Los delfines del Mediterráneo han variado su «menú» en los últimos años. Las merluzas pequeñas y los calamares de la costa han pasado a ser el «primer plato», sustituyendo a ejemplares solo disponibles en alta mar que, hasta hace una década, eran la dieta habitual de estos mamíferos. Este descubrimiento es uno de los resultados de un estudio realizado por investigadores del Instituto Cavanilles de Biodiversidad, del Parc Científic de la Universitat de València, que analiza estos cetáceos desde hace más de 20 años.

El equipo de biólogos encabezado por Javier Aznar y Juan Antonio Raga han realizado un estudio estomacal a 140 delfines listados que aparecieron varados en las playas valencianas desde 1990 hasta 2012, gracias a la colaboración del Servicio de Vida Silvestre de la Generalitat Valenciana.

Javier Aznar explica que el estudio se inició para vincular la ciencia básica y la aplicada. «Queríamos conocer la biología de los delfines y ver cómo ha cambiado su dieta; a partir de la alimentación se puede conocer la situación del ecosistema: cualquier cosa que pasa se refleja en la biología de los animales», apunta.

Así, gracias a la curiosidad por saber qué comían estos delfines, de los que se calcula que viven unos 16.000 en aguas valencianas, se ha descubierto este cambio alimenticio: si antes consumían cefalópodos y peces de alta mar, ahora se decantan por merluzas pequeñas (pescadillas) y pota, ambas especies de aguas costeras.

Efecto de la sobrepesca

«Probablemente, el aumento de estas presas se debe a un efecto indirecto de la sobrepesca», apuntan. La acción del hombre ha esquilmado el principal alimento de estos cetáceos que, ahora, «han aprendido» que es más fácil encontrar presas en aguas poco profundas. Por eso, se acercan a la costa desde alta mar, en «incursiones predatorias», y luego vuelven mar adentro.

A pesar de estos cambios en la dieta, las muestras obtenidas reflejan que no ha habido un impacto negativo en la población de los cetáceos. Los datos sobre contenidos estomacales no muestran consecuencias negaticas, ya que parece que los nuevos alimentos satisfacen las altas necesidades alimentarias de los animales. De hecho, el cambio ha sido, incluso, beneficioso, señala Juan Antonio Raga . Y es que, a pesar de que los delfines sufrieron dos épocas de mortandades masivas en 1990 y 2007 -a causa de un virus-, «10 años después los niveles de densidad son muy parecidos a los previos».

Se trata de unos animales con «gran flexibilidad» y que «se adaptan con facilidad a los cambios». Incluso, a veces, llegan a ir detrás de barcos pesqueros, asegura Aznar. Así, si esta tendencia continúa, el biólogo ve «probable» que en los próximos años «a pocas millas de la costa, se vean manadas más o menos grandes de delfines».

El grupo de ocho biólogos sigue con el análisis en la actualidad, y trabajan con los datos obtenidos en los últimos cinco años. Calculan que ya son unos 200 los delfines estudiados. Desde el Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva apuntan que los estudios a largo plazo sobre ecología trófica «son relativamente inusuales» pero «imprescindibles para obtener información sobre muchos procesos ecológicos».