El llanto y la risa de un niño, un beso, el ronroneo de un gato, los ladridos de una mascota, y un «te quiero» de alguien que ya no está.

Los recuerdos de la piel son ahora más permanentes que nunca y cualquiera puede entrar en el sueño más profundo utilizando la voz de un padre, de una madre o la de unos abuelos que se fueron hace años a modo de nana. Unas palabras que no salen de ninguna cinta grabada, ni de una nota de voz de un teléfono móvil, son frases que salen del propio cuerpo.

Una máquina tatuadora, tinta, un tatuador y una aplicación móvil. Son elementos obligatorios para que ondas de sonido puedan emerger del cuerpo humano unificar, así, tecnología y arte.

La idea nació cuando Juliana, una mujer norteamericana, observó tatuada en la piel de un conocido la primera línea de la canción Tiny Dancer, de Elton John: «¿No sería genial escuchar el tatuaje?». Lo que no sabía es que una pregunta que para ella había sido una mera ocurrencia, acabaría por ser uno de los inventos más prometedores de los últimos años.

El conocido tatuador norteamericano Nate Siggar, quiso hacer tangible la idea de su pareja Juliana. Así, comenzó a investigar hasta desarrollar la aplicación móvil de Skin Motion. Con ella, cualquier sonido, voz o melodía, que no exceda el minuto de grabación, puede ser recogido, codificado y transformado en ondas de sonido por la aplicación. Éstas son impresas por el tatuador de confianza y grabadas en la piel con gran precisión para que, después, la aplicación reproduzca el sonido cómo si fuera un lector de código de barras.

En Máster Tatto, Javier Copeda considera este avance en el sector del tatuaje como algo positivo que posibilita otras opciones a aquellos que hasta ahora imprimían en su cuerpo grandes retratos de seres queridos o de mascotas con el fin de conmemorarlos.

«Ahora hay otra opción para aquellos que prefieran no tener grandes tatuajes en su piel pero busquen imprimir los recuerdos en ella para siempre. Con la onda son necesario apenas 30 centímetros de espacio», señalaba Javier Copeda.

Y el precio no es elevado, únicamente debes pagar 40 euros dentro de la aplicación para que ésta la registre y la convierta en onda de sonido. Sin embargo, el precio que el tatuador fija al cliente no excedería a los costes estándares.

«El precio mínimo oscilaría en los 50 euros y por un tamaño mayor el precio quedaría en los 90 euros, según el salón de tatuajes y los precios con los que suelan jugar», contaba Javier.

Sin embargo, Sergio García, tatuador en Sudestada Tattoo & Piercing, en Benimaclet, considera que este tipo de tatuaje, a la larga, puede causar problemas: «La piel es un órgano que, cómo cualquier otro, envejece. Las arrugas de la piel pueden aparecer en el lugar de las ondas y modificar la estructura original hasta que a la aplicación le sea imposible reconocer la onda y deje de reproducir el sonido».

Así, queda en evidencia que los avances tecnológicos no pueden competir con el paso de los años y las repercusiones que estos tienen en el cuerpo humano.