¿Qué supone este premio?
Es especialmente afectivo para mí porque es bicéfalo: me lo da mi colegio de médicos y el ayuntamiento de mi ciudad y eso me produce una satisfacción enorme.
Y en esa bicefalia, ¿qué se ansía más: el reconocimiento de la profesión o de la ciudadanía?
Se ansían las dos cosas. Yo no soy valenciano, me trajeron aquí con tres años. Recuerdo siempre la frase de Max Aub: uno es de donde ha estudiado el bachillerato. He estudiado el bachillerato en València y también la carrera. He corrido por medio mundo formándome pero siempre he querido volver a València, a mi facultad. Lo conseguí y me siento muy feliz por haber estado aquí, sirviendo a la universidad casi 47 años. Ahora sigo dando clases, dirigiendo tesis... Creo que es un privilegio que hay que valorar. Si tuviera que volver a elegir, volvería a ser médico.
El premio reconoce su trayectoria profesional, más de 40 años entre la práctica clínica y la docencia. Otra gran bicefalia.
En mi caso es docencia, asistencia e investigación. Si estás en un hospital universitario la asistencia se ve muy reforzada si está sustentada por una investigación clínica. Eso he tratado de hacer siempre en el campo de la Endocrinología, la nutrición y las enfermedades metabólicas. Tener siempre una vía de investigación.
Precisamente dirigía el instituto de investigación del Hospital Clínico, Incliva, pero dimitió hace unos meses...
Era justamente cuando se cumplían 5 años de mi nombramiento. Yo nunca me había planteado estar tanto tiempo y el director científico (Josep Redón) que ha trabajando conmigo, también estaba pensando que deberíamos irnos. Había llegado un momento en que nos denegaban la renovación de plazas a los investigadores que habían cumplido sus becas en el Instituto Carlos III y querían reintegrarse aquí a tiempo completo. La Conselleria de Hacienda decía que la masa salarial era excesiva. Fuimos a ver a todo el mundo y al final nos dimos cuenta que no. Seguían despidiendo gente. Nosotros vinimos para crear y no nos gustaba. Era el momento para dar paso a otros más jóvenes y que enfocaran el problema de otra manera y por eso nos fuimos.
Es otra manera de poner cortapisas a la investigación...
Fue muy frustrante. Pero es una cosa que ocurre en este país con mucha frecuencia. Ya lo dijo Ramón y Cajal hace un siglo: en España no hay cultura de investigación. Cuando la gente se dé cuenta de que la ciencia le conviene, porque los buenos resultados redundan en una mejor asistencia médica, podremos esperar que obliguen a los políticos a ofrecer en sus planes más apoyo a la investigación científica. Es la esperanza con la que me gustaría mantenerme.
Ahora la consellera Carmen Montón acaba de publicitar más dinero para investigación en 2018.
Ojalá. Si nosotros en realidad no pedíamos grandes sumas, pedíamos libertad de acción. La mayoría del dinero que teníamos en el Incliva nos viene de proyectos europeos, o de ensayos clínicos con laboratorios o del micromecenazgo. Dinero público son 150.000 euros al año lo que nos llega, no más. Si nos hubieran dejado manejar nuestros fondos y renovar el contrato de estas personas porque sino, se iban al paro... Eso te indigna. No le estoy pidiendo dinero, déjeme que me maneje.
¿No pedían más dinero?
Es que ese dinero lo teníamos nosotros. No le estábamos pidiendo dinero público a nadie. El Incliva tenía una cuenta de 8,5 millones de euros. Para mantener y renovar contrato a cuatro investigadores sobraba. Eso era lo más absurdo de todo. Eso se lo hemos explicado a unos y a otros pero les da igual.
¿Tienen futuro entonces los institutos de investigación públicos tal como están planteados?
Si las cosas no cambian pronto, creo que va a ser difícil. Hay investigadores que están aguardando seis meses para luego intentar recuperarlos y en esas estamos. Mi sucesor, el doctor Andrés Cervantes lo está haciendo muy bien y creo que lo van a conseguir. Pero no deja de ser insólito que, si no pides dinero, encima te aten las manos para que no te gastes tu dinero.
