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Despoblación

El interior siembra futuro

La Serranía y el Rincón de Ademuz reúnen a sus 83 alumnos de cuarto de ESO en un encuentro para fomentar el arraigo al entorno rural de estos jóvenes con el fin de frenar la despoblación

Jóvenes de 4º de ESO de los institutos de Ademuz, Villar del Arzobispo y Chelva a los pies del pueblo de Ademuz. daniel tortajada

«¡Gente!». Esta es la respuesta unánime a la pregunta de qué echan de menos en sus pueblos. Así hablan los 83 jóvenes de 25 municipios que estudian cuarto de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en los dos únicos institutos de las comarcas de los Serranos y el Rincón de Ademuz: el Instituto de Educación Secundaria (IES) la Serranía de Villar del Arzobispo, con sus dos Secciones de Educación Secundaria (SES) de Alpuente y Chelva, y el IES Ademuz.

A sus 16 años, están a punto de iniciar un camino que para la mayoría de ellos quizás sea sin retorno. Este junio acabarán la enseñanza obligatoria y deben decidir qué hacer con sus vidas. Si buscar un trabajo en un entorno rural marcado por la despoblación donde casi la única salida es el campo, o una escasa oferta de FP que se reduce a dos ciclos de grado medio (Instalaciones Eléctricas y Automáticas en el Villar, y Aprovechamiento y Conservación del Medio Rural en Chelva) si no quieren ir a Teruel o a Utiel, o matricularse en Bachillerato en los IES Ademuz o La Serranía con la mirada puesta en la universidad.

Antes de que estos jóvenes hagan las maletas, agravando el envejecimiento de unos pueblos amenazados de desaparecer en las próximas décadas ante el escaso asentamiento juvenil, un encuentro en Ademuz bajo el lema «sembrar conciencia rural» ha tratado de abrirles los ojos a que en el Rincón y la Serranía también hay futuro si apuestan por el emprendimiento.

Los institutos de estas dos comarcas, las Agencias municipales de Desarrollo Local (ADL) y la Xarxa Jove del Institut Valencià de la Joventut (IVAJ) reunieron el martes a estos jóvenes con ocho emprendedores que se han abierto camino en estos pueblos montando empresas en sectores como el turismo rural, la transformación de productos de agricultura ecológica o innovadoras compañías de servicios de apoyo a las granjas, e incluso montando un gimnasio.

Hijos o nietos de la emigración

La mayoría de estos emprendedores son hijos o nietos de la emigración del campo a la ciudad de los años 60 y 70, especialmente a Barcelona y València, que despobló ambas comarcas y que ahora vuelven a sus orígenes tras constatar que las grandes urbes no son sinónimo de una vida mejor.

Sara Polo, profesora en la SES de Alpuente, es de Titaguas, uno de los siete pueblos de la Serranía con menos de 500 habitantes. Conoce bien la encrucijada en la que están sus alumnos, pues ella también la ha vivido. «Ellos quieren salir y tienen que salir a estudiar fuera, pues es lo que hemos hecho todos», explica. «Lo que queremos -continúa- es que antes conozcan las posibilidades de emprendimiento, más allá de las granjas y el campo, que les ofrece su tierra a nivel de cultura, patrimonio y paisaje, para que también contemplen la opción de quedarse aquí tras formarse».

Jorge Riera, profesor del IES de Ademuz lleva nueve años dando clase en estas dos comarcas, y conoce bien la raíz del problema: «Los chicos tienen una concepción negativa del entorno rural, pues han ido viendo cómo sus hermanos mayores se han marchado a València». «La principal pregunta que les agobia -prosigue- es: Pero aquí, ¿en qué voy a trabajar?». «Las malas comunicaciones agravan las escasas posibilidades de que haya empleo, y al revés; es un círculo vicioso», dice.

Así, la carretera autonómica que une ambas comarcas con València, la CV35, la llamada Pista de Ademuz, ni siquiera llega al pueblo que le da nombre. Acaba 34 kilómetros antes, en Aras de los Olmos, a casi una hora en coche por una estrecha carretera que parece del siglo XIX. El transporte público casi inexistente agrava el panorama.

El Rincón de Ademuz, con un 30,4 % de su población por encima de los 65 años, es la tercera comarca más envejecida de la Comunitat tras el Alto Mijares (33,5 %) y l’Alt Maestrat (31 %), y la Serranía, con un 27,6 %, la cuarta junto a els Ports, seguida de cerca con un 27,3 % por el Valle de Ayora.

Un desierto demográfico

En estas seis comarcas que ocupan más de una quinta parte del territorio de la Comunitat (5.152 km2) apenas hay empadronadas 44.549 personas en sus 77 municipios, el 0,9 % de la población valenciana. Su densidad media es de 8,6 habitantes por km2, por lo que técnicamente se considera un desierto demográfico al tener menos de 10 vecinos/km2. La densidad de población del Rincón es de por kilómetro cuadrado y de 11,5 la Serranía.

En ambas comarcas la población jubilada dobla con creces a la de menores de 16 años: 27, 6 % frente al 11,8 % en los Serranos, y 27, 6 % contra el 13,6 % en el Rincón. Quizás por ello, mientras un grupo de los adolescentes que participan en la jornada debate sobre su futuro a la sombra de los más de 40 metros de altura del campanario de la iglesia de Ademuz, un jubilado les invita: «Tenéis que venir todos los días para que haya juventud por aquí».

«¿Qué podéis hacer para que la gente se quede aquí?», les pregunta el profesor Jorge Riera. «Crear empleo», responden los jóvenes sin titubear. «Si no hay trabajo no tendremos más remedio que irnos fuera», lamenta Quique Esteban, un alumno de Villar del Arzobispo. «Se tendría que hacer algo para mejorar el empleo», añade Pablo López, otro chico del Villar que sueña con volver a su pueblo tras estudiar «una carrera en València».

A Fran Garzón, un joven de Chelva, también le gustaría quedarse: «Estaría bien encontrar un trabajo y poder quedarte a vivir en el pueblo en que el que te has criado». Pero, lo ve complicado: «Yo creo que en Chelva, en cuanto se acaben los empleos y la gente mayor se vaya muriendo, los jóvenes no vamos a tener oportunidades porque no se fomenta el empleo».

La situación que dibuja su compañero Yoel García, de Ademuz, tampoco es mucho mejor: «Aquí lo vemos todo muy difícil, lo único que funcionan son los campos de manzanas, que ya no dan más trabajo». Por si esto no fuera suficiente, «las pocas empresas que hay están cerrando y no hay muchas oportunidades de empleo», apunta Claudia March, una alumna del IES La Serranía que vive en Higueruelas. Lamenta que la fábrica de Powers Electronics que da vida a este pueblo de poco más de 500 habitantes «cierra y se va Llíria, quedándose sólo como almacén».

Frenar esa espiral de despoblación que azota a estas dos comarcas rurales está en manos de estos jóvenes y de su capacidad de emprendimiento. «Vemos difícil que se queden aquí, pero eso no quiere decir que sea por falta de oportunidades: tenemos recursos culturales y paisajísticos que se pueden aprovechar y debemos mostrárselos a los chavales», afirma el alcalde de Ademuz, Ángel Andrés González (PP). «Si queremos fortalecer el arraigo de estos chicos a su entorno, tenemos que hacerles ver que tienen posibilidades de poder vivir aquí», sentencia Éncar Moya, ADL de Ademuz.

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