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DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA COPA DEL AMÉRICA

La Copa 2007 sentó las bases del boom del turismo extranjero en València

Visitantes siguiendo las regata junto al Veles e Vents, en 2007. marga ferrer

Si hay algo indiscutible en torno al debate que genera la política de grandes eventos que marcó la València del PP durante una década, es que la Copa del América sirvió a la ciudad para posicionarse en el plano turístico para siempre. «Como evento deportivo era muy relevante, pero muy de nicho, muy centrado en gente del mundo náutico. Eso fue bueno: iba dirigido a un segmento ´premium´ y eso es algo que València no había trabajado», valora Toni Bernabé, responsable de la política turística de València, delegado del Gobierno aquellos años y funcionario con una larga trayectoria en la gestión turística como director de Turespaña.

Ciertamente, pese al recuerdo de la dársena atestada con miles de personas pendientes de los bólidos del mar, las estadísticas confirman que fue un impacto más cualitativo que cuantitativo.

La Copa que ´italianizó´ València de por vida. El número de visitantes a la ciudad, entre españoles y extranjeros, creció. No fue una avalancha desorbitada, aunque el número de extranjeros se disparó un 51%. En total, se pasó de los 1,19 millones de turistas de 2005 a los 1,66 millones de 2007, cuando se celebró el grueso de las regatas. Un 29% más. Por poner las cifras en contexto, superada la crisis y en pleno «boom», hoy visitan València 1,9 millones de personas.

La Copa sirvió para fidelizar de por vida al público italiano, atraído por sus tres equipos: el popular Luna Rossa Challenge, el Mascalzone Latino y el +39 Challenge. Cuesta creerlo paseando hoy por el centro de la ciudad, pero antes de la Copa los italianos no eran el primer mercado emisor. Los británicos estaban claramente por delante.

Con el inicio de las regatas, sin embargo, los italianos se pusieron en cabeza. Para siempre. Entre 2005 y 2007 el número de visitantes creció un 92%. También se disparó el número de suizos, que eran los anfitriones en València al defender el título con el Alinghi. Lo mismo ocurrió con los estadounidenses seguidores del finalista BMW Oracle, un país donde la Copa América es religión para un segmento de la población. Son magnitudes más modestas que las de italianos, pero en estos momentos el número de suizos casi se ha triplicado (de 9.300 en 2005 a los 24.018 del pasado 2016); y el de norteamericanos se ha duplicado, de 25.400 a más de 52.500.

Megayates y hoteles gran lujo: la ciudad también puede ser ´premium´. No fue una avalancha, efectivamente, pero gastaron. Y mucho. Los famosos megayates dejaron en la ciudad 25,1 millones tras más de 3.300 días de estancia conjunta en el puerto. Y el gasto medio por visitante extranjero superó los 150 euros diario. El perfil del turista era el de un buen prescriptor, con un nivel adquisitivo alto, recuerda Toni Bernabé. «Tuvo un efecto importante en impacto en revistas de estilo de vida y de náutica. Y una gran presencia a nivel informativo internacional». Eventos como este generan campañas de imagen difícilmente cuantificables en términos económicos. El sector turístico se frotaba las manos con los directos cada día de la CNN desde València para Estados Unidos.

Turespaña también hizo una apuesta fuerte para posicionar València en el exterior. La ciudad acogió una reunión de 33 delegados de Turespaña en todo el mundo para agitar la promoción de la capital del Túria en los medios con acciones y misiones de periodistas.

Mejoró el posicionamiento de la ciudad a nivel europeo y en Estados Unidos. Encuestas a pie de dársena revelaban que el 98,16% de los visitantes deseaba volver a València. El índice de satisfacción rozaba la perfección: el 99% recomendaba el viaje a la ciudad, según datos de la Conselleria de Turismo.

La Copa, un ´desafío´ también para València, sirvió para sofisticar la oferta hotelera. «No hubo ninguna inversión hotelera que se hiciera únicamente pensando en la Copa. Es un mito urbano», señala Luis Martí, secretario general entonces de Unión Hotelera de la Provincia de Valencia. «Estaban planificadas con antelación», apunta. Motivado o no por el evento, las regatas llegaron con un incremento sustancial de la planta hotelera, sobre todo de alto nivel. La oferta se multiplicó por dos. La Torre Hilton, la rehabilitación de las Arenas, Trip Oceanic, Valencia Center, AC Valencia, Barceló, Primus... El entorno del puerto y la Marina y la Avenida de Francia se llenaron de plazas hoteleras. «Hubiera sido más complejo sin esos hoteles. Se encontraron una ciudad preparada con una oferta que antes no teníamos», sostiene Martí.

La década perdida. ¿Qué queda hoy de aquella oportunidad, del escaparate al mundo? «No se aprovechó bien. Nos cayó del cielo, lo gestionamos correctamente, pero no supimos sacarle todo el jugo. No fidelizamos el turismo de lujo que atrajo, ni asociamos nuestra marca a ese deporte», censuran desde la patronal. Desde el lado de gestión, Bernabé coincide: «Nos posicionamos en un nicho atractivo, pusimos en valor los recursos de turismo náutico, pero la apuesta por la Fórmula 1 y el uso del espacio de la Marina fue un error. Debilitó el posicionamiento alcanzado con el otro evento, supeditó todo el espacio al circuito con los problemas que eso ha generado», lamenta.

Y en esas anda ahora Turismo València: «La nueva etapa está orientada a recuperar el posicionamiento náutico que da el espacio. Hoy hay muchas actividades que puedes hacer: submarinismo, surf, vela, motos, elevaciones... Apostamos por recuperar el posicionamiento en deportes náuticos. La zona va a más, con la apertura del Veles e Vents, el Marina Bech, los restaurantes, el futuro hotel, la marina de la innovación», celebran desde el ayuntamiento. Diez años después, la Copa América vuelve a ser rentable para la ciudad.

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