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Entrevista

Ximo Puig: "Hay que consolidar la opción de progreso de PSPV y Compromís a medio plazo"

El jefe del Consell asegura en el ecuador de la legislatura que el cargo le ha hecho más tolerante, descarta cambios en el gobierno bipartito y anhela una «Finlandia del Mediterráneo»

«Excelencia», grita una mujer apoyada en un andador en la calle Navellos de València. Él se acerca a saludarla. Acaba de salir con gesto serio de las Corts, tras un pleno bronco con espantada del PP de sus escaños. «Presidente, por favor, una foto». Es un profesor en una ruta literaria con alumnos del IES Pere Boïl de Manises. Se une después un grupo de jubilados. «Alcalde, alcalde, somos de Venezuela», le para una señora.

En la mesa del despacho de Ximo Puig, varias imágenes de satélite demuestran donde están los focos de actividad en Europa: el litoral mediterráneo es la principal mancha de luz en España junto a Madrid. En la estantería («no estaba al llegar»), libros viejos y recién llegados, y un lugar destacado para Tony Judt. Se quita la americana. Escribe sobre hojas amarillas pautadas. Pide un cortado. The Guardian reposa en la mesa de la zona privada del Palau de la Generalitat. Publican una información sobre la Comunitat Valenciana, previene por si aparenta pretencioso. En una esquina junto al sofá está abierto El siglo maldito, de Geoffrey Parker. Es el XVII, no este.

P. Dos años después, ¿en qué le ha cambiado la presidencia?

R. En madurez, sobre todo, y en capacidad de ver el mundo con más amplitud. Soy más tolerante que hace dos años.

P. ¿Por todo lo que ha tenido que ver?

R. Tener una responsabilidad como esta, que es la más alta que podría tener nunca, exige tolerancia y una mirada abierta intentando ponerte en el lado del otro.

P. ¿Le ha hecho más precavido, más suspicaz? ¿Ha ganado «amigos» advenedizos?

R. Conoces a mucha gente buena. De los malos, no me acuerdo y ya está. En la vida no se trata de ser amigo de todo el mundo, sí de respetar a todos, incluso a quienes no te respetan.

P. ¿La ha puesto feliz la operación Lezo, el último estallido de corrupción en el PP?

R. Feliz no me puso ni cuando alguno de los delincuentes políticos de esta Comunitat entró en la cárcel. Me reconforta que el sistema funcione, pero alegría, ninguna.

P. Tiene a casi todos los expresidentes con problemas judiciales. ¿No le preocupa, por lo que le pueda llegar a pasar?

R. Joan Lerma, el que estuvo más tiempo, ha estado siempre limpio. Pero más allá de imputaciones, ha habido una enorme responsabilidad política en lo que ha pasado los últimos años. Estuvimos ayer [por el miércoles] en Feria València y, al margen de si ha existido corrupción, ha habido despilfarro masivo y una gestión nefasta.

P. ¿Y puede asegurar que no se va a reproducir?

R. No va a pasar. Por ejemplo, los 1.200 millones de RTVV. Va a ser imposible porque no puede endeudarse. Nuestro relato está basado en la reparación, la reconstrucción social y económica (estamos mejor que hace 22 meses en todos los indicadores) y un renacimiento hasta llegar a ser una Finlandia del Mediteráneo, una comunidad socialmente avanzada y vanguardia en innovación, cultura y tolerancia.

P. Volviendo atras, al Consell le viene bien que surjan nuevos casos de corrupción en el PP.

R. No nos viene bien ya como Comunitat Valenciana. Queremos que el país de los valencianos sea reconocido por el cambio de paradigma. La remora del pasado nos entorpece el objetivo.

P. Las últimas encuestas indican un retroceso de Compromís. ¿Teme que la coalición de Mónica Oltra marque distancias con el PSPV para recuperar terreno y eso afecte al Consell?

R. A dos años de elecciones, las encuestas tienen un valor relativo. Lo que más me importa es la gestión del gobierno, mayoritariamente aprobada, cuando no suele pasar. Con respecto al PSPV evidencia que hemos sabido aislarnos de un debate que contamine la acción de gobierno.

P. Las encuestas también dicen que si quieren gobernar, PSPV y Compromís están condenados a entenderse. ¿Lo asume?

R. No es una condena. Veo que la alianza es positiva para la sociedad valenciana y que hay que intentar consolidar una opción de progreso amplia, diversa y plural para garantizar la estabilidad y un proyecto a medio plazo. Eso es lo que asusta al PP y por eso tiene que montar algunos números.

P. No dirá que el pacto del Botànic está a prueba de bombas con un Podemos que apunta a más radical.

R. Cuando hay procesos internos siempre se tiende a la radicalización, pero no el que más grita tiene la razón. Podemos ha sido un socio leal y ha aportado su mirada, que ha sido positiva para la acción de gobierno. Así debe continuar. Estamos dispuestos a revisar y acelerar políticas en la medida de lo racional y posible.

P. ¿Tiene garantías de que la nueva dirección va a respetar los acuerdos?

R. Nunca me voy a inmiscuir en ningún asunto interno. Solo exijo respeto como nosotros les damos.

P. ¿Los cambios en Podemos y Ciudadanos son un factor de riesgo en la segunda parte de la legislatura?

R. Ciudadanos está resituándose. Ha aportado a este tiempo nuevo y me gustaría que continuara. Ser oposición no es montar un circo, es tener alternativas y no intentar radicalizarse hasta el extremo. Creo que el PP se equivoca en esto. Pero cuando ves al enemigo equivocarse no hay que alertarle.

P. Alguien del PP diría ahora que ustedes también eran radicales en la oposición y recordarían las camisetas de Oltra.

R. Pero no estamos en ese tiempo. Hubo un momento en que era necesario: en un mar de corrupción hubo opciones políticas que lo quisieron plasmar con golpes de efecto, pero cuando se hace en un contexto que no tiene nada que ver con aquel resulta patético. De todas maneras, el PP es muy importante y en cuestiones institucionales es fundamental mantener una relación abierta. Por mi parte, siempre estaré abierto.

P. El PP se mantiene además como la primera fuerza en las encuestas. ¿Qué lectura le merece?

R. Creo que está lejos de asumir todas las responsabilidades políticas por dónde nos ha llevado, pero los ciudadanos deciden. De hecho, ya decidieron: perdieron casi el 50 % de los votos. Y lo que hay hoy formó parte del pasado de una manera u otra.

P. Con perspectiva ya y con la tranquilidad de estar en el ecuador del mandato. ¿Qué podía haber hecho mejor el Consell?

R. Muchas cosas, seguro. El tiempo de estar fuera del gobierno ha exigido un acoplamiento. Pero este año es decisivo y estamos implementando un montón de acciones novedosas. En el campo económico tenemos ya varios instrumentos a pleno rendimiento y ahora hay un plan para incorporar mil jóvenes a ayuntamientos. Quiero decir que en la economía, que la derecha siempre decía que la gestionaba mejor, estamos desatascando problemas gravísimos que teníamos.

P. Pero la Conselleria de Economía ha sido una de las más cuestionadas por su gestión...

R. Puede haber habido algún tema de acoplamiento y es cierto que hay conselleries con dificultades económicas graves porque el sistema de financiación nos obliga a situar casi todos los recursos en sanidad, educación y servicios sociales. Ahora hemos decidido una mayor acción política en la economía.

P. ¿Algo va más lento de lo que le gustaría?

R. Muchas cosas. El sistema que tenemos para la gestión de proyectos económicos es manifiestamente mejorable. Hay que desburocratizar, ser mucho más ágiles y eestar mucho más comprometidos con la creación de empleo y la economía. El problema es que la Administración tiene una mirada excesivamente disciplinaria y poco cooperativa.

P. Queda la sensación de que han bloqueado el aterrizaje de inversores, como Puerto Mediterráneo o Amazon.

R. Hay que saber distinguir entre proyectos sólidos y otros que no lo son. Con respecto a Puerto Mediterráneo, hay un proceso que encalló y hay que ver si se dan las circunstancias en estos momentos para reajustarlo a los criterios medioambientales y sociales. Pero lo más llamativo es el desbloqueo de Parc Sagunt después de una década, el parque logístico de Riba-roja o la ampliación del de Elx. Me apasiona, porque el gran objetivo es la creación de puestos de trabajo.

P. ¿El dilema es entre ideología y pragmatismo?

R. No se pueden permitir pelotazos, pero hay que ayudar a los buenos proyectos para que se puedan hacer pronto y generen trabajo. Hay que saber discernir proyectos especulativos de los de economía real. Ese es el dilema.

P. ¿Es el momento de una crisis de gobierno, de retocar carteras?

R. No lo contemplo en este momento. Estoy contento del funcionamiento del Consell. Es el momento de desarrollar la potencialidad del gobierno.

P. Si este fuera un gobierno solo de Ximo Puig y PSPV, ¿hubiera cambiado algún conseller?

R. No me gusta jugar a la política ficción. Solo puedo decir que me siento muy a gusto con este gobierno, que tiene proyectos a veces de diversa ideología, pero un interés común.

Tras recuperar la sanidad universal, la reversión del modelo Alzira ha sido tema estrella en el último tramo de mandato. Puig niega fundamentalismos («lo que había es un fundamentalismo antipúblico») y sostiene que el sistema no funciona: «Nunca hay acuerdo en las liquidaciones porque la coexistencia de dos modelos acaba siendo razón de conflicto. El modelo no funciona porque no hay competencia real. En cualquier caso, no estamos en contra de la sanidad privada, es fundamental para la atracción de la economía de la salud».

Ahora está sobre la mesa el rescate del Hospital de Dénia. «Los ayuntamientos de todos los colores políticos de la Marina nos lo han pedido», afirma.

En el trasfondo queda el debate sobre la línea de separación entre lo público y lo privado. Sirve para la sanidad o para Feria València.

P. ¿Quién debe pilotar el crecimiento?

R. Las empresas privadas. El sector público puede hacer mucho apoyando la innovación y creando un escenario burocrático más adecuado, pero el liderazgo ha de ser privado. Sin embargo, en el ámbito del estado del bienestar, el liderazgo ha de ser público, que es el que garantiza la igualdad de oportunidades. La sanidad o la educación no pueden ser objeto de mercado. La cogestión puede estar bien, pero quien decide es la Generalitat.

P. ¿Es un fracaso que en este tiempo no hayan podido pactar una solución para los horarios comerciales?

R. Es un problema enquistado en prácticamente toda España. Al pequeño comercio hay que ayudarle no con medidas proteccionistas, sino de incentivo para modernizarse y resituarse. Para la ciudad mediterránea es fundamental el pequeño comercio y hay que ayudar. En los horarios hay que buscar una fórmula de equilibrio, pero es complicado. Dentro del propio sector de los grandes hay puntos de vista diferentes.

P. El SDDR, el modelo de gestión de residuos y envases, es también rechazado por una parte del mundo empresarial. ¿Es innegociable?

R. Innegociable no hay nada, salvo las cuestiones básicas del acuerdo de gobierno. Las medidas hay que ver cómo se aplican en función de las circunstancias y los apoyos. Vale no solo para el SDDR.

P. ¿Se ha conducido bien esta cuestión?

R. La consellera está intentando armonizar una posición basada en algo que el secretario autonómico ha dicho y que es razonable: que no gestionamos adecuadamente los residuos y tenemos que mejorar mucho en la reutilización y el reciclaje permanente.

El PP ha emprendido una iniciativa en varios frentes contra la política educativa del Consell. Unas 30.000 personas se manifestaron hace una semana en apoyo de la escuela concertada. El conseller Vicent Marzà está en el punto de mira. «¿Cómo se puede hablar de ataque a la concertada si el año pasado se aumentaron 98 aulas y se perdieron 113, para adecuarnos, como en la pública, a la demanda y al criterio de equidad?», se pregunta. Hay más aulas ahora en formación profesional y educación especial de las que había, dice. «¿Dónde está el ataque?», insiste.

P. ¿En el Bachillerato?

R. La Comunitat Valenciana y la de Madrid son las únicas en las que por criterios absolutamente ideológicos el PP concertó el Bachillerato. Ahora el 85 % se mantiene, el resto no, porque hay oferta pública suficiente. Sería ineficiente doblar cuando no es necesario y no es enseñanza obligatoria.

P. ¿Hay una utilización política?

R. Por supuesto. El PP quiere secuestrar políticamente las dudas e incertidumbres de personas de buena voluntad.

P. ¿No le ha faltado transigencia y flexibilidad a su gobierno en los cambios en educación?

R. No. Desde el primer momento se ha hablado con las patronales. Otra cosa es qué pensamos que es lo mejor, porque creemos que hay que acabar con los privilegios y aumentar la igualdad de oportunidades. No hay ningún ataque a la privada. Sí que queremos que la pública sea una educación cada vez de más excelencia, por eso hemos aumentado con 3.000 profesores nuevos y mil asistentes nativos de inglés en todas las escuelas públicas. Ahora solo un pírrico 6 % sabe inglés al acabar la ESO. Ahí nos ha llevado el PP.

P. ¿No hay tampoco ataque al español en la enseñanza?¿No es usted catalanista?

R. Es un debate tan alejado de la realidad que no entiendo en qué imaginario cabe. Yo soy de Estellés y de Miguel Hernández. Las lenguas son un nexo de unión y cultura, y no entiendo por qué hacer de ellas elemento de confrontación. Sacar beneficios de la división es perverso para un país.

P. ¿Debe aplicarse lo antes posible el requisito lingüístico a los funcionarios?

R. En Finlandia hay una minoría de menos de 200.000 personas que habla sueco y es obligatorio para todos los funcionarios saber sueco. El derecho objetivo está en el ciudadano, que tiene derecho a expresarse en castellano o valenciano con la Administración. Es elemental.

Financiación y corredor mediterráneo son los dos grandes ejes de la temporada política. Puig se levanta durante la entrevista y coge unos cartones con tablas sobre la inversión pública en España: «Mire cómo baja la Comunitat Valenciana desde 1980 y Madrid sube».

P. ¿Qué pollo van a montar en Madrid? ¿O no es usted de broncas en la calle?

R. En estos 20 meses hemos conseguido que el problema valenciano esté sobre la mesa en Madrid. Hemos avanzado en visibilidad. Va a ser dificil que en 2017 se cierre la financiación, pero estamos secularizando el debate. No hay que descartar nada, porque queremos usar todos los instrumentos democráticos para una financiación justa. No es lío político; es que los valencianos tienen 12 puntos menos de renta per cápita. La consecuencia es que el motor público está gripado.

P. ¿Espera una mejora de los presupuestos del Estado vía enmiendas? ¿Qué le dice su grupo en Madrid?

R. Antonio Hernando ha cumplido. Contamos con aquellos que quieran ser coherentes con lo aprobado aquí, pero soy escéptico. El Gobierno está jugando con fuego: los presupuestos no pueden ser a la medida de los respaldos parlamentarios. Eso genera arbitrariedad en el gasto público, desigualdad y tensiones.

P. ¿Y enfrentamientos territoriales como con el cupo vasco?

R. Claro. No es el camino aprobar presupuestos vendiendo trocitos de cielo o bulas.

P. Montoro les acusa de victimismo. ¿Firmaría la frase «España nos roba»?

R. España, no. Quien no cumple es el Gobierno de España con la C. Valenciana. Discrimina y margina. No es ser victimista, es decir que ya está bien, que no queremos ser más, pero no podemos ser menos, porque está acabando con nuestra competitividad.

P. ¿El corredor mediterráneo tiene un solo ramal o puede tener otro por el centro?

R. El corredor es el corredor mediterráneo. ¿Pueden haber ramales que vayan a él? Sí, claro. Conexión entre Zaragoza, Madrid y Sevilla para pasajeros ya hay, la que no hay es Alicante-València-Barcelona.

P. Ayuda poco que otras autonomías, como la andaluza, hablen del ramal central ahora, ¿no?

R. Es que es un ramal central, no el corredor mediterráneo. Respeto que cada uno defienda sus intereses, pero hay una cuestión prioritaria y así lo ha dictaminado Europa: el corredor mediterráneo. No hay que hacer teología de las infraestructuras. Nos interesa también el corredor cantábrico y queremos una alianza con Aragón, Euskadi, Navarra y La Rioja.

P. ¿Le ha dicho a Susana Díaz que metió la pata con el corredor?

R. Lo que creo es que las posiciones están muy claras, necesitamos alianzas y Andalucía es más un aliado que un contrincante en esta cuestión a pesar de que la realidad geográfica de Andalucía provoca sus tensiones internas.

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