados, mantenían la plaga bajo control.
«Siempre se dijo que la procesionaria nunca superaría la latitud de París, pero ya lo ha hecho y ha provocado preocupación en Europa», dijo ayer Eduardo Pérez, responsable del área de Sanidad Forestal en la Generalitat Valenciana.
Ayer, el director general de Medio Natural y Evaluación Ambiental, Antoni Marzo, explicó que pese al aspecto mortecino que presentan las masas de pinar afectadas por la procesionaria, no es una plaga que represente un «riesgo ecológico».
«Los árboles pierden las acículas, pero no mueren; sin olvidar tampoco que la procesionaria está en la dieta de muchos insectívoros y por tanto juega un papel importante en la biodiversidad», añadió.
Antoni Marzo manifestó que el papel de Medio Ambiente en este caso es el «control de la plaga, nunca su erradicación».
La conselleria ha colocado este año 5.000 trampas con feromonas atrayentes, la mayoría en espacios naturales protegidos, y realizado tratamientos terrestres con mochilas pulverizadoras y cañones hidroneumáticos. En conjunto se ha actuado en 438 kilómetros de caminos rurales y forestales y en zonas recreativas donde se concentra la presencia humana hasta cubrir un total de 700 hectáreas de territorio valenciano.
«En realidad es más un problema de salud pública, por los efectos irritantes que provoca en personas y animales, que un problema medioambiental», explica el director general.
«En esta época se inicia el proceso de bajada de la oruga de los árboles para formar las crisálidas y es cuando puede ocasionar las mayores molestias a las personas y los animales. Por eso es conveniente alejarse de las orugas y no entrar en contacto con ellas, sobre todo las personas alérgicas y en días de viento. Cuando se sienten amenazadas, desprenden los pelos urticantes que pueden provocar irritación en los oídos, nariz y garganta, así como intensas reacciones alérgicas y graves lesiones en los perros».
Antoni Marzo recordó que las competencias en el control de insectos peligrosos para la salud pública recaen en los ayuntamientos, a los que pidió su colaboración para intervenir en el control de la plaga en parques, jardines y áreas próximas a los núcleos urbanos.
Convenio
Antoni Marzo presentó ayer el convenio firmado con el Consell Valencià de Col.legis Veterinaris (CVCV) para el desarrollo de una campaña informativa conjunta sobre los riesgos que representa la oruga de la procesionaria en los animales domésticos y en especial, en los perros.
El contacto directo de los animales con las orugas puede resultar peligroso para las mascotas y provocar el necrosamiento de algunos órganos internos si se ingieren, e incluso la muerte.
La conselleria y el colegio colaboran con un folleto divulgativo que será distribuido «a través de los 800 establecimentos veterinarios abiertos en la Comunitat Valenciana», según explicó el presidente del CVCV Francisco Beltrán.