En el escenario no hay dolçaina ni gossa sorda con camiseta rebelde. Hay un exquisito cuarteto de contrabajo, teclado, trompeta y cantante, vestidos con traje y corbata. Tocan un suave jazz y van adaptando a ritmos tranquilos himnos para el valencianismo, de Raimon a Obrint Pas, mientras alternan con canciones como «Bésame mucho». Es inclemente el sol, como en la explanada del Puig en aquellos días otoñales de grito y pancarta, pero hoy se reparten coquetos sombreros color naranja y protector solar a la entrada (factor 30 y 50) para mitigar el sufrimiento. Sí: cierto que en las mesas han quedado restos de ca cau i olives y no de foie y Moët; cierto también que hay puestos de venta del merchandising habitual con sus habituales lemas: Assumiràs la veu d'un poble, Farts d'ofrenar glòries, Sóc de poble. Pero en Compromís algo está cambiando. ¿Es el poder? «Hay que saber cuándo toca protestar y cuándo has de gobernar. Hay que pasar de la protesta a la propuesta. Hay que saber quejarse, pero también dar soluciones a la gente», según resume un simpatizante raso como Ferran Llàrio, de 28 años y llegado desde Benigànim al cauce del río Túria para esta fiesta de los dos años del éxito electoral de una naranja mecánica en las urnas.

Compromís exhibió ayer músculo, ilusión y una imagen: no solo son capaces de reunir en un mismo estrado al presidente de las Corts, la vicepresidenta de la Generalitat y de la diputación, consellers, el alcalde de València y una miríada de cargos públicos: desde secretarios autonómicos a concejales, también asesores y personal de confianza con sueldo público. El salto ha sido grande. Pero todavía quieren más. «Farem a Mónica presidenta de la Generalitat!», clamó el verde Julià Álvaro desde la tribuna a un público que, en ese instante, se levantó de sus asientos, entre la ovación y la excitación colectiva, antes de corear «presidenta, presidenta».

En primera fila, como convidados de piedra, el socialista Manolo Mata y los podemitas Antonio Estañ y Sandra Mínguez escuchan la sucesión de discursos y aplausos como dos empelts del Botànic en un bosque ayer naranja. Pero que se quiere unido a sus otras patas. Así lo reivindicó en su intervención el alcalde de València, Joan Ribó. «La gente de izquierdas, verde y progresista tiene que negociar y llegar a acuerdos con fuerzas progresistas más próximas. La alternativa al Govern de La Nau es el retorno de la derecha», dijo. Y enlazó con una idea ayer en boga: «Necesitamos que este cambio se expanda a nivel estatal para rematar la faena».

El «interregno» de Ribó

Sostiene Ribó que el cambio político de 2015 ha reemplazado la era del bipartidismo por «un interregno donde lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir». Como habitante de ese purgatorio político se presentó el diputado valencianista en Madrid Joan Baldoví. Al grito fervoroso de «Baldo, Baldo, Baldo», el parlamentario que maniobra en el Congreso para un final acelerado de Mariano Rajoy espetó a los asistentes: «Yo de mayor quiero ser como vosotros; yo también quiero mandar allá. Quiero ser útil, quiero tomar decisiones», clamó Baldoví, rendido ante los cargos de Compromís que «redactan leyes, órdenes, resoluciones y acuerdos que mejoran la vida de las personas cada día» y que proclamó una frase que cierra el círculo de Compromís: «Dar caña, como doy yo, es lo fácil. Lo difícil es lo que hacéis vosotros. De todos los que está aquí soy el único en la oposición. ¡Y no me gusta!», exclamó entre aplausos.

Tras los teloneros con galones, la líder de Compromís tomó la palabra. Mónica Oltra empezó con sentido de Estado: agradeciendo a los compañeros de PSPV y Podemos su presencia allí. También pidió «echar a Rajoy». «Esa moción de censura ha de salir adelante: haced lo que haga falta, y eso también va para la primera fila», dijo Oltra apelando a PSOE y Podemos.

En un largo discurso, se centró en la gestión de la Generalitat en dos años: el fin del « apartheid sanitario» a los inmigrantes; la inminente reversión de la sanidad privatizada; la reducción en la lista de espera de la ley de dependencia (de 46.000 a 29.000 personas); el fin de los copagos en discapacidad y mayores por sus residencias y centros de día; la apertura a refugiados; la reducción de la pobreza un 6,9 %; el fin de la escuela como herramienta «segregadora» y la sustitución de barracones por 30 centros en marcha; reivindicó su gestión con los centros de menores; la reducción de impuestos a un millón y medio de valencianos de clase media y baja y la subida a 50.000 de clase alta; la «dignificación de la agricultura»; el cambio de la corrupción a la transparencia; la memoria democrática que «cierra heridas» y no las abre; el apoyo a las víctimas del metro («seguiremos reivindicando que se repare en la Justicia»); y reclamación de financiación o corredor mediterráneo. Y un largo etcétera. La camiseta ahora se cambia por la gestión y, en segundo término, la reivindicación frente a Madrid. Son los aires de un Compromís con poca autocrítica que vuela «Al Vent» del jazz y con la mirada apuntando ya a 2019.