La Comunitat Valenciana se consolidó en 2015 como la segunda comunidad, por detrás de Andalucía, con más atropellos en vías urbanas, según los datos de la Dirección General de Tráfico (DGT). Según estas cifras, más de la mitad de los peatones atropellados no habían cometido ninguna infracción. Y añaden que, en el caso de que la infracción haya sido realizada por el peatón, tiene que ver con el diseño de la ciudad.

Un claro ejemplo fue el de la mujer de 68 años que falleció el pasado viernes mientras cruzaba un paso de peatones a la altura del parque de Natzaret en València, según informó Levante-EMV.

¿Qué hacer contra esto?

La consultora en materia de movilidad responsable, PONS Seguridad Vial, reclama un cambio en las prioridades de la ciudad, ya que, en sus orígenes, fueron creadas para la ciudadanía y, ahora, la mayoría de los espacios se encuentran masificados por carreteras y vehículos.

Este tráfico excesivo ha sido considerado por la consultora como una «verdadera enfermedad» que causa la muerte de miles de personas cada año (1.810 fallecidos en 2016), tanto por los numerosos accidentes viales producidos en zonas urbanas, como por el elevado incremento de los problemas respiratorios resultado de las elevadas emisiones de CO2.

«Las urbes se están envenenando. Tenemos que hacer una ciudad diferente, hay que promover que la gente se mueva a pie», declara Shara Martín, directora general de PONS Seguridad Vial.

Por esta razón, la consultora, junto con la asociación internacional Red de Ciudades que Caminan, ha presentado el libro «Ciudades pensadas para caminar».

Esta publicación apuesta por una nueva jerarquización del viario público, con la que recuperar más espacios para las personas sobre la predominación de los vehículos.

Así, el libro reflexiona sobre la necesidad de creación de Ciudades 30. Pontevedra, Irún y Ansoáin fueron los pioneros en implantar estas medidas. Este modelo urbano reduce el protagonismo del vehículo motorizado a favor del peatón y otros modos de transporte sostenible para lograr humanizar las ciudades.

Este tipo de urbe restringe la velocidad de los vehículos hasta un máximo de 30 km/h, lo que reduce el ruido del tráfico hasta 3 decibelios. Así, se mejora también la calidad del aire, ayudando a mitigar el cambio climático, a la vez que contribuye a una mejora general de la salud al reducir las emisiones de CO2.

Para llevar a cabo este modelo de ciudad se deben señalizar correctamente las entradas de estas Ciudades 30. Esta medida haría posible reducir al máximo la instalación de otras señales en el interior de la urbe, lo que abarataría los costes de instalación y mantenimiento de indicadores, a la par que disminuiría la presencia de obstáculos y, con ello, la contaminación visual.

En estas Ciudades 30 es aconsejable la creación de aceras de un mínimo de 2,5 metros y una red peatonal principal, es decir, un conjunto de áreas de uso peatonal integradas por zonas de estancia como plazas, parques o bandas de servicios. Estas franjas permitirían que el pequeño comercio pueda hacer uso de la vía pública para exponer sus productos o, en el caso de bares y restaurantes, puedan dotar de mayor número de sillas y mesas a sus terrazas. Así, el objetivo principal de las redes peatonales es potenciar la estancia, el juego o la relación social en las calles.

El libro habla de los entornos escolares como ámbitos especialmente sensibles por la atracción de vehículos que generan. Este es el resultado de la tendencia de las últimas décadas a caminar menos, unido al aumento de la distancia entre el hogar, el colegio y el trabajo. La publicación opta por la creación de un «colchón verde» que restrinja la circulación motorizada en una extensión entre los 300 y los 500 metros alrededor del centro escolar, equivalente a cinco o diez minutos a pie.

En cuanto a la seguridad peatonal, la publicación asegura que la separación máxima entre dos pasos de cebra debería ser de 75 metros. Con estas medidas se busca revertir las consecuencias de la explosión que el uso del automóvil ha generado en cada uno de los ciudadanos para comenzar a apoyar urbes que, no solo sean más amigables con el medio ambiente, sino también favorezcan al pequeño comercio y entretejan relaciones humanas.