En la semana del orgullo (gay) Ximo Puig y Mónica Oltra bajaron sonrientes las escaleras del patio del Palau de la Generalitat para ofrecer orgullo (de cambio «necesario e imprescindible»). Y orgullo de que el gobierno asentado sobre el Pacte del Botànic es hoy «paradigma» de «estabilidad» y «nuevas políticas». Así lo ve Puig.

Si el 28 de junio de 2015 el edificio se llenaba de gentes de variada procedencia para acompañar a los nuevos gobernantes tras 20 años de historia popular, president y vicepresidenta se hicieron acompañar ayer de un documento anillado de 232 páginas: Dos anys de canvi. La enumeración de iniciativas fue protagonista de un acto de los dos líderes solo con periodistas y algunas cámaras.

No las de àpunt, un proyecto que aún no emite y que no estuvo en el repaso en el ecuador de la legislatura. Apareció en el turno de preguntas y no para la autocrítica, poco habitual cuando se se trata de balances. Oltra subrayó la relevancia de haber dejado en manos de las Corts la iniciativa de la nueva televisión. «No sé si se ha valorado suficientemente la renuncia a unos medios gubernamentales», dijo. La Cámara «decidió su ritmo». Pero lo fundamental, zanjó el president, es que «este gobierno no permitirá una televisión manipulada ni prostituida, ni desvaríos económicos».

Los ritmos son la principal frustración del gobierno bipartito de PSPV y Compromís apoyado por Podemos en las Corts. Coinciden todos los consellers, afirmó Oltra, en no poder realizar los cambios con más rapidez.

Hay motivos para la lentitud, en opinión de los mandatarios del Botànic. La infrafinanciación, en primer lugar. «No se nos trata con lealtad», acusó Puig al gobierno central. «Sacamos el margen de lo que no se roba y de una mayor eficiencia y sobriedad», sentenció Oltra. «No se gasta el dinero en saraos y bobadas que solo benefician a unos pocos».

Una consecuencia de ser «la única comunidad pobre que paga a otras más ricas» es la carencia de empleados públicos. Es otra razón para la dificultad de gobernar.

El balance, como era previsible, es positivo, pero Puig evitó poner nota al Botànic. En todo caso, incidió en la buena valoración en las encuestas. Y fue contundente al rechazar una crisis de gobierno. No ve « ningún motivo» para cambios ahora de consellers, cuando el equipo está «cohesionado» y da «toda su potencialidad».

Puig y Oltra remarcaron medidas seguidas por otras comunidades, como la universalidad de la sanidad o la extensión de los tratamientos contra la hepatitis C. Entran en el capítulo de nuevas políticas de las que alardear.

También sacaron a relucir la política económica. «Hace dos años nadie daba un duro por la economía y todo iba a empeorar, y ha sido al contrario. Crece el doble que la española», señaló Puig.

Si el jefe del Consell ponía en el centro de su discurso de toma de posesión a los más débiles, ayer puso encima de la mesa que la pobreza se ha reducido en estos dos años en la C. Valenciana el doble que en el resto de España.

No hubo autocrítica tampoco sobre la política educativa, pese a las protestas de algunos sectores. El objetivo es «un sistema que iguale las desigualdades de origen», dijo Oltra. « Es normal que los empresarios de la enseñanza protesten, pero defendemos los derechos de los niños primero».

Puig y Oltra se encontraron con una respuesta más que fría de los socios de Podemos a su balance. El análisis ha sido «demasiado triunfalista», respondió Antonio Estañ, el nuevo secretario general de los morados.

El aún síndic Antonio Montiel añadió: «En estos dos años, el Consell ha ido desconectándose de las aspiraciones y demandas de la ciudadanía». En Ciudadanos, Mari Carmen Sánchez dijo: «Mi balance es de incumplimientos, sobre todo en educación».