Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista | José Manuel Díez Cubelos

Díez Cubelos: "El hermetismo favoreció que algunos hiciesen negocio con el caso Alcàsser"

"Estoy convencido de que Anglés murió en Irlanda. Por desgracia, porque al no aparecer el cadáver, se creó un mito" - "Tomamos conciencia de la importancia de las pruebas científicas en las investigaciones"

Díez Cubelos: "El hermetismo favoreció que algunos hiciesen negocio con el caso Alcàsser"

El general Díez Cubelos se resiste a hablar en público. Preferiría que otros lo hiciesen. Son 25 años de silencio en un hombre tímido y humilde por naturaleza. Vencida la resistencia, confiesa que el caso Alcàsser ha sido el más frustrante en su larga y brillante trayectoria profesional, por la impotencia de no haber explicado a tiempo a la opinión pública que aquella investigación estuvo bien hecha. La "espina clavada" de esa mala comunicación se compensa, un poco, con la convicción de que "aquella barbaridad" al menos sirvió para evolucionar hasta la Guardia Civil de hoy.

Han pasado 25 años desde el triple crimen de Alcàsser. ¿Es un caso cerrado?

Policialmente es un caso resuelto. Judicialmente, se ha juzgado y condenado a uno de los autores. Al otro, no. Antonio Anglés continúa figurando entre los delincuentes más buscados por todas las policías del mundo. Por tanto, si apareciese, que no creo, sería detenido y puesto a disposición judicial.

Lo dudo. El informe policial que concluye que él era el polizón del City of Plymouth y que apunta que murió al tirarse a las gélidas aguas del puerto de Dublín, en marzo de 1993, es irrefutable.

Sí. Yo soy de los convencidos de que falleció. En parte, por desgracia, ya que se creó un mito al no aparecer el cadáver. Se investigaron todos los cuerpos que aparecieron en la zona, y ninguno de ellos coincidía con el ADN de Anglés, pero tenemos la convicción casi absoluta de su muerte, pese a no tener cadáver. Y después de 25 años, es improbable que siendo como era un delincuente común hubiese rehecho su vida como un ciudadano ejemplar en Irlanda o en cualquier otra parte.

¿Podría repetirse hoy un hecho criminal similar a aquel?

El hecho criminal es que tres niñas se van una tarde-noche a una discoteca y que caen en manos de unos desalmados que acaban aprovechándose de ellas y matándolas. Es poco frecuente toparse con delincuentes tan violentos, pero, por desgracia, se podría repetir. Tenemos otros casos de mujeres que han desaparecido y a las que no hemos conseguido localizar.

¿El caso Alcàsser también marcó un antes y un después en los métodos de trabajo de la Guardia Civil?

¡Claro! Los gabinetes de prensa de la Guardia Civil se crean precisamente a raíz del caso Alcàsser: nacen en 1998, solo un año después del juicio. La mayor parte de esas barbaridades se contaron en el programa de Telecinco en los meses previos al juicio? Eso hizo que se tomara conciencia de la necesidad de informar desde la Guardia Civil de lo que hacía la Guardia Civil. Pero cuando aparecen los cuerpos, cuatro años antes, en enero de 1993, nada de esto existía. Sólo un hermetismo absoluto, que favoreció que determinados programas de televisión deleznables se aprovechasen de la muerte violenta de tres niñas para ganarse la vida; y muy bien, por cierto. Con unas audiencias impresionantes, que aumentaban cuanto más grande era la barbaridad que se inventaban? No poder responder a aquello era más duro aún que escucharlo.

Díganoslo a nosotros, a Levante-EMV, que sufrimos los ataques de aquel programa de televisión y de miles de personas engañadas por ellos por ser los únicos que día tras día rebatíamos sus mentiras en los meses previos al juicio...

Es cierto. Y nunca se lo agradecimos lo suficiente. Levante-EMV fue el único medio que apoyó y defendió la investigación de la Guardia Civil y de la Justicia. Sé que les costó sudor, sangre y lágrimas. Incluso querellas... Me consta.

¿Y qué se aprendió en métodos de investigación?

Que había que basar el trabajo más en pruebas científicas y menos en declaraciones. Este fue el primer caso en el que buscamos ADN, que entonces parecía ciencia ficción. Aquello sirvió para concienciarnos de que esas técnicas debían dejar de ser ciencia ficción para convertirse en realidad. Tener nuestros propios laboratorios de criminalística, con ADN y todas las técnicas científicas posibles, dotados de personal especializado y diferenciado de los que investigan, con equipos para inspeccionar la escena y tomar toda clase de muestras durante el tiempo necesario. Pero también aprendimos que había que colaborar con los medios de comunicación y no cerrarles la puerta.

¿Qué cambiaría hoy de aquella investigación?

En aquel momento, todos los guardias civiles de la Comandancia de València, de todas las especialidades, estaban trabajando por y para este caso. Primero, comprobando todos y cada uno de los avistamientos de las niñas, que se contaban por miles, y después con los rastreos, la investigación, el cerco a Anglés? ¿Cambiar? Con los medios que teníamos entonces, es difícil cambiar algo. Primó la rapidez. De hecho, los cuerpos aparecieron la tarde del 27 de enero y esa noche ya estaba detenido Miguel Ricart gracias a la paciencia de un guardia que reconstruyó trocito a trocito un parte de urgencias de La Fe que nos dio el primer nombre. Hoy en día quizás habría primado la paciencia, pero sin aquella prisa, que efectivamente generó sus contratiempos, quizás no hubiésemos detenido a Ricart...

Una de las razones de que el caso siga vivo, además de la brutalidad que desplegaron los autores y el uso mediático del mismo, es sin duda la fuga del principal sospechoso, Antonio Anglés. ¿Cómo fue posible que sucediera?

Entre los investigadores de aquella época se acuñó una frase: «Tienes más suerte que Anglés». Revelador, ¿verdad? Era un delincuente atípico, no se movía por ciudad, sino por el campo. Gracias a la información que obtuvimos en los primeros momentos, lo localizamos, establecimos un cerco y, cuando íbamos a detenerlo, tuvimos la mala suerte de que los medios se enteraron. Aquello se convirtió en otro circo mediático y, cuando podíamos haberlo atrapado con sigilo, él se dio cuenta, se ocultó en un chalé sin causar daños externos y tampoco lo detectamos... Después, tuvo la suerte de elegir secuestrar a un agricultor, el que lo sacó de Vilamarxant y llevó a Minglanilla, que volvió a su casa, ya sin la amenaza de Anglés, y pese a saber quién era, tardó dos días, ¡dos días enteros! en confesarle a su mujer, y por la insistencia de ella, que se lo había llevado él. Tuvo mucha ventaja? ¡Y muchísima suerte!

¿Le habría resultado igual de fácil escapar en una sociedad como la actual, hiperenganchada a las redes sociales, con ojos vigilantes tras cada teléfono móvil?

No. Para empezar, lo más seguro es que también él hubiese llevado uno de esos móviles, lo que habría permitido su rastreo en tiempo real? O le habrían fotografiado, o su imagen habría sido captada por cámaras de seguridad. Hoy sería mucho más fácil atraparlo. Pasar desapercibido ahora o guardar un secreto es ciertamente difícil (sonríe).

Los meses previos al juicio fueron una locura envenenada con intereses de un grupo de personas por desestabilizar y desacreditar el trabajo policial y judicial. ¿Cree que se podría haber hecho algo más desde la Guardia Civil por frenar esa situación?

Sin duda. Haber sido menos herméticos a la hora de informar a los medios de comunicación y que los jueces hubiesen permitido mayor transparencia para desmontar todas aquellas barbaridades y explicar a la opinión pública lo que de verdad había en el sumario. Hasta que no llegó el juicio, y pasaron varios meses, no se escuchó la verdad.

¿No siente frustración al seguir constatando que pese al ingente esfuerzo policial y judicial, lo que ha terminado quedando en buena parte del imaginario colectivo es la teoría de la conspiración?

Es muy frustrante. Aún hoy me comentan, incluso conocidos míos, que si allí hubo algo oculto que nunca salió a la luz? Claro que es frustrante, muchísimo. ¡Si hasta llegaron a inventarse que la alfombra en la que las envolvieron, que era una moqueta sucia, vieja e inmunda, era una alfombra persa sacada de un chalé de lujo!

¿Qué sensación le produjo ver salir de prisión de Miguel Ricart, el único condenado en la causa?

Primero, te preguntas, ¿ ya ha pagado la pena que le ha impuesto la sociedad por cometer esta barbaridad? Después, lo meditas y piensas: a mí este tiempo se me ha hecho corto, porque he estado fuera, pero a él, en la cárcel, se le ha tenido que hacer muy largo, porque ha pasado más de media vida encerrado, así que posiblemente el castigo era el justo. Pero, si te pones en la piel de los familiares... Debió ser duro, para la mayoría de ellos, verlo salir a la calle. También te cuestionas si volverá a cometer algo así o si, como parece, ha aprovechado estos años fuera de España para reeducarse y, tal vez, rehacer su vida.

¿Cómo les marcó aquel caso?

Personalmente, fue muy duro estar escuchando todas aquellas mentiras y sentir el maltrato a la Guardia Civil de una manera tan salvaje e injusta cuando precisamente se había realizado una de las investigaciones mejores y más eficaces, con la salvedad de la fuga de Anglés, pese a la complejidad del asunto. Es, sin duda, el caso más frustrante de toda mi vida profesional. Lo resolvimos policialmente de una manera rapidísima y sin embargo veías que la sociedad no lo reconocía porque estaba recibiendo otro mensaje muy distinto.

¿Extrae algo positivo de todo aquello?

Sí, la evolución técnico-científica y de métodos a la que empujó a todos los estamentos implicados en aquella investigación, desde la Guardia Civil a la Justicia, para evitar que algo así se vuelva a repetir.

Imagine que tiene delante a una persona menor de 25 años. Resúmale el caso Alcàsser.

Fue el asesinato de tres niñas en la flor de la vida cuya desgracia fue cruzarse con dos delincuentes de una depravación poco común, que las sometieron a una violencia inusitada hasta que finalmente las mataron. Por alguna razón, durante el tiempo en que estuvieron desaparecidas y después, una vez encontrados los cuerpos, se creó un ambiente social difícil de explicar todavía hoy. Y ese fue el caldo de cultivo que algunos utilizaron para aprovecharse y convertir en negocio, a base de audiencias televisivas, los cadáveres de aquellas tres niñas.

Compartir el artículo

stats