"Hombres libres, no olvidéis el asesinato de García Lorca". La frase, en grandes tipos, en una publicación de la época, enmarca el contexto en el que se celebró el congreso antifascista de València de 1937. Se puede ver en la exposición inaugurada ayer en el Centre del Carme de la capital, que acompaña la celebración del encuentro que conmemora los 80 años de aquel acontecimiento histórico, que reunió a más de un centenar de escritores de todo el mundo en la València capital de la II República que soportaba las bombas de los aviones de Franco.

"Un momento de luz entre la sombra de la sinrazón". Así lo definió el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, que inauguró las jornadas junto al coordinador académico de estas, el catedràtico de Literatura de la Universitat Autònoma de Barcelona Manuel Aznar Soler. La exministra Carmen Alborch; el secretario autonómico de Cultura, Albert Girona; diversos miembros del Consell Valencià de Cultura (CVC) y escritores como Alfons Cervera, Fernando Delgado y Rodolf Sirera acudieron a la apertura de este encuentro de investigadores.

Puig presentó el congreso actual como "algo más que una conmemoración" en "tiempos de profunda transformación" y con "la amenaza de actitudes xenófobas" presente. Es, dijo, "una reivindicación de València como capital de la cultura que se enfrenta a la sinrazón". Una reivindicación de la Comunitat Valenciana, agregó, como "espacio inclusivo, bandera de la convivencia y la paz. Esa es la que pretendemos ofrecer al resto del mundo".

El jefe del Consell citó a Carles Salvador, Miguel Hernández o Max Aub, algunos de los valencianos protagonistas en mayor o menor grado en 1937. Y cerró la inauguración con una frase de André Malraux, una de las estrellas internacionales de hace 80 años: aquella que habla de la cultura como una rebelión contra el destino.

En la Guerra Civil, el congreso antifascista no logró su objetivo último de influir en la política y, como subrayó Aznar, "cambiar la vergonzante y criminal política de no intervención de las potencias". No obstante, "el acto de propaganda más espectacular del Gobierno en los años de guerra", así calificó el encuentro, sí consiguió exhibir "la solidaridad de los escritores del mundo con la República", que ayudaran con lo que tenían: "el arma de sus plumas".