«No se me ha ido un compañero de profesión; se me ha ido un hermano» comentaba, desolado, Vicente Caballer. Ayer, Moncada despedía a uno de sus hijos ilustres rodeado de sus seres queridos: Antonio Arnal Casans. Complicaciones posteriores a un accidente doméstico propiciaron el fallecimiento, a los 77 años de edad, de quien forma parte de la gran generación de pirotécnicos alrededor de quienes el arte de los fuegos articiales obtuvo una denominación de origen de prestigio internacional.

Con el paso de las décadas se van apagando los miembros de la ilustre galería. Vicente Caballer Zamorano, Josefina Caballer, Ricardo Caballer, los hermanos Luis y Juan José Brunchú, Miguel Zamorano... Todos estos relacionados entre sí por lazos familiares. Arnal no pertenecía al grupo por lazos de sangre, pero sí de pólvora. En el listado de empresas de prestigio siempre aparecía entre las mejores. Fue la consecuencia de elevar a lo más alto la más modesta pirotécnic de su padre, el «Tío Toni», de Albuixech, quien a su vez lo había aprendido de su abuelo. Instaló la fábrica en Moncada y la catapultó a los primeros puestos del escalafón durante décadas. Tiempos de sufrimiento y de trabajo a destajo, de alegrías y sinsabores, antes de que llegaran las épocas de penuria y la invasión de productos baratos. Cuentan los que saben que la pirotecnia de Arnal destacaba poderosamente por su sonoridad.

«Carcasero» de gran nivel

«Fue un gran profesional. Capaz de disparar como los mejores y llevó el nombre de València por todas partes. Se va uno de los grandes» decía con pesadumbre Vicente Caballer. «Sus disparos eran muy buenos. Sus carcasas eran de las mejores que se podían ver. Era un Gran Maestro, con mayúsculas. Uno de esos pirotécnicos que pertenecen a otra época, muy especial. De verdad que València pierde a un personaje importantísimo en la historia de la pirotecnia».

Su nombre es de los más repetidos en el palmarés histórico de disparos en Fallas, tanto de «mascletades» como de castillos, aparte de ser un habitual en la Feria de Julio e incluso en alguno de los primeros Festivales Internacionales de Pirotecnia. Rara es la población valenciana en la que no disparó en alguna ocasión. A pesar de que la venta se produjo hace ya treinta años, la historia no se desmemorió más de la cuenta y en los últimos años recibió homenajes en reconocimiento a su trayectoria. Formó parte de la histórica foto de la Gala de la Pirotecnia de 2007 con los profesionales más veteranos, junto a Vicenta Peñarroja, José Antonio Cuenca, Ricardo Caballer Zamorano y Pascual Martí.

Una tragedia provocó la venta

Dos hechos marcaron el final de la relación de Antonio Arnal con la pirotecnia: la explosión de varias casetas y la oficina en el año 1983 y, sobre todo, el desgraciado accidente en la Semana Grande de San Sebastián de 1985 en la que la explosión de una carcasa provocó el fallecimiento de un niño asistente al evento. Arnal, que era un verdadero ídolo en Donostia, no pudo superar este accidente, el primero que sufría en 40 años en el oficio. En ese momento, decidió cerrar. Juan Vicente Jurado, que compartía instalaciones para recibir y distribuir pirotecnia infantil de importación, le compró el negocio.