Los nervios, ilusión y satisfacción se mezclaban con vergüenza e indignación, en el inicio de los trabajos de exhumación de los restos enterrados en la fosa común 82 del Cementerio de Paterna. El equipo de ArqueoAntro espera hallar durante el próximo mes y medio, en una cavidad de poco más de tres metros cuadrados y dos de profundidad, los cuerpos de una veintena de represaliados tras la guerra civil y fusilados en el conocido como Paredón de España. Se trata de agricultores y jornaleros, de izquierdas o sindicalistas, de Benifaió, Carlet, Alginet, l´Alcúdia y Oliva.

Más de media docena de operarios comenzaron a retirar desde primera hora la primera capa de tierra. Una vez extraídos todos los restos se enviarán a Madrid para obtener el ADN y cotejarlo con las muestras entregadas por los familiares. Las conclusiones no estarán hasta dentro de un año, y dependerá del estado de conservación de los huesos para lograr una muestra genética. Según Miguel Mezquida, director arqueológico , solo cuatro familias han autorizado la excavación, otra está en estudio y el resto no se ha pronunciado o lo ha rechazado. Los trabajos, de carácter forense, cuentan con una subvención de la Diputación de València de 58.325 euros. En junio está previsto que se inicie la exhumación de los restos de alrededor de 60 personas depositadas en la fosa 113, con una financiación de 62.348 euros. También se excavará una tumba en Paterna con 42 cadáveres de vecinos de Chiva, incluidos dos alcaldes, y otra en el camposanto de Ontinyent. Mezquida explicó que el coste por cadáver supera los mil euros.

La diputada Rosa Pérez mostró su «satisfacción» por que las ayudas de la corporación provincial «permitirán hacer justicia y reparación de las víctimas», pero destacó la «vergüenza e indignación» por el hecho de «hayan tenido que pasar 42 años de la muerte de Franco para abrir las fosas». Así, animó a los ayuntamientos «a pedir ayudas a la diputación para realizar más exhumaciones». En este sentido, Matías Alonso, del grupo Recuperación de la Memoria Histórica apuntó que familiares de enterrados en otras fosas (la 114 o la 22) ya han iniciado los trámites para exhumarlos.

A pie de obra estaban ayer Isabel Cualladó y Dolores Albuixech. Sus padres están enterrados en la fosa 82 tras ser fusilados en 1939. Con un nudo en el estómago y lágrimas en los ojos, miraban como, capazo a capazo, se retiraba la tierra de la tumba, y algún que otro hueso depositado en una bolsa. Esperan recuperar lo que les arrebataron hace décadas.

«Hemos peleado mucho para sacar a mi padre y ahora, por fin, podremos enterrarlo donde nosotros queremos», afirma Isabel, con ochenta abriles. Su padre, Bautista Cualladó, era un jornalero que cada atardecer se acercaba a la plaza de Benifaió para buscar trabajo en la tierra. Una noche ya no regresó a casa. Lo apresaron por su condición de sindicalista. «Mi madre se volvió a casar y apenas me contó nada. Yo tenía 18 meses cuando lo mataron. He venido aquí muchas veces a poner flores, pero en otra tumba donde pensábamos que estaba enterrado. Ahora podremos estar satisfechos y morirme tranquila y que me entierren con él en Benifaió y estar con él todo el tiempo que no lo estuve en vida», relata Isabel, secando sus ojos.

Dolores, junto a su hija Amparo Boix, contemplaba sentada los primeros actos de la exhumación. Recuerda que a su padre, Enrique Albuixech, se lo llevaron tras la guerra. «El alcalde que llegó a Benifaió era franquista y ordenó que lo detuvieran. Estuvo preso en la torre del pueblo, luego en Carlet y finalmente en San Miguel de los Reyes antes de que lo fusilaran», recuerda. Hacía guardia en la puerta del ayuntamiento al inicio del conflicto, luchó en el frente de Teruel, tocaba la corneta y regresó al pueblo. Fue republicano y sindicalista. «Estoy toda la semana nerviosa. Cuando nos lo entreguen, lo vamos a incinerar para que sea libre; ya ha estado bastante tiempo encerrado bajo tierra», asegura Amparo.