Antes que él fue su padre y en el origen de todo su abuelo, Melchor Duart, que hace más de setenta años inició la comercialización masiva de cebollas, un producto «humilde», que, aunque lejos del «glamour» de otras producciones hortofrutícolas, mantiene un hueco importante en el regadío valenciano. Hoy Juan José Duart, Pepe Duart,comercializa a través de su empresa de 25 a 30 millones de kilos de cebollas cada año.

La mitad de esta producción se hace en campos de cultivo de su propiedad o concertados con productores de Cuenca, Toledo, Ciudad Real, Albacete, Murcia, València, Córdoba y Jaén.

Tanta dispersión geográfica ha hecho de Pepe Duart, probablemente, el regante valenciano más popular en España, gracias a sus relaciones comerciales, pero también a un trato humano basado en la familiaridad y en el respeto a los acuerdos que hacen posible que cada día, desde la factoría de Almussafes y de la de Chinchilla, en Albacete, salgan camiones para siete países europeos: Eslovenia, Bélgica, Rumanía, Holanda, Alemania, Croacia y Chequia. «También exportaba a Rusia, hasta que llegaron las sanciones por lo de Ucrania», comenta con pena.

Sólo a una cadena de supermercados alemana, Duart suministra cada año cuatro millones de kilos de cebollas, además de patatas y sandías, sus otras especialidades.

Recientemente ha sido nombrado presidente de la Acequia Real del Júcar, la institución más antigua del regadío valenciano, con 22.000 hectáreas de tierras de cultivo en 20 municipios diferentes que dan servicio a cerca de 25.000 usuarios. Como ellos, vive de cerca el proceso de adaptación al riego por goteo. A veces añora «regar como siempre», aunque matiza: «Llevamos diez años funcionando con el goteo en la Acequia y todo el mundo lo quiere porque sus ventajas se han comprobado con hechos: regar es más cómodo y se ahorra agua, energía, fertilizantes, que son costes para el agricultor, y también herbicidas, que pueden ser un problema».

Duart sospecha que la Acequia le va a robar tiempo para atender sus queridas cebollas. «Amamos las cebollas», dice en su página web. Y no miente. Se nota mientras enseña con orgullo el centro productor de Almussafes rodeado de cebollas blancas como muñecos de nieve, moradas, de grano, chatas, valencianas... Biodiversidad en estado puro.

Al mismo tiempo, Duart lamenta el férreo control que las multinacionales mantienen sobre las semillas. Por eso colabora con quienes pelean por mantener la variedad valenciana sin renunciar por ello a ampliar horizontes como los que representa la «chalote», especial para asar, y que produce mediante acuerdos en la Bretaña francesa, donde, asegura, «tenemos un cultivador que le tiene tomada la medida. Aquí no acaba de ir».

En el almacén, en el que trabajan de 20 a 30 personas, según temporada, se procesan 150.000 kilos de cebolla en un día. Antes los bulbos duermen refrigerados y a oscuras para que no germinen o perderían su valor comercial.

Por eso mantiene unas instalaciones en Chinchilla, donde el frío que hacía insoportables las estancias en su famoso penal, es ahora el aliado de Duart. «Es un almacén natural», asegura.