Ciento ochenta personas murieron en 2016 por atropello o por un choque entre vehículos, treinta y seis fallecidos más que en 2015 en toda la Comunitat Valenciana. Por provincias las cifras no mejoran: 43 fallecidos en Castelló, 68 en Alicante y 69 en València. En España fueron casi 2.000 las personas que perdieron la vida por una ajena imprudencia al volante, un 7 por ciento más. Ellos y ellas son víctima de violencia vial. De este año aún no hay un balance global.

Sin embargo, de todas estas muertes pocos fueron los que respondieron ante la ley. Ante un juicio, la pena máxima que puede cumplir el conductor es de cuatro años, independientemente de cuántas hayan sido las vidas que se hayan perdido, pero en la «mayoría de los casos ni siquiera se llega a cumplir ni unos meses», advirtió ayer Ana Novella, delegada de la Comunitat Valenciana y secretaria general de la plataforma Stop Accidentes, en el acto celebrado por el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de la Violencia Vial establecido por la ONU el 26 de octubre de 2005.

En el acto, Novella clamó: «Nuestros seres queridos que ya no están son nuestra memoria y la memoria traza el camino, un camino que queremos recorrer juntos, desplazar horizontes porque a todos nos corresponde actuar» y convocó a «toda la sociedad» para construir un mundo «en beneficio de la vida».

Tras sus palabras, los asistentes lanzaron globos blancos en representación del ser querido perdido en el asfalto para que «les llegase allí donde estuviesen y que supiesen que siguen en la lucha por dar a conocer sus historia para que ninguna otra familia sufra algo así».

Inés Rueda y Julián Ríos son víctimas. Su hija, Natalia Ríos, perdió la vida en Elda un 27 de octubre de 2007. Unas horas antes del atropello tres menores de edad se subieron a un todoterreno y se dirigieron a la misma zona donde Natalia y otros tres compañeros pasaban la tarde. Con conducción temeraria, y sin estar en posesión de carnet de conducir, los jóvenes se subieron al bordillo de la acera y arrastraron al grupo de amigos. Natalia fue la cuarta a la que alcanzó el vehículo. «Si solo hubieran levantado el pie del acelerador por un segundo, mi hija estaría hoy aquí conmigo», lamentó Inés.

De estos tres compañeros que provocaron el accidente, sólo el conductor fue juzgado por conducción temeraria, homicidio imprudente y culpable de provocar tres lesiones, pues los compañeros de Natalia corrieron mejor suerte. Sin embargo, el joven consiguió la libertad bajo vigilancia.

La víspera de reyes de 2015, Jose Novella, hijo de Lola, salió a divertirse con un amigo en su moto, pero ya no volvió. Un turismo pasaba por su lado con una velocidad que excedía el límite. Tanto Jose, quien iba de copiloto, como el conductor de la motocicleta quedaron en coma. Cuatro meses después fallecieron. Del culpable, que salió impune en el juicio, tampoco se conocen más datos.

«La culpa la tiene siempre el que muere, el que ya no puede hablar», denuncia Lola. «No hay palabras para describir la muerte de un hijo. Pasé de estar comiendo con él en la víspera de Reyes, a verlo postrado en la camilla del hospital y no volver a verlo más. No hay consuelo, pero aprendes a vivir con ello», lamenta. Ahora todas las víctimas de violencia vial se unen en la plataforma, «es nuestro grupo de apoyo», clama.

Emilio Ferreruela es médico de urgencias en el Hospital La Fe de València. «He tenido que tratar muchos casos de accidentes de tráfico, son la mayoría de las urgencias inesperadas», cuenta Emilio, quien asegura que, ahora mismo, producen más accidentes de tráfico cuando se usa el móvil mientras se conduce el vehículo que el consumo de alcohol.

Por su parte, Lola asegura que la falta de concienciación pasa porque «nadie cree que le puede ocurrir a ellos». Pero pasa. «Un vehículo a motor es un arma», afirma Juan Carlos Muñoz, presidente de AVAE, quien también participó del acto, junto a Manuel Cáceres, vicepresidente, Luis Montoro, Mª Teresa Soler, fiscal delegada de Seguridad Vial de València, y Joan Olmos, coordinador de la mesa de movilidad.