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Generación X 1971-1981 (35-45 AÑOS)

Atrapados entre demasiados mundos

La generación X, de 35 a 45 años, queda como una bisagra entre la tradición y el futuro y sufre con angustia y estrés ser los primeros volcados en trabajo y crianza

Atrapados entre demasiados mundos

Vieron caer el Muro de Berlín con mirada juvenil y ahora, con la guadaña de los 40 marcando una divisoria en el camino, se han visto atrapados entre dos mundos, al más puro estilo Checkpoint Charlie. Como una bisagra demasiado castigada en sus goznes de tanto forzarlos. Como un puente que sabe la orilla de la que partió pero que desconoce dónde acabará o si no crujirá la madera en mitad de la travesía. Quizás sobra retórica para explicar lo que todo el mundo conoce como «crisis de los 40». Algo que los más atrevidos bautizan como viejóvenes, «jóvenes maduros» o contradicciones eufemísticas similares. El caso es que la generación X, personas que hoy tienen entre 35 y 45 años, se han visto atropellados. Trabajo, mucho trabajo, con ley del embudo: no todos llegan a la cúspide que se habían marcado. Y familia, mucha familia.

Según el estudio «Diagnóstico de la diversidad generacional», es la primera generación que aceptó la responsabilidad de desarrollarse profesionalmente y a la vez estar totalmente implicada en el crecimiento de sus hijos. Tanto hombres como mujeres en sendas facetas. Eso son las etiquetas, los resúmenes y el trazo grueso de todo estudio; pero hay tendencias que subraya este análisis que retrata a un grupo de personas, las nacidas entre 1971 y 1981, marcadas ahora mismo por la «responsabilidad» de querer llegar a todo (responsabilidad, esa es la palabra clave) y el subsiguiente estrés por intentarlo.

Presión desbordante

Siempre según el estudio, la generación X no solo se encuentra emparedada entre los dos mundos del trabajo (o su búsqueda si están en paro) y la familia. También se encuentra en medio de la tradición y el futuro. En tierra de todos y de nadie a la vez. Y con dos palos en las ruedas que pone de relieve José María Peiró, catedrático de Psicología Social y de las Organizaciones de la Universitat de València e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). «Sus padres les transmitieron que si te esforzabas mucho, tenías muchas probabilidades de que te fuera bien». Eso ha sido puesto en cuestión: una generación posterior los está atropellando.

Eran los más formados. Pero no sabían que eso dura hasta que llega la siguiente generación. Peiró señala otro aspecto clave para entender la situación «angustiosa» de la generación X. Les dijeron que había que ser felices. La felicidad era como un deber. «Y para ello había que jugar muy bien en todos los campos: en lo profesional, en la formación continua, en la familia. Y no solo con los hijos, también con la pareja, porque ya no está garantizada de por vida como solía ocurrir en la generación anterior. El auge del divorcio les lleva a atender más a la pareja. ¡Y todo ese exceso de expectativas juntas suponen mucha presión!», concluye Peiró.

La rueda que no para

El estudio describe a esta generación y a veces contagia la sensación como de rueda de hámster. De rueda en la que están inmersos y de la que no pueden bajarse. Y menos todavía frenarla «para cambiar su sentido y modificar las cosas».

Cuando hablan de su generación en un sentido colectivo, los participantes en el estudio se describen con palabras como estas: «experiencia, fuertes valores, adaptados al cambio, autoexigentes, gran responsabilidad, capacidad de sacrificio, esfuerzo y perseverancia, versátiles y responsables, compromiso, dinámicos, muy creativos».

En cambio, al ser juzgados por sus empresas, afloran otros términos menos halagüeños. Su autoexigencia les ha abocado a la «ansiedad». Asoma la «frustración» personal en muchos frentes. Están «miedosos ante la generación Y y la Z». Y asumen los daños colaterales que han sufrido: «Son víctimas de la falta de relevo generacional con los baby boomers, y en este sentido son víctimas de la brecha salarial y han tenido que soportar un retraso en la maternidad y la paternidad».

En medio de un imposible equilibrismo entre la vida laboral y la familiar (la falta de conciliación se ceba con ellos), hay un detalle que los investigadores han destacado. Una faceta poco visible: «Una generación tan comprometida con el esfuerzo, atrapada entre sus responsabilidades familiares y las del trabajo y personales, que se han olvidado de cuidarse como personas, como individuos; se han olvidado de su yo».

Los deberes: un síntoma

Dice Peiró que el cambio de sistema que ha zarandeado a la parte más mayor de la generación X contrasta con las generaciones de antes y después. «Ese aspecto -señala el estudio del Observatorio Generación & Talento- es aún mayor cuando lo comparan con sus propios hijos. A ellos, sus padres casi no les ayudaron, mientras que con sus hijos están haciendo de profesores todas las tardes. Perciben que las nuevas generaciones no han tenido que trabajar mientras estudian, han recibido mucho, casi sin ningún esfuerzo».

Tras la caída del muro berlinés y el fin del mundo bipolar, la geopolítica aún está buscando un nuevo equilibrio. Lo mismo ansían los damnificados de la X. Porque no hay Dolly de repuesto.

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