Eran los tanques de la época. Los aviones F-16, los transbordadores para la guerra. Eran caballos para el Ejército: la joya de la corona militar. Ya los Reyes Católicos se preocuparon por crear una Yeguada Real, con sede en los bosques de Aranjuez. Dicen que fue la más antigua de Europa, y los monarcas la mimaron. Felipe V sentó las bases de la compra, cría y cuidado de caballos para proveer al Ejército. Razas puras, genética primorosa. Luego, en 1893 la Yeguada Militar fue instituida. Han transcurrido muchos siglos, y mucha Historia, para que Zenzur, Fabrilo y Epigram hayan llegado hasta Nàquera.

Son tres caballos sementales de raza selecta y con caudal genético contrastado. Pertenecen a la plantilla del Ejército español. Concretamente, al Centro Militar de Cría Caballar de Zaragoza. Y van a pasar dos meses, hasta el 26 de mayo, en el núcleo zoológico de la Universidad CEU-Cardenal Herrera con una misión: dar «servicio público» para inseminar a yeguas de criadores equinos y particulares valencianos. Del que quiera. Solo tiene que pagar una cantidad irrisoria, según los expertos, para lo que se mueve en el sector: 115 euros por este depurado semen equino, más unos 125 euros por los gastos del personal veterinario que atiende el procedimiento.

Zenzur, nacido en 2001, es un pura raza español, la raza mayoritaria en la Comunitat Valenciana. Luce un delicado pelo negro (capa negra, para los entendidos) y algunas crías suyas se han vendido en México. Tiene una alzada de 1,60 metros. Apartado, porque no se llevan bien, está Fabrilo: un pura raza árabe de 2007 y con capa castaña. El de mejor carácter es Epigram, un anglo-árabe tordo de capa y con una alzada de 1,66 metros y un historial de gran requerimiento por propietarios de yeguas. Son tres efectivos, sin sueldo ni armas, del Ministerio de Defensa.

La llamada «Parada de Sementales» ha llegado en primavera, la época de reproducción. Cuenta Rosana Domingo, directora del servicio clínico equino de la Facultad de Veterinaria del CEU, que no está permitida la monta natural con estos caballos. La razón: minimizar riesgos (patadas, mordidas, etc.) y aumentar la higiene en el trabajo. Es más cómodo que los caballos monten sobre maniquís y que se proceda a la extracción del semen. Posteriormente se evalúa y se procede a la inseminación artificial de la yegua. «Tienen hasta tres posibilidades para conseguir la fecundación. Pero lo habitual, por la gran calidad del semen, es que a la primera o como mucho a la segunda ocasión se consiga», explica la veterinaria.

La resaca de la crisis equina

Estos caballos llegan en la primavera del año, pero dentro de un invierno económico para el negocio y la afición equina. La crisis golpeó de forma brutal la pasión por el caballo que había engordado, como casi todo, al abrigo de la burbuja económica. Pero con la resaca del pinchazo, los ganaderos y, sobre todo, los particulares redujeron los niveles de reproducción equina. No por el gasto de la cubrición, sino por el dispendio que comportaba criar un potro y la dificultad de venderlo en un mercado cada vez más reacio a gastar dinero. En este caso, subraya la veterinaria del CEU, la ocasión permite una relación calidad-precio muy grande. «Si no fueran de Defensa, por el semen de caballos como estos se suele pedir 500, 1.000 o más de 1.000 euros», especifica Rosana Domingo.

Los historiadores sitúan en 1864 la creación del actual y moderno Servicio de Cría Caballar. Se organizaron los depósitos de sementales y luego se instituyó la Yeguada Militar de Córdoba, encargada de reconstruir la Pura Raza Española. Luego se fundó el Servicio de Remonta, que tutelaba la reproducción. Ahora, cuando ha transcurrido medio milenio desde los orígenes de la Yeguada Real y los caballos ya no van a la guerra, el semental castrense sigue en perfecto estado de revista.