Leyó el reportaje de Brayan en Levante-EMV y se le encogió el corazón. Propuso a este diario financiarle al crío un mes de tratamiento. Horas más tarde conoció al pequeño en la clínica privada donde realiza sesiones de logopedia y rehabilitación a razón de 90 euros el día. Y decidió que en lugar de un mes, le pagaría dos. Se llama Juan Carlos Sebastiá y ha conseguido que Brayan esbozara una sonrisa, la primera desde que hace tres meses un virus le afectara al cerebro y le dejara, primero en coma y luego en estado vegetal. Ahora Brayan ya habla. El pequeño de 8 años ha mejorado rápido desde que acude a las sesiones privadas que empezaron a pagar sus padres mientras esperaban la llamada del centro donde debe comenzar el tratamiento que le ofrece el sistema público, eso sí, con un tercio de las sesiones que realiza ahora.

El tratamiento de Brayan ya se ha llevado por delante dos meses del alquiler y los ahorros de más de un familiar. Ante una administración que no cubre las necesidades del pequeño y parece estar en coma, la llamada de Juan Carlos supone un alivio para una familia sin ingresos a la que solo le preocupa el bienestar del más pequeño de la familia. Es un drama añadido para una familia sin recursos donde los dos padres perdieron sus trabajos hace tres meses, cuando su hijo pequeño enfermó.

"Ayudarle es de justicia"

Juan Carlos no quería aparecer en prensa. No era ese el objetivo de su llamada. Prefería permanecer en el anonimato, contactar con la familia y abonar una cuantía con la que asegurar el tratamiento privado de Brayan durante un mes, que se transformaron en dos en cuanto conoció al pequeño. La solidaridad de Juan Carlos cambiará el futuro de Brayan. Sin embargo, este empresario de 56 años no ve que su acción merezca un reconocimiento. "Realmente no voy a hacer nada que merezca mérito alguno porque si tienes dinero y puedes ayudar es de justicia hacerlo. Si alguien ha leído el reportaje y no se le ha encogido el corazón, es que lo tiene de piedra", enfatiza Juan Carlos.

No es Amancio Ortega ni su facturación alcanza cifras astronómicas pero dirige una empresa de productos congelados y de importación y exportación que le permite pagar los 90 euros diarios que precisa Brayan durante dos meses. La suma es sencilla: 3.600 euros para dos meses de tratamiento. Además, puso dos ofertas encima de la mesa: la posibilidad de continuar ayudando al niño económicamente y el tiempo y los conocimientos de su hijo Juan Carlos (recién graduado en fisioterapia) antes de que se marche a trabajar a Francia, en el mes de marzo. Lo que a Juan Carlos le indigna es que la Administración "no tenga dinero, ni voluntad de ofrecerle a este niño el tratamiento que necesita".

Jessica, la madre de Brayan, volvió a llorar ayer, pero por primera vez desde hace tres meses, sus lágrimas fueron de alegría. Su hijo puede continuar el tratamiento en la clínica Aprender a Crecer gracias a un desconocido. Al padre de Brayan, César, le da hasta apuro coger un dinero que no es suyo. La caridad no va con una familia acostumbrada a sacarse las castañas del fuego. Pero el fuego al que enfrentan ahora les abrasa las manos. El niño de la mirada triste ya esboza una sonrisa.