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Maniobra naval

Desembarco con el 'puño ofensivo' de la Armada

La Infantería de Marina realiza un simulacro ante una «amenaza» terrorista con el buque de asalto anfibio «Castilla»

Desembarco con el 'puño ofensivo' de la Armada

Cada pocos segundos, la proa chata de la lancha de desembarco LCM-1E impacta contra las olas de metro y medio. El agua, pulverizada, rocía entonces toda la embarcación y penetra, por las torretas de sus ametralladoras Browning de 12,70 mm, en los Vamtac (Vehículo de Alta Movilidad Táctico) que transporta. Las cuatro alargadas LCM-1E (de 23 metros de eslora) avanzan, a unos 13 nudos y casi surfeando sobre el oleaje, hacia la playa de Barbate tras haber salido de las entrañas del buque de asalto anfibio «Castilla» (L-52), una de las joyas de la fuerza naval española. La primera «ola» traslada a la costa a 80 de los 399 infantes de Marina y a parte de los 31 vehículos blindados (Hummer, Vamtac, un buldócer y camiones) que participan en la «Operación Sword». Esa maniobra, que tuvo lugar el pasado 17 de mayo en esa extensa playa gaditana del Campo de Adiestramiento de la Sierra del Retín, está incluida en el riguroso ejercicio de evaluación de combate que, anual y rotatoriamente, pasa uno de los dos batallones reforzados de desembarco para comprobar su capacidad logística y operativa. Si aprueba significa que se acredita su alta disponibilidad, es decir, que puede activarse antes de 48 horas en caso de que se requiera su intervención. El Tercio de la Armada de la Infantería de Marina, a cuyo frente se encuentra el general de brigada Antonio Planells Palau, ya ha demostrado esa capacidad en operaciones desarrolladas en Líbano o en Haití.

El escenario imaginario donde se desarrolla esa operación es Blueland, un país ficticio que tiene un problema fronterizo con su vecino y que, además, recibe «la amenaza asimétrica» de un grupo terrorista, según explica José Ignacio Yáñiz López, teniente coronel comandante del Segundo Batallón de Desembarco de la Infantería de Marina, a bordo del «Castilla» poco antes de que comience el ejercicio por tierra, mar y aire. Una vez se asegure toda la zona mediante una «operación de limpieza y control», procederán a «transferirla» a las autoridades de Blueland. Si todo sale bien, reembarcarán a las 4 horas de la madrugada, de noche, y en Blueland reinará la paz.

Pero todo comienza muchas horas antes, cuando «al alba y con tiempo duro de levante, con fuerte levante», que diría Federico Trillo, despega de la base de Rota un SH-3D/W de la 5ª Escuadrilla de Aeronaves. A las 9 horas, esta «Morsa», como es apodada, despliega sus cinco palas, mientras sus dos turbinas atruenan en el aeródromo, en cuyo hangar, momentos antes, no sonaban a todo volumen marciales marchas militares, sino el bailongo «Symphony» de Clean Bandit. El «Sea King», igual al que, frente a las costas de Yemen, abordó al buque norcoreano «So San» en la «Operación Socotra» (en sus bodegas transportaba 15 misiles Scud), se eleva suavemente, para luego cabecear hacia delante y poner rumbo al «Castilla» siguiendo la costa de Cádiz. Pese al intenso levante, que mosquea a los paisanos del lugar, a los 35 nudos que baten esa zona de la costa, los dos pilotos posan dulcemente el helicóptero sobre la cubierta de vuelo (de 1.340 metros cuadrados). El mar está picado y dentro del buque, pese a sus 165 metros de eslora, se percibe el balanceo.

Justo en esos momentos, una veintena de infantes de marina, ataviados con uniformes árido pixelado y pertrechados con chalecos tácticos (protegidos con una delgada capa de kevlar), asisten en el hangar a una charla informativa sobre qué deberían hacer en caso de que el SH-3D/W amerizara (y girara 180 grados sobre sí mismo). «Se lo saben de memoria, pero forma parte del protocolo», señala el sargento 1º Francisco Javier Sánchez, responsable de explicar cada detalle del ejercicio de evaluación. Sus cascos, ametralladoras Minimi y ligeros fusiles de asalto G-36E (cuando se mira a través de sus visores holográficos o se emplean sus punteros láser se tiene la sensación de jugar a «Call of duty») están arrumbados a un lado. Los soldados que escuchan atentamente forman parte de una unidad de reconocimiento y adquisición de blancos (TAR), que será trasladada en breves minutos, de 15 en 15, para inflitrarse en Blueland a bordo de los «Morsa». Son la avanzadilla, los que informarán sobre las condiciones de la playa, el oleaje, la posición de las fuerzas enemigas... Entre ellos figuran tiradores de precisión, como los que en la «Operación Socotra» y desde la fragata «Navarra» reventaron con sus disparos los cables que cruzaban de lado a lado el buque norcoreano. «El ojo se educa con adiestramiento», aseguran los del Tercio. Sus mandos aseguran que son «gente con temple, de bajas pulsaciones».

Mano tendida

El «Castilla», que fue el puesto de mando durante la «Operación Romeo Sierra» de desalojo del islote de Perejil en julio de 2002, es como una ciudad flotante. Incluso dispone de un hospital con dos quirófanos, una UCI, sala de Rayos X y de infecciosos... Amaya de Mingo, capitán enfermera, recuerda con orgullo que dos bebés nacieron en una de sus salas durante la misión de ayuda humanitaria en Haití («Operación Hispaniola») en el año 2010, tras el terremoto que asoló ese país. Decidieron que parieran a bordo debido «al peligro que corrían las madres». El «puño ofensivo» de la Armada, como se conoce a la Infantería de Marina, también es una mano tendida.

Las 195 personas de la dotación del «Castilla» y los 399 infantes de Marina que participan en este ejercicio, distribuidos en diversos sollados del buque, se rotan para comer el rancho: desde el comandante de la nave, Enrique Núñez de Prado, o el teniente coronel Yáñiz, hasta el último soldado raso, probarán el mismo menú: pollo asado, calamar guisado con patatas, judías verdes y macedonia de frutas. Y cada uno se sirve su propio plato.

El movimiento es incesante en todo el «Castilla», donde hay apostados tiradores a ambos lados de los ajetreados puentes de mando y de vuelo. Los helicópteros SH-3D/W y Argo H-500 (estos de la 6ª Escuadrilla) despegan y aterrizan sin parar. Y las unidades de la Infantería de Marina que desembarcarán en la primera «ola» se colocan casco y chaleco, recogen su armamento ligero y descienden a las entrañas del «Castilla», donde les aguardan las cuatro lanchas de desembarco.

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