El accidente protagonizado el pasado 7 de mayo por una conductora ebria y drogada, que ocasionó la muerte a tres ciclistas y heridas muy graves a otros dos que continúan hospitalizados tras arrollar a un pelotón de seis deportistas en Oliva, no sólo provocó una tragedia humana, sino que ha hecho saltar las alarmas sobre la seguridad que rodea a este colectivo especialmente vulnerable cuando está en carretera.

Es más, ha roto las estadísticas, ya que al sumar tres víctimas mortales en un solo siniestro, la tasa de fallecidos de ese colectivo respecto del número total de muertes en carretera se ha disparado al 15,6 % desde el 5,3 del año pasado o el 2,1 % de 2015. Y las ha modificado, ya que la mayor cifra de fallecidos, a un año visto, suele estar en el capítulo de ciclistas que fallecen sin la intervención de ningún otro vehículo.

De momento, y aunque la tasa no será realmente comparable hasta que finalice 2017, la Dirección General de Tráfico ya ha puesto en marcha medidas concretas para tratar de frenar ese dramático avance.