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Reportaje

La memoria viva de los lobos valencianos

El lobo sigue presente en el folclore, la tradición y la toponimia valenciana pese que el último ejemplar fue abatido en 1953 en Sinarcas

La memoria viva de los lobos valencianos

El lobo nunca se fue del territorio valenciano, aunque el último de una vieja historia ininterumpida de siglos se mató en 1953 en Sinarcas y un disparo abortó en 1987 el regreso, o quizá solo una fallida aventura de un lobo juvenil en Morella. Su memoria, difusa a veces, o apunto de desaparecer en paralelo a quienes convivieron con el lobo, ha sobrevivido milagrosamente en forma de topónimos, de viejas leyendas, de canciones y de miles de datos dispersos en archivos por toda la geografía valenciana.

Àgueda Vitoria (l’Alqueria d’Asnar, 1987) sintió un día la necesidad de rescatar del olvido esas historias que probablemente entraron en su memoria con los relatos de su abuelo, cazador. Lo cuenta en el capítulo que ha escrito para el libro «Encuentros con lobos» y lo repite en Sumacàrcer, en el «barranc del Llop», uno de los 300 parajes que ha identificado en la geografía valenciana con el nombre del mítico animal.

«Quizá me di cuenta cuando un espabilidado comenzó a construir un hotel en una loma que se llama el Alt del Llop, entre Alcosser de Planes y Benimarfull. Había una grúa enorme y de pronto todos tenían el Llop en la boca», explicó Àgueda.

La historia despertó en Àgueda la pasión por el conocimiento, «de saber por qué hay malladas, barrancos o fuentes que todavía llevan el nombre del lobo o por qué a los vecinos de Villalonga se les llama lloberos».

Desde hace dos años su tiempo libre lo dedica a recorrer en su furgoneta y sin ayuda institucional toda la geografía valenciana buscando el rastro del lobo. Más de 300 topónimos, cientos de datos dispersos en archivos y decenas de testimonios forman parte de un libro no nato en el que faltan todavía «muchas historias y muchas sorpresas que añadir». Àgueda ha pasado largas temporadas cerca del Ártico, en países como Finlandia, Noruega o Suecia, donde la guerra contra el lobo (y los osos) sigue abierta.

«Tendemos a idealizar al lobo -yo también leí a Jack London, recuerda entre risas- y a la gente de estos países nórdicos y su forma de abordar los problemas, pero lo cierto es que allá la gestión del lobo es desastrosa», sentencia. De allí se trajo el interés por el conflicto abierto entre los humanos y el lobo, «de las razones del odio de siglos, que persiste», añade.

La pedagogía del regreso

«Ahora mismo, el lobo, como icono, sigue más vivo que nunca, pero nada es inocente cuando se habla de lobos y cualquier noticia sobre este animal alcanza una gran difusión en las redes sociales», afirma Àgueda. En la Comunitat Valenciana el conflicto sigue vivo, en gran parte también por el lobo de Morella, «porque demuestra que algo que podía ser interpretado como una fantasía -el regreso del lobo- no solo es posible, sino probable», añade.

El último lobo valenciano cayó abatido en 1953 en Sinarcas, aunque en 1987, Noel Pascual disparaba en Morella sobre un lobo joven, al que confundió con un perro y al que atribuía más de 20 ataques a su ganado.

El lobo, un ejemplar de algo más de un año, permanece disecado en el domicilio de Noel.

«El conflicto no solo sigue latente sino que sorprende la virulencia con la que se habla de lobos, incluso de aquellos que llevan 200 años muertos», asegura.

Tras recabar la mayor parte de la información sobre el lobo disponible en la Comunitat Valenciana, Àgueda se reafirma en la vertiente educativa de su trabajo y recomienda «ponerse en el lugar de quien teme al lobo y espera su llegada con hostilidad», porque es el mejor modo «de empezar a construir, de volver a poner el lobo sobre la mesa de una manera menos confrontadora».

«Recuperar la memoria del lobo y darla a conocer, incorporándola al patrimonio rural, es también un modo de rentabilizar su leyenda, su imagen icónica y su enorme capacidad de atracción», propone como antídoto al regreso del can. «Claro que volveremos a ver lobos, no sé si en un año o en diez. Tenemos zonas ideales para que el lobo llegue, para que se establezca, y no solo eso: zonas con sobrepoblaciones de otras especies que en realidad necesitan al lobo, pero si los que viven en esos lugares no lo quieren cerca no hay nada que hacer. Eso sí, que nadie venga de las ciudades a evangelizarnos, a enseñarnos a querer al lobo porque nosotros no sabemos nada. Será un fracaso», asegura Àgueda Vitoria.

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