Cada vez está más cerca el día en el que una persona con movilidad reducida y que solo la mantiene en el cuello, pueda coger y beber un vaso de agua con total normalidad, pero haciendo uso únicamente de la vista. Para que esto sea posible trabajan siete investigadores del laboratorio I3B de la Universitat Politècnica, que ultiman la interfaz de un exoesqueleto que permita a personas con discapacidad mayor independencia en su día a día.

El grupo del Instituto de Investigación e Innovación en Bioingeniería (I3B) forma parte de un proyecto europeo integrado en el programa Horizonte 2020, en el que realiza esta investigación junto a la Universidad Miguel Hernández de Elx, y universidades de Alemania, Italia y Reino Unido.

El proyecto AIDE (Multimodal Interfaces to Assist Disabled People in Daily Activities) empezó en 2015 y está previsto que finalice en 2018, por lo que ya tiene varias etapas «casi terminadas» y ahora se encuentra en una «fase de mejora e integración de todas las partes», explica Eugenio Ivorra, miembro del equipo del laboratorio de investigación en neurotecnologías inmersivas de la UPV.

AIDE consiste en el desarrollo de una «revolucionaria interfaz modular y adaptable enfocada a cubrir las necesidades individuales de las personas con discapacidad». Con la tecnología que desarrollan -adaptable a necesidades individuales-, por ejemplo, se podría «localizar en qué habitación de una casa se encuentra el usuario, reconocer qué acción quiere realizar y asistirlo en su ejecución». Así, con ayuda de un exoesqueleto, una persona sin apenas movilidad podría ser capaz de realizar tareas cotidianas y de coger objetos.

En concreto, los siete investigadores de I3B se encargan de la «obtención de la posición y orientación de los objetos que desea utilizar el usuario». Estos se detectan a través de unas gafas Tobii, «con las cuales sabemos dónde está mirando el usuario», apunta Ivorra. «Con una cámara de color reconocemos y clasificamos qué objeto está mirando y con una cámara 3D obtenemos donde se encuentra», detalla el investigador. Gracias a esto, el exoesqueleto -que se monta sobre la silla de ruedas- predice las acciones que quiere realizar el usuario y le permite manipular objetos.

Con tan solo fijar la vista en un vaso, las personas con discapacidad podrían cogerlo con la ayuda de esta nueva herramienta, que Ivorra cree que en el futuro «puede llegar a ser tan común como una silla de ruedas motorizada debido a la gran autonomía que otorga a sus usuarios».

El investigador recuerda que la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad, firmada por la Comisión Europea en 2010, dicta que la accesibilidad «es un derecho básico». Por esto, el objetivo del proyecto AIDE es conseguir que todos los ciudadanos «vivan independientemente y participen en todos los aspectos de su vida», agrega. «Pretendemos garantizar este derecho, otorgando una mayor autonomía», expone.

El sistema se probó con usuarios en diciembre, lo que ha permitido «seguir mejorarlo», detalla. Se diferencia de los exoesqueletos ya existentes en el mercado porque este no está fijado en el suelo ni se usa solo como herramienta de rehabilitación.

Cuentan con una subvención de 3,4 millones correspondientes de los fondos europeos del programa de investigación Horizonte 2020, «un proyecto con muchos participantes y muy ambicioso tecnológicamente en muchos aspectos», relata Ivorra.