Sin la presión del caso Taula encima de sus cabezas (esta semana han trascendido detalles judiciales importantes, pero la situación es muy distinta al anterior debate cuando Rita Barberá se vio obligada a dimitir), a los populares de Isabel Bonig se les vio ayer algo más cómodos en sus escaños. La última promesa de Rajoy de invertir en la Comunitat en 2018 junto el desgaste propio de dos años del nuevo Gobierno ofrecían a Bonig cierto margen para el cara a cara y la dirigente trató de aprovecharlo.

Subió a la tribuna con el objetivo de echar por tierra la gestión del Botànic y presentarse como alternativa en 2019 de un gobierno «incompetente». Para ello, dividió su discurso en dos partes: una para repartir estopa a Puig y Compromís (varios dardos fueron a la vicepresidenta Oltra) y otro para tender la mano al presidente con seis pactos y seis medidas «para mejorar la vida de los valencianos». Aunque estuvo algo más contenida en las formas, el tono exaltado no despareció. Logró irritar a sus contrarios y que los suyos se levantaran en dos ocasiones para aplaudirla.

Sus primeras palabras fueron para poner en solfa el discurso del presidente Puig por describir una «comunidad imaginaria» y estar carente de «autocrítica». Con tono teatral, Bonig enumeró una por una las promesas del debate de 2016 supuestamente incumplidas: 45 de 56. Un recopilatorio que los servicios de prensa de Presidencia se apresuraron en negar. Para Bonig, sin embargo, nada de lo prometido «existe»: «Los valencianos no se merecen un presidente que miente en sede parlamentaria», asestó. «Venían a rescatar personas, pero el problema es que les gusta trabajar poco. Son un poquito vagos», continuó.

Como era de esperar, Bonig utilizó contra Puig el desafío soberanista en Cataluña: «Le pido que no pase a la histora como el presidente que vendió esta Comunitat a los independentistas y separatistas», clamó, arrancando los aplausos de su grupo.

Bonig vaticinó que la política educativa de Compromís y su «chantaje lingüístico» sigue la misma hoja de ruta de los nacionalistas en Cataluña y acusó al presidente de estar en manos de sus socios de Gobierno. También relacionó la manifestación que el Consell prepara para reclamar el cambio en el modelo de financiación con lo ocurrido en la comunidad vecina: «No es el momento de las camisetas ni las manifestaciones; así se empezó en Cataluña en 2007, al grito de ´España nos roba´; es momento de diálogo».

En este punto ofreció a Puig su apoyo «frente al nacionalismo independentista de Compromís». La alusión a Cataluña molestó a Puig, quien en la réplica acusó a la popular de radical: «Es un inmenso error usar aquí el independentismo. Para este conflicto no hacen falta más pirómanos», contestó.

La popular concluyó su alocución mostrando tres fotografías que, ironizó, «podrían ser tres camisetas» para resumir la gestión del Consell: una de un barracón, otra sobre el Cabanyal y otra de los extrabajadores de RTVV. Imágenes que, «simbolizan lo que es su gobierno: engaño, incapacidad y decepción», sentenció.