La Comunitat Valenciana se ha llevado el premio gordo tras la estampida de empresas catalanas provocada por la deriva secesionista. Si el jueves el Banco Sabadell anunciaba el traslado de su sede social a Alicante, ayer fue el consejo de administración de CaixaBank el que decidía moverse desde Barcelona a la calle Pintor Sorolla de València, donde estuvo la casa del histórico Banco de València, emblema de la burguesía local. CAM y BdV vuelven a casa. Y la city financiera de la capital recupera parte del orgullo perdido.

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Como adelantó ayer Levante-EMV, València era firme candidata a acoger la sede de la entidad. Pero no fue fácil. Según ha sabido este diario, se produjeron hasta tres votaciones para decidir dónde ubicar la nueva sede social del tercer banco español tras Santander y BBVA. Madrid y Palma de Mallorca competían con València. De hecho, ésta partía en desventaja.

El consejo de administración estaba dividido. Una parte del órgano defendía Palma por motivos históricos, como sede de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares, origen de la entidad en 1904.

Hubo quien sugirió Madrid como nueva sede. La propuesta encontró la oposición del grueso del consejo. En el actual clima en Cataluña, sería muy difícil para CaixaBank, una entidad transversal a todos los estamentos económicos y sociales, defender una salida en dirección a la capital de España. La fuga de Barcelona era más digerible si el destino no era Madrid.

En tercer lugar, un grupo encabezado por el presidente de la CEOE, Juan Rosell, defendió de forma vehemente las opciones de València. Las de Palma fueron descartadas por la insularidad, que en la práctica complican muchísimo las comunicaciones. Frente a esto, se ha valorado de València la estabilidad política de la zona y un tejido empresarial potente, así como el peso sentimental en la sociedad valenciana del Banco de València, absorbido por CaixaBank en 2012 y que además ofrece una sede representativa. También ha favorecido la decisión la facilidad de comunicaciones, con una ciudad conectada a Madrid en alta velocidad y con Barcelona, a la que está unida por avión y con la expectativa de un corredor mediterráneo que unirá en no mucho tiempo a Barcelona y València en AVE.

No sólo la elección de la nueva sede dividió al consejo. En las primeras votaciones se condicionaba el cambio de sede a que el Govern de Puigdemont declarase la independencia de Cataluña, aunque finalmente se retiró esa premisa del articulado definitivo del acta para eliminar cualquier atisbo de incertidumbre ante los accionistas.

El aterrizaje de CaixaBank en Pintor Sorolla no es una noticia menor. Es hoy el tercer banco de España por volumen de activos, solo por detrás de Santander y BBVA, que le superan gracias a su mayor presencia internacional. Pero la entidad catalana lidera el mercado nacional. Tiene la mayor base de clientes del país.

Además de cotizar en el IBEX35, cuenta con 15,8 millones de clientes en el mercado ibérico, 5.468 oficinas, la mayor red comercial de la península, y más de 37.000 empleados.

Temor a las consecuencias

En la decisión tomada por el órgano que preside Jordi Gual ha pesado el temor a la fuga de depósitos, al desplome bursátil (perdió un 4,96% de su valor el miércoles, y volvió a caer ayer pese al rebote del jueves), pero sobre todo el abismo que supone una independencia de Cataluña que dejaría a la entidad fuera de la zona euro.

La decisión de la entidad, precisamente, se ha tomado utilizando el mecanismo que el Gobierno ha puesto a su disposición de forma urgente. El Consejo de Ministros, ante la necesidad de entidades financieras y aseguradoras de despejar cualquier duda sobre su mantenimiento en la zona euro, aprobaba ayer un decreto para facilitar a las empresas el cambio de sede social sin necesidad de someterlo al voto de los accionistas. Por estatutos, Sabadell pudo hacerlo el mismo jueves, pero CaixaBank hubo de esperar al decreto de ayer.

El escueto comunicado emitido ayer por la tarde apela a la necesidad de «salvaguardar plenamente la seguridad jurídica y regulatoria», así como mantener a la entidad bajo la supervisión del Banco Central Europeo (BCE). «La continuidad en la zona euro garantiza a CaixaBank seguir contando con óptimas condiciones de financiación para, a su vez, mantener el flujo de crédito a familias y empresas en Cataluña y en el resto de España así como preservar la integridad de los depósitos de sus clientes», añade.

El traslado de la sede social no va a implicar un desembarco físico desde Barcelona. La sede operativa y todos sus empleados continuarán en las dos torres de la Avenida Diagonal de Barcelona. La entidad cuenta además con otras sedes corporativas y operativas en otras ciudades de España.

València, sin embargo, se beneficiará de los impactos fiscales. La entidad dejará de pagar tributos en Cataluña y eso repercutirá positivamente en las cuentas de la Generalitat. Aunque el Impuesto de Sociedades (el de mayor alcance) es estatal, el Impuesto de Actividades Económicas (IAE) redundará en València, así como el de Actos Jurídicos Documentados por cada actividad contractual o mercantil.

También se producirá un impacto por la vía de la financiación autonómica. Y es que el Estado tiene cedido entre otros tributos el 50% del IVA a la Generalitat. Por tanto, la actividad vinculada a esa tasa que produzca CaixaBank una vez ubicada su sede en València generará más ingresos por este impuesto en la autonomía y eso será positivo a efectos de cálculo en el modelo de financiación.

El aterrizaje de Caixabank en Pintor Sorolla 2 y 4 anima además la competencia en este territorio con Bankia, cuya sede social se encuentra a pocos metros: dos de las cinco entidades financieras más importantes del país. En volumen de activos, CaixaBank ocupa la tercera posición, con 378.684 millones; Bankia, se encuentra en quinto lugar. Entre ambas, Banco Sabadell, en cuarta posición.

Aunque en menor medida que el Sabadell, CaixaBank también ha estado activo orgánicamente en los últimos años, con adquisiciones que le han permitido crecer. Sobre todo, con la integración de Banco de València, y también Caixa Girona, o Banca Cívica, fruto de la fusión entre otras de Caja Navarra, Cajasol, Caja Canarias y Caja de Burgos. Un crecimiento culminado hace unos meses tras la OPA al BPI portugués, que ha elevado un 31,6% sus beneficios en el primer semestre de este año.