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Entrevista

Juan Oliver: "No quiero oropel ni olvidar quién soy"

«Uno querría que la gente se saludara por la calle y se diera los buenos días. Pero aquí te das cuenta de que no eres nadie para casi nadie»

Juan Oliver, en un claustro de los franciscanos de València el jueves, cuando pronunció una conferencia en el colegio Sagrada Familia (PJO). vicent m. pastor

Franciscanos: la austeridad máxima. Lo mismo con las preguntas: solo una palabra basta.

Pobreza.

Yo nací en Carcaixent y en una familia pobre. Mi padre era labrador y mi madre, ama de casa. Recuerdo ese ambiente familiar de la calle Santa Rita, 35: el trabajo duro de mi padre, mi madre apedazando la ropa; siempre con lo indispensable. Luego, a los doce años, escuché una llamada de Dios a la vida religiosa. Se me ofreció la vida de los franciscanos, donde la pobreza no es un concepto o una abstracción, sino una realidad. No solo la pobreza material, sino también como opción de vida. Para mí, pobreza es ahora compartir la vida con gente pobre que vive en uno de los lugares más abandonados de esta tierra: el vicariato de Requena (Perú).

Dignidad.

Parece que tenga que ver con cargos, pero para mí dignidad es ser hijo de Dios. Dignidad es ser persona; es lo que cada uno merece para poder desarrollarse como tal. Es no hacer distinciones y aceptar a cada uno conforme es. Yo en Requena me encuentro con personas muy mayores sin formación, que no tienen nada. Es importante estar cerca de ellos y nunca tener vergüenza de acercarte, de tocarlos, abrazarlos o besarlos. Para mí son el reflejo de Dios.

Olvido.

Por un lado, querríamos olvidar cosas de nuestras vidas, o reconciliarnos con ellas e integrarlas mejor. ¡Todos las tenemos! Por otro lado, nunca querría caer en el olvido de ciertos aspectos. No querría olvidar ni la vocación ni la misión que Dios me ha confiado. Tampoco quiero olvidar de dónde vengo y quién soy yo: pertenezco a un pueblo, a una familia y a una orden. Ni olvidar qué estoy llamado a ser.

Capitalismo.

Uno diría sistema económico y ordenación mundial de muchas naciones. Pero a mí también me sugiere diferencias sociales, diferencias en oportunidades que uno puede tener en la vida. La tierra donde yo vivo es una de las zonas profundas de la pobreza. Y el capitalismo ahí se ve como desigualdad. Diferencias no de castas, pero sí de clases, por la riqueza mal distribuida que engendra diferencias. Por tanto, si capitalismo quiere decir todo eso, y no solo es un sistema económico con sus ventajas y sus inconvenientes, el capitalismo genera opresión en muchos pueblos y clases sociales.

Revolución.

¡Yo fui joven y se hablaba mucho de revolución: el Mayo del 68, la Primavera de Praga, la muerte de Franco! Era un deseo de cambio social, económico, político, acercamiento a la gente. Hoy entiendo la revolución más como un cambio personal, y también comunitario y social de vida. Debemos vivir permanentemente en una conversión profunda de estructuras sociales, eclesiales, personales. Pero todo cambio, para que tenga efecto, debe pasar por un cambio personal.

San Francisco de Asís.

Ha sido la persona que más me ha acercado a Jesucristo y el deseo de mi vida es seguir lo que él vivió. Es una referencia de las más importantes para mí. Su vida me lleva al Evangelio.

Desencanto.

Me viene a la cabeza un juego de palabras: vivir encantado y de ilusiones no es bueno. Hay que vivir en la realidad y pisando tierra. Cerca de las personas reales concretas. En ese sentido, el desencanto o la desilusión te lleva a un conocimiento más próximo y sincero de la persona o de la realidad. Pero no querría que ese desencanto o desilusión te llevara a la desesperanza: a no tener motivos de vivir. Uno querría ver que aquello por lo que ha luchado no se perdiera. Uno querría unas estructuras más comunitarias, más acercamiento a la gente, que la gente se saludara por la calle y se diera los buenos días. Pero aquí te das cuenta de que no eres nadie para casi nadie. O desilusión también por haber querido un estilo de vida más sobrio y con un espíritu de compartir, y en cambio hallas un gran afán de riqueza y que cada uno va a la suya. Desilusión también por que querríamos que todos trabajaran y no quisieran vivir a costa de los demás.

Oropel y pompa eclesiástica.

No, no... Para mí eso es una contradicción. Ser cristiano es otra cosa. Y ser religioso no es búsqueda de ningún tipo de poder ni de ascender personalmente. Al nombrarme obispo, elegí como lema: «Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres». Eso del oropel y los títulos me sienta muy mal, no lo quiero en mi vida.

Contradicción.

Querer una Iglesia más pobre, servicial y cercana a la gente, y encontrar que puede haber búsqueda de poder y dignidad personal.

Felicidad.

Te doy un ejemplo. Es el estado que yo experimento en la tierra donde vivo cuando voy a un colegio que construimos allí para niños de 3 a 5 años, que ha ido creciendo y que tiene 250 alumnos. Felicidad es ver a los niños, y que me llamen por mi nombre: «Hermano Juan». Y vienen y me abrazan. Son momentos de mucha felicidad.

Muerte.

Ya es algo que veo cerca en mi vida. Me quiero preparar para ello. Recuerdo a los clásicos: «La muerte como la vida». Tal como hayas vivido será la muerte. También muerte hace referencia a atentados, desastres, injusticias o al hambre por la que mueren muchos hermanos nuestros en África.

Utopía.

Es una palabra que antes se empleaba mucho. Utopía es querer un mundo diferente. «Ou-topos» significa «no tiene lugar». Pero recuerdo unos versos de Antonio Machado que para mí significan mucho: «Bueno es saber que los vasos/ nos sirven para beber;/ lo malo es que no sabemos/ para qué sirve la sed». Pues la sed es la que nos hace caminar, la que nos hace buscar el pozo donde está el manantial, que sería la utopía. La utopía es querer un mundo mejor, pero no ilusamente, sino trabajando para conseguirlo. Utopía puede ser el Reino de Dios que Jesús nos anunciaba: paz, fraternidad, justicia, solidaridad. Sin la utopía no podríamos vivir. Sin mirar hacia el futuro y sin esperanza, la vida cae en un sinsentido y nos echa a perder a nosotros mismos.

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