El actual jefe de la UCO, el coronel de la Guardia Civil Manuel Sánchez, implicado durante más de 25 años en la lucha antiterrorista al mando de unidades del Servicio de Información en el País Vasco, y el escritor Lorenzo Silva, guardia civil honorario, defienden la necesidad y el derecho de los españoles a que se contara esta historia de lucha en soledad contra la banda terrorista más letal que ha operado en España: ETA.

¿Este libro tiene algo de catársis, de terapia colectiva para los guardias civiles?

(Sánchez) No, a los guardias civiles no nos hacía falta escribirlo. Nuestro deseo era que todos los españoles vieran escrito en un libro cómo fueron nuestras vidas durante 50 años, de que todo el mundo conociera esta verdad. Va a tener mucha acogida entre los cientos, miles de guardias civiles que han pasado en estas décadas por el País Vasco, que lo han sufrido, porque verán ahora escrita su vida, su historia.

(Silva) Más que de catársis es un ejercicio de memoria y de conciencia, de invitar al lector a no perder la memoria y a mantener la conciencia. Cuando olvidas acontecimientos relevantes, tu construcción del presente es defectuosa, porque no conoces bien los presupuestos, y eso te lleva a tener una conciencia averiada respecto de tu propia realidad. Contar algo siempre tiene un potencial sanador.

¿Por qué sale el libro ahora, en plena efervescencia de otro nacionalismo independentista?

(Silva) No vamos con ese calendario. Esto han sido cinco años de trabajo. Los primeros cuatro, para recopilar una ingente cantidad de datos y de información que había que ordenar y hacerla hablar en un relato inteligible. Y el quinto, para escribirlo entre los tres autores.

(Sánchez) Hace medio año ya fijamos el calendario de octubre-noviembre como la fecha en que los libros verían la luz. En todo caso, Puigdemont nos ha contraprogramado a nosotros (risas)? La fecha ha sido pura casualidad. Además, había que esperar a que este relato fuese historia, a que ya no supusiese divulgar ningún dato sensible.

¿Cómo acogieron los guardias civiles protagonistas la idea de que se contara todo esto en un libro? ¿Cuánto dolor ha tenido que removerse para rememorar aquellos durísimos años en el Norte?

(Sánchez) Me tocó convencer a algunos, muy poquitos, en el germen del proyecto, pero esas escasas resistencias se vencieron enseguida. Cuando se ha visto el resultado final, el aplauso ha sido general. En España no se escribe historia, y esta había que escribirla. Es cierto que los que nos hemos metido dentro para escribirla hemos pasado malos ratos, porque, como investigadores, habíamos tratado muy poquito a las víctimas. Cuando pones cara y nombre a las víctimas de un atentado concreto, te preguntas: «¿Yo no podría haber hecho algo para evitarlo? Si yo estaba muy cerca de aquél comando en ese momento...». Es un pensamiento que te surge ahora, cuando conoces a la viuda. Las víctimas sí nos han removido. Como, por ejemplo, la madre que nos cuenta cómo su niño muere en la ambulancia tras el atentado del cuartel de Santa Pola mientras ella le canta una nana. Es imposible ser insensible ante eso.

Hay otra imagen con niños especialmente desgarradora y elocuente en el libro. El del pequeño que ve cómo matan a tiros a su padre, sale del coche y se sienta en un banco en completa soledad, porque nadie, absolutamente nadie se acerca a él a consolarle?

(Sánchez) Todo guardia civil que ha vivido en el País Vasco ha sido maltratado por alguien o por muchos. Y algunos, además, se dejaron algo muy suyo en el camino, perdieron a alguien con nombre y apellidos que ya nunca van a recuperar.

¿Hay algún riesgo de resurgimiento de ETA, al calor, por ejemplo, de lo que está sucediendo en Cataluña?

(Sánchez) En Cataluña, no sé qué ocurrirá. ¿ETA? Absolutamente no. En ninguno de los sentidos. Tanto los etarras como los simpatizantes y la propia sociedad vasca acabaron tan hartos que eso no se le pasa por la cabeza absolutamente a nadie. No tienen ni recursos, ni gente, ni moral, ni ganas.

Entre la historia de la Guardia Civil y de ETA hay un paralelismo innegable. ¿Cuánto ha ayudado la derrota de ETA a mejorar la imagen negativa del tardofranquismo que tenía el Cuerpo, que hoy figura entre una de las instituciones mejor valoradas por los españoles?

(Sánchez) ETA ha sido un escalón más, aunque es cierto que pesa a nuestro favor el trabajo, pero también haber puesto los muertos, los cuarteles y los niños.

También supuso el entrenamiento para afrontar otras amenazas como el terrorismo yihadista.

(Sánchez) A todas las organizaciones delictivas se les investiga con un mismo patrón general, sean terroristas o de delincuencia organizada. Pero es cierto que lo que aprendimos con ETA nos ha servido y nos está sirviendo. Es un bagaje de 50 años y enfrente teníamos una organización al más alto nivel.

Y aún así, el 11-M y el yihadismo les pilla con el paso cambiado...

(Silva) ¡No tenían medios! Ni humanos, porque eran muy pequeños para el tamaño de la amenaza, ni de otro tipo, como, por ejemplo, traductores: acumularon cientos de horas de conversaciones en árabe y bereber sin traducir sólo porque no había intérpretes. Esa falta de recursos hoy es impensable.

Pero el bagaje de lo aprendido en 50 años de lucha contra ETA les ha permitido ponerse al día en un tiempo récord...

(Sánchez) Lo cual no quita para que pueda haber un atentado en cualquier momento. El terrorismo islamista es tan impredecible, que un loco con una furgoneta te mata a 50 personas en Las Ramblas. ETA era una organización; el yihadismo está compuesto de individuos fanatizados sin control. Aún así, hay mucho campo para investigar y actuar: tanto nosotros como la Policía Nacional estamos deteniendo a gente constantemente.

¿Cuáles son los tres momentos clave en la derrota de ETA?

(Sánchez) En 1992, con la caída en Bidart de la cúpula, con Pakito a la cabeza; en 1999-2000, cuando se abre la puerta a la ilegalización de todo el entramado de ETA; y en 2004, con la Operación Santuario, cuando se le da la puntilla.

¿La muerte de Miguel Ángel Blanco fue un punto de inflexión?

(Sánchez) Con Miguel Ángel Blanco, la gente abre los ojos, pero la sociedad, que es cobarde, no aquella, todas, sólo empieza a alzar la voz cuando ve al enemigo muy debilitado. Y eso aún tardó.

(Silva) Tuvo su valor, el de abrir un surco con un simbolismo muy grande. Empieza a producirse una acumulación de síntomas positivos.

El hecho de que empiecen a matar políticos cambia las cosas...

(Sánchez) En 1995, ETA, tras un debate de dos años, concluye que matar guardias ya no aporta nada y decide, con la teoría de la socialización del terror, empezar a matar políticos. Entonces matan a Gregorio Ordoñez y consiguen que Aznar se siente a negociar. Fue un fracaso y ahí se decidió ir a por ellos con todas las de la ley.

¿Hay autocrítica? ¿Se podía haber hecho más o distinto para acabar antes con la lacra?

(Sánchez) El estado debió reconocer antes que el problema era un problemón. Se tardó tanto que cuando se admitió, ellos ya se habían hecho demasiado fuertes. Además, nos debieron dotar de medios y personal mucho antes. Y, para mí, la clave: todo el entorno sabía que Jon Idígoras era ETA, así que deberíamos haberlo ilegalizado una década antes.