...    
Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Arantza Abril: "Ser matrona en África enseña la increíble fortaleza de la mujer"

"Aquí un embarazo es algo muy deseado, cuidado, con un seguimiento exhaustivo; allí no hacen ni caso", afirma la matrona de Médicos Sin Fronteras

Arantza Abril: "Ser matrona en África enseña la increíble fortaleza de la mujer"

La valenciana Arantza Abril solo tiene 38 años, pero ya ha ejercido de matrona de Médicos sin Fronteras en Siria, Irak, Sudán del Sur, Etiopía, Honduras, Zambia, Nigeria, y en Grecia para las refugiadas. Hoy participa en una mesa redonda en La Nau (19 horas) sobre «Mujeres en guerra: refugiadas y desplazadas».

¿Un parto puede llegar a ser tan peligroso como una guerra?

Por supuesto. Y si se juntan, más. La tasa de mortalidad materna se incrementa cuando hay conflicto: el sistema sanitario colapsa y los hospitales son bombardeados, con lo cual el acceso a servicios sanitarios es muy complicado. En Siria lo vi: mujeres que iban de hospital en hospital para encontrar medicación o personal, porque solo atendían a heridos de guerra. Y si necesitas una cesárea y no tienes acceso a ella, seguramente te vas a morir.

Pero incluso sin guerra, un parto es un peligro en países pobres.

Si no hay personal ni técnicas mínimas, un parto con complicación puede ser mortal. Si el útero no tiene fuerza para contraerse tras el parto, esa mujer puede morir desangrada en dos horas si no tiene acceso a alguien que sepa manejar la situación o una medicación sencilla que frene el sangrado.

¿Cómo es un embarazo y un parto habitual en esos países?

¡Es muy diferente! Aquí un embarazo es algo muy deseado, muy esperado, muy cuidado, con un seguimiento muy exhaustivo. En cambio, en los países pobres no hacen ni caso del embarazo hasta que está ya muy avanzada la gestación, quizá el séptimo o el octavo mes. Muchas mujeres abortan al tercer o cuarto mes porque siguen trabajando en el campo, porque su nutrición es deficiente. Saben que es parte de la vida. No van al hospital ni nadie les ve durante el embarazo. No existe el control prenatal, a menos que enfermen. Su día a día no se lo permite, la distancia a un centro de salud puede ser de varios días andando o el copago exigido las disuade. Y en el parto, todo se complica. La mayoría da a luz en casa con una partera tradicional y sin las mínimas condiciones higiénicas. La tasa de mortalidad es muy alta. Por eso, en muchos casos, hasta que el bebé no tiene unos días o incluso semanas no le ponen nombre. Por si se muere, que no duela tanto.

Usted ha visto morir a muchos niños en el parto. ¿Cómo es?

Muy duro. En Sudán del Sur cada día venían madres con bebés asfixiados. Morían por causas que se pueden prevenir. No es que falte un medicamento para una enfermedad muy rara. Mueren porque no tienen acceso a personal, equipamiento o medicación.

¿Cómo sería para una valenciana dar a luz en ese contexto?

¡Sería un shock! No tendría nada de analgesia, ni por gotero ni por epidural, ¡eso sería un sueño! Ni siquiera tendría una ducha de agua caliente. Daría a luz en un hospital con condiciones higiénicas mínimas. Su cama se habría limpiado pocas veces. Y quizá las enfermeras que serían personal no cualificado. Mira: en Zambia trabajábamos con las empleadas encargadas de limpiar que habían recibido un curso exprés de seis semanas. Si el bebé naciera un poco cansadito, se encontraría con que el personal no sabe qué hacer con ese niño. Y a lo mejor, es probable que se le dejara morir pensando que estaba tan enfermo que no se podía hacer nada, cuando solo era cuestión de estimularlo, darle un poco de oxígeno.

Y al revés: ¿qué pensaría una mujer del África rural y pobre al ver el embarazo y parto aquí?

También sería un shock cultural muy grande. Primero, no entendería por qué debe ir tantas veces al hospital para que la vean si no está enferma. Luego, existiría desconfianza. Pero al ver que los niños no mueren y las madres tampoco, que los niños delgaditos salen más gorditos, como nos ocurre sobre el terreno, lo aceptaría.

¿Lo vería todo como un lujo?

¡Un lujo total! Poder ver a tu bebé en una ecografía, poder imaginártelo, escuchar el latido fetal... Sería un lujo inimaginable para las mujeres de los países pobres.

¿Qué le ha enseñado ser matrona en África y otros países?

Que la fortaleza de la mujer es increíble. Cuando una mujer española, asustada, dice «no puedo, no puedo», sé que podría de cualquier manera: sin epidural, sin medicamento. El cuerpo es maravilloso. Solo hay que tener el coraje para salir adelante.

Compartir el artículo

stats