El aumento del interés por donar médula ósea tras la muerte del joven Pablo Ráez ha puesto de relieve el cambio en la modalidad principal de las donaciones. Los médicos insisten en que el donante ha de estar informado, convencido y no dejarse llevar por impulsos sentimentales. Buscan evitar una triste realidad: los últimos cinco casos de personas que se habían declarado donantes de médula en La Fe se han echado atrás a la hora de la verdad, según el Centro de Transfusión de la Comunitat Valenciana.

Pero es igualmente cierto que la donación de médula ósea a través de punción medular, forma tradicional de donación y que obliga a anestesia e ingreso hospitalario, está cediendo terreno a otra técnica, menos agresiva, como es la donación por aféresis: la sangre pasa por una máquina que recoge solo las células madre del torrente sanguíneo y devuelve la sangre al organismo. Según el Redmo, en el último año contabilizado (2015), en España se produjeron un total de 450 trasplantes: 314 casos fueron por aféresis, 75 por punción medular, y 61 casos se realizaron mediante cordón umbilical.

Encarna Moreno, de Requena, es un ejemplo de cómo está cambiando la forma de donación. Ha donado médula. No para una donación anónima, sino para intentar salvarle la vida a su hermano. Su actitud es un caso que se reproduce. «Cuando el hematólogo me estaba informando, pregunté por qué no me hacían una punción lumbar para extraer la médula ósea, directamente en las crestas ilíacas. Era una pregunta de ignorancia total sobre el tema. Me contestó que para nada, que sólo en casos excepcionales se hace con ese procedimiento, ya que el método más utilizado y sencillo para el donante es el proceso de aféresis. Se extraen las células madre a través de la sangre periférica. Es similar a una transfusión de sangre, aunque en un proceso más completo».

El desconocido proceso

Su relato es valioso para hacerse una idea de cómo es donar médula, en la mayoría de casos. «Durante los cinco días previos a la aféresis me estuve pinchando unas inyecciones finas en la tripa. Un par cada día. El fin de éstas inyecciones es estimular la médula ósea para que produzcan más células madre y éstas salgan al exterior a través de la sangre periférica». Dice que el único efecto fue una ligera molestia muscular. «Como si estuviese con gripe», señala. No necesitó ni el Gelocatil recetado.

Llegó el «día D». «Yo estaba ansiosa, esperanzada y muy feliz de tener esa oportunidad, de regalar un poco de mí. Y con ello dar vida a una persona, mi querido hermano». Encarna se tumbó en la cama. Las enfermeras rodeándola, su marido al lado. Le pusieron una vía en el brazo izquierdo. Su sangre empezó a salir al exterior. «A un lado había un aparato grande, al que llaman selector o separador celular, y ahí quedaban depositadas mis células madre en una bolsita que yo observaba continuamente como si en ello me fuese la vida. Porque ahí nos iba la vida no sólo a mi hermano, sino a toda la familia».

El resto de componentes de la sangre volvía a entrar en su torrente sanguíneo a través de otra vía colocada en su brazo derecho. Es decir, una vía de entrada y otra de salida. Así es el proceso de donación de células madre mediante aféresis.

Al no salir todas las células madre necesarias el primer día, hubo que repetirlo al día siguiente.

Encarna cuenta todo esto para llegar a este punto: «No hubo dolor alguno, y es muy importante hacer hincapié en esto. No duele nada. No tuve ni un ligero mareo ni nada de nada. Al acabar fuimos a comer algo, por lo que no tardé en recuperarme. Esa misma tarde estuve en mi comercio atendiendo a mis clientes y al día siguiente exactamente igual», asegura.

La donación se hizo. Pero, desgraciadamente, la enfermedad siguió avanzando y tres meses después el hermano de Encarna murió. «Otros sí que salvan la vida. Ojalá la gente pierda el miedo», suspira ella.