Más de un siglo de lucha por la libertad y la igualdad se apagó en la madrugada de ayer con la muerte de Alejandra Soler (València, 8 de junio de 1913). A los 103 años nos ha dejado esta maestra republicana, nuera del periodista Azzatti, que hasta el último minuto de su larga vida «ha trabajado por conseguir un tiempo en el que toda la gente pueda vivir mejor», señala la historiadora Cristina Escrivà.

Generosa, valiente y combativa, la voz de Alejandra siempre ha hecho frente a las injusticias. Así, en 2012 no dudó ni un segundo en dar su apoyo a los estudiantes de la Primavera valenciana.«La brutal e imposible de calificar carga policial contra los estudiantes del instituto Lluís Vives nos ha sublevado, pues nos ha traído recuerdos de cargas de otros tiempos en los que no había democracia...», decía entonces.

A sus 99 años aún se veía con fuerzas e ilusión para salir a manifestarse con los alumnos de su instituto, a los que llamaba cariñosamente «mis nietos» y en los que veía «a los herederos de los ideales» de la Federación Universitaria Escolar (FUE), el movimiento estudiantil en defensa de una enseñanza pública de calidad, laica y moderna que surgió en la década de los años 20 del siglo pasado, en el que Soler estuvo desde el principio.

Formada en la Institución para Enseñanza de la Mujer, filial en València de la Institución Libre de Enseñanza, Soler cursó el Bachillerato en el Lluís Vives, el único centro de Secundaria de la provincia.

En el Vives, como miembro de la la FUE, participó en las revueltas estudiantiles de 1928 contra la dictadura de Primo de Rivera, de las que era la última testigo. Las aulas de institutos y universidades se alzaron contra el decreto del 29 de mayo de 1928 en el que el ministro de Educación, Callejo de la Cuesta, autorizaba la universidad privada.

«Recuerdo que la Guardia Civil entró a caballo en los jardines del instituto persiguiendo a los estudiantes, y luego al claustro. Todos los que estábamos en clase nos levantamos y salimos a ver qué pasaba... Yo tenía 15 años y cosas como aquellas no las olvido», contó a este periodista en 2012. Aquellas revueltas estudiantiles, duramente reprimidas por la Guardia Civil, dieron pie a un movimiento político más amplio que no sólo contribuyó a la derogación del Decreto Callejo sino también a la caída de Miguel Primo de Rivera en 1930.

Alumna y maestra rebelde

«Éramos unos críos y nos sublevamos para defender la instrucción pública, para que no se escatimara dinero a la enseñanza pública mientras se daban facilidades a la privada. Luchábamos por una instrucción completa desde Primaria hasta la Universidad en la que nadie se quedara fuera por no tener dinero. Y ahora que somos unos viejos, nos sentimos identificados en la defensa que hacen los jóvenes por una enseñanza pública de calidad y para todos», reflexionaba.

El 14 de abril de 1931 fue una más entre la multitud que tomó la plaza del Ayuntamiento para celebrar la proclamación de la II República, y dos años después, el 19 de noviembre de 1933, votó en las elecciones generales, las primeras en las que se permitió ejercer a las mujeres el derecho al voto.

En 1935 ingresó en el Partido Comunista, a raíz de la represión del levantamiento minero de Asturias, y un año después se licenció en Filosofía y Letras, en la especialidad de Historia. Llegó a dar clases en el Vives durante la Guerra Civil como profesora ayudante. En 1939 inició desde Barcelona su marcha hacia el exilio, en la URSS, donde fue maestra de los niños de la Guerra. Allí sobrevivió al sitio de Stalingrado, rescatando «bajo las bombas» a 14 de sus alumnos. En 1971 volvió del exilio para instalarse en Madrid y, seis años más tarde, regresó a València.

Hoy, a las 10.00 horas, será la despedida a esta luchadora en el Tanatorio Municipal y a las 11.30, su inhumación en el Cementerio General. El grupo de cámara Marxant cumplirá su último deseo al interpretar Al vent de Raimon, la Internacional y el Himno de Riego.