Challenging Heights es una ONG que ha conseguido recuperar en diez años a más de 1.600 niños de la esclavitud en Ghana, reinsertándolos y proveyéndoles educación.

La esclavitud no es una lacra exclusiva de Ghana, ni siquiera de África, es una cuestión no resuelta que afecta prácticamente a todo el mundo.

Su fundador, James Kofi Annan, es un ejemplo vivo de cómo las circunstancias determinan nuestro futuro muchas veces, incluso, para mejorarlo. Esa es la fuerza de la alquimia de la vida.

La historia de James es un camino de superación, de pasión, de lucha, de sueños, de tenacidad y de desapego. Una trayectoria que merece ser conocida para inspirarnos y poder seguir creyendo en el género humano. Nos faltan referentes y espejos en los que mirarnos cada día y James es uno de ellos. Líderes anónimos que con su trabajo silencioso hacen de este mundo un lugar mejor para vivir.

Nació hace 42 años en Winneba, un pueblo costero a una hora y media de distancia de Accra, la capital de Ghana. Con 7 años supo de primera mano lo que era ser un niño esclavo. Fue alejado de su familia y utilizado como mano de obra barata para trabajar pescando en el lago Volta, el lago artificial más grande de su país.

Las atrocidades que sufrió trabajando 17 horas al día aún se reflejan en su cuerpo y en su cara. En tan sólo seis meses olvidó quien era pero ni las picaduras de alacranes, las palizas o las numerosas enfermedades sufridas pudieron borrar el recuerdo de que, al menos, tenía una madre.

Era lo único que le mantuvo vivo y que alimentó todos los días sus deseos de huir. Intentó escaparse en innumerables ocasiones y por ello fue castigado una y otra vez, incluso lo trataron como un animal atándole una soga al cuello en varias ocasiones. Hasta que un día, con 13 años lo consiguió y por fin conoció de nuevo la libertad.

James volvió con su familia pero nada ni nadie pudo borrar el dolor de la infancia que nunca tuvo, así que el único mecanismo que su mente encontró para darle una nueva oportunidad a la vida fue bloquear todas las vivencias dolorosas.

De nuevo la figura de la madre fue quien motivó su siguiente gran reto: hablar bien inglés como hacen todos los ghaneses con formación y para ello tuvo que volver al colegio y equipararse a sus compañeros con siete años de retraso.

Toda una época de esfuerzo, de ir al colegio sin comer y sin zapatos, de trabajar de cualquier cosa olvidando el peso de haber sido un niño esclavo. Y con todo, consiguió ser el primero de la clase en poco tiempo, luego el primero de su colegio y finalmente el segundo mejor estudiante de su región.

Sin duda su recompensa llegó y consiguió ir a la Universidad. Un nuevo hito se abría ante él. Era la primera meta que ya no perseguía por su madre, era única y exclusivamente por él mismo. Fueron años de esfuerzo y sin embargo felices. Por primera vez James saboreó la libertad como un adulto. No debía nada a nadie y contaba con su pasión y su tesón para labrarse un mejor porvenir.

James no era ni se sentía como sus compañeros. Cuando ellos salían a divertirse él se quedaba estudiando, no le gustaban las aglomeraciones y le costaba confiar en la gente. Las horas de la madrugaba durante las que él se concentraba en estudiar coincidían con el momento en el que de niño se levantaba para trabajar, zambulléndose en las frías aguas del Lago Volta para pescar en los recovecos donde ni las redes llegaban.

Conforme fueron pasando los años, las noches comenzaron a hacerse más largas, cada vez despertaban más recuerdos dormidos de su vivencia en el Lago Volta. Ya no podía bloquear los dolorosos arañazos de aquellos años y tampoco quería porque mientras él dormía en su habitación, miles de niños seguían levantándose contra su voluntad como esclavos.

Acabó de estudiar y consiguió encontrar un buen trabajo en un importante banco británico. Los primeros años dedicó parte de su sueldo a ayudar a niños que como él habían sido privados de la posibilidad de estudiar porque los habían secuestrado o habían sido vendido por sus propias familias.

Llegó un momento en que dedicaba más dinero a esta causa que a sí mismo, así que al final, apoyado por su entorno, decidió dejar el banco y fundar una ONG para dedicarse por completo a su causa.

Así nació Challenging Heights. Un proyecto que trabaja para reducir la trata y la esclavitud infantil promoviendo los derechos de los niños.

James Kofi Annan pensaba que la esclavitud era el síntoma de un problema más profundo: la pobreza en la que estaba inmerso su país. Por eso decidió que la mejor forma de ayudar a los niños que habían pasado por lo mismo que él, era dotándoles de herramientas para poder mejorar sus circunstancias a través de la educación.

Durante años, este fue su principal foco y gracias a la ayuda de la cooperación internacional y de miles de donantes anónimos consiguió reinsertar a más de un millar de niños facilitándoles estudios y la vuelta a sus hogares. Incluso con las donaciones creó un colegio que ya ha cedido a una congregación religiosa para que lo gestione.

James entiende que nada de lo conseguido es suyo, él sólo ha sido el medio y con esta filosofía sigue trabajando día a día. De hecho, ni el descenso de niños esclavos, ni el aumento de donaciones, ni los premios recibidos por su gran labor -Premio Mundial de la Infancia, entre otros- han apaciguado su inquietud social.

Fundamentalmente ha comprendido después de trabajar todos estos años sobre el terreno que la causa raíz de los problemas de su país no es exclusivamente la pobreza. Ahora entiende más claramente que con el dragón contra el que hay que luchar se llama injusticia social y corrupción.

Este es su nuevo reto, uno más grande y complejo que la esclavitud y cuya solución, según James, no pasa por seguir haciendo las cosas como hasta ahora, apoyándose en un modelo asistencialista y dependiente de las ayudas del exterior ni de la cooperación.

Tiene cada vez más claro que la llave que les permitirá solucionarlo será la autosuficiencia y la concienciación de los ciudadanos de lo que es justicia social, lo que está bien y lo que está mal, así como cuáles son sus derechos y sus obligaciones.

Algo aparentemente básico para nosotros en el primer mundo pero si echamos la vista atrás nos damos cuenta que realmente todo esto lo hemos ido adquiriendo en las últimas décadas y con gran esfuerzo. La conciencia de sociedad civil y de individuo no se gana de un día para otro.

Y es en esta nueva etapa de lucha de James cuando le hemos conocido gracias a la Fundación Mujeres por África. Llegamos a Ghana para cooperar con una ONG y hemos acabado haciéndonos adeptos de James, que simboliza una forma de ver la vida con pasión, honestidad, transparencia, compromiso social, cooperación y conciencia.

En esta ocasión James tuvo claro que el mayor valor que podíamos aportarles no era dando de comer a los niños o jugando con ellos, que sin duda también es importante, si no dedicar todo nuestro tiempo, experiencia y formación para ayudarles a diseñar la estrategia a medio plazo de su nuevo proyecto: MCJ (Media for Social Justice in Ghana).

MCJ es una plataforma social que está comenzando a rodar cuyo fin es educar y hacer partícipe a los ghaneses de lo que es justicia social y la gravedad de la corrupción. El objetivo es destapar los focos de corrupción en origen, en los ámbitos locales y regionales antes de que sean una cuestión nacional o imposible de punir, dado que las leyes de su país aún no son capaces ni de perseguir ni de resolver estas tramas.

Dice el Tao que "todo lo grande, primero fue pequeño" y James comparte este precepto. La corrupción comienza en la persona, en su entorno cercano, local y regional y luego llega al sistema. Es ahí donde hay que comenzar a atajarlo. Por ello, es vital concienciar a los ciudadanos sobre lo que es correcto e incorrecto y sobre su derecho a denunciar las irregularidades en cuanto se detecten, sintiéndose apoyados y sin miedo.

Por el momento, han creado una web para difundir y educar sobre estas cuestiones y están formando a periodistas y ciudadanos en diez regiones de Ghana para que busquen y denuncien las irregulares en origen. Y este es sólo el principio de muchas iniciativas que están fraguando para aprobar una asignatura que hasta el primer mundo tiene suspendida: la corrupción.

James nos ha ofrecido un claro ejemplo para entender que la cooperación tiene que evolucionar. Cuando el objetivo es que los proyectos y las personas sean autosuficientes y no dependientes, a veces es más eficiente aportar tiempo, experiencia y trabajo cualificado, que donar dinero. Crear una economía colaborativa donde cada uno aporta lo mejor que tiene. El asistencialismo empobrece y la cooperación enriquece.

Hoy el proyecto de James está abierto para todos aquellos de vosotros que creáis que podéis aportar, yendo a Ghana o colaborando desde vuestras casas.

James es el ejemplo de una persona que ha cuestionado el sistema desde dentro, persigue cambiarlo y luchar contra la corrupción con las únicas armas que provee la educación y la conciencia social.

La historia de este hombre nos muestra que todos podemos ser James, que todo ladrillo hace pared por pequeño que sea. Si quieres cambiar el mundo no hay excusa, sólo tienes que mejorar tú primero.